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52 MILLAS DE RECORRIDO Y DE VARIAS ORACIONES POR LOS INMIGRANTES

POR QUINTO AÑO CONSECUTIVO, PEREGRINOS DE LA IGLESIA SANTIAGO DE COMPOSTELA ABOGAN POR UNA ELUSIVA REFORMA MIGRATORIA

By JORGE LUIS MACÍAS     10/5/2018

Ya son tres años que Felipe Tovar, un inmigrante invidente nacido en Salamanca, Guanajuato se suma a la caminata de 52 millas “Siempre Adelante”.

Sus pies están llagados. La sangre escurre y su esposa Mercedes cura las heridas con gasas y vendas. Han arribado a la iglesia Misión Dolores. 

Es la última parada del recorrido. Están a 2.6 millas de distancia de su destino final: la Catedral de Nuestra Señora de los Ángeles, para participar en la misa regional en favor de los inmigrantes.

Los peregrinos salieron a las 4:05 horas, la madrugada del viernes 22 de junio desde la iglesia Santiago de Compostela. Ni siquiera se había asomado el sol. 

De Trabuco Road a Irvine Boulevard llegaron a Santa Ana. Por la tarde, luego de 22.4 millas recorridas, descansaron y pernoctaron en la iglesia de San Bonifacio, en Anaheim.

Con ellos llevaban en mente la frase de san Junípero Serra “Siempre Adelante”. 

La suya no era una caminata de protesta. Era una marcha larga de oración por una reforma migratoria.

“¿Quién vive? ¡Cristo!”. “A su nombre, ¡Gloria!” “¿Y a su pueblo? ¡Victoria!”, gritaban por las calles, y rosario en mano, recordaban los misterios de la vida, muerte y resurrección de Jesús, y la asunción y coronación de la Virgen María.

Ellos encarnaban la experiencia del desierto del Antiguo Testamento. Emulaban la experiencia de los judíos exiliados en Egipto que durante muchas generaciones sufrieron opresión, maltrato e injusticia.

Caminaron por quinto año consecutivo en medio de un pueblo y una sociedad que se niega a reconocer que su relación con el Dios compasivo y de misericordia se ha roto.

Sin embargo, para Felipe, su misión en la caminata desde Lake Forest a Los Ángeles era sencilla: postrarse ante la cruz de Cristo y besar la imagen de la Santísima Virgen en la catedral angelina. 

A ambos les pediría su intercesión por un milagro de Dios: una reforma migratoria integral y justa para 11 millones de indocumentados.

 “Yo soy ciudadano estadounidense y me puedo defender”, dice Felipe. “Pero hay millones de nuestros hermanos que están pidiendo justicia y un trato humano”.

Este mensaje lo aprendió de su hijo Bryan. El chico de 17 años -nacido en Estados Unidos- fue quien lo inspiró a ser parte de la caminata. En 2015, Bryan recorrió todo el trayecto.

El segundo día de recorrido fueron 23 millas. Desde la ciudad de Anaheim hasta City of Commerce. Eran las 5:30 de la tarde del sábado 23 de junio y eran recibidos con una misa en la iglesia San Marcelino. A la entrada, estaban las  imágenes de José, María y el niño Jesús.

“Menos mal que estos peregrinos van juntos”, observó el doctor Humberto Ramos, director de vida parroquial del lugar. “Si hubiéramos vivido otros tiempos, [las autoridades de inmigración] hubieran separado al niño Jesús de sus padres”.

Ahora más que nunca, el drama de aquellos emigrantes y sus hijos que tuvieron que dejar su casa y su tierra para ir a buscar una mejor vida sigue vigente en Estados Unidos.

Pero también en otros países y Centroamérica, políticas de desigualdad, de pobreza extrema o violencia de las pandillas han orillado a miles a arriesgarlo todo para buscar refugio en un país lejano.

Felipe Tovar siguió haciendo un esfuerzo sobrehumano. Utilizaba su bastón para sostenerse y el hombro de su esposa para guiarse. ¿La razón? Hace siete años perdió la vista.

Cruzaron las calles del Este de Los Ángeles y avanzaron hasta la iglesia de la Misión de Dolores.

 “Con Cristo, todo lo puedo”, afirmó. “Aquí voy, batallando y caminando en favor de nuestros hermanos inmigrantes”.

En el tercer día de la caminata, Felipe y los peregrinos se unieron al obispo David O’Connell, de la región pastoral de San Gabriel.

El día estaba caliente. Casi 95 grados Fahrenheit.

Y continuaron su paso hasta la iglesia de Nuestra Señora Reina de Los Ángeles, en la Placita Olvera. A la comitiva se agregó el Arzobispo José Gómez de Los Ángeles. 

En su homilía, Gómez resumió  la realidad migratoria de Estados Unidos y la inacción y promesas incumplidas del Congreso: “No más mañanas”.

Aunque no hay una respuesta simple a un tema divisivo como lo es la inmigración, Felipe no pierde la esperanza.

“Cristo y nuestra Señora pueden ayudar a Dios a obrar el milagro”, dijo. “No podemos darnos por vencidos, porque Dios es quien mueve los corazones”.