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EL VAQUERO MÁS VALIENTE

UN DIAGNÓSTICO INESPERADO NO DETUVO A ESTE FANÁTICO DEL FÚTBOL DE 9 AÑOS

By GWEN HENNESSEY     9/21/2017

Raymond Melgarejo, de 9 años, es el niño típico de cuarto grado de primaria. Un estudiante de la escuela Our Lady en Santa Ana, “Ray-Ray”, como se le conoce, juega videojuegos, monta su bicicleta por el vecindario y es un fanático del fútbol.

De hecho, su tío dice que probablemente el fútbol le salvó la vida.

Hace más de un año, Raymond se preparaba para su temporada con los Monarcas de Santa Ana, un equipo de fútbol de Pop Warner donde era “el chico más pequeño del equipo”, según su tía. Pero lo que le faltaba en tamaño, lo compensaba en tenacidad.

“Solía derribar a niños más grandes que él”, dijo Heidi Yanez, la tía de Raymond. Su amor por el juego se extendía a los Dallas Cowboys, y seguía al equipo y su quaterback, Dak Prescott, religiosamente.

Al probarse el casco de fútbol americano al inicio de la temporada, Raymond se quejó de un bulto en la parte posterior de la cabeza. Su tío lo llevo a la sala de emergencias del Hospital de Niños del Condado de Orange (CHOC) donde recibieron un diagnóstico devastador: histiocitosis de células de Langerhans o LCH, una enfermedad rara que a menudo se trata con quimioterapia.

“Siempre ha sido un chico valiente; nunca se quejó del bulto o de ningún síntoma”, dijo su tío, José Melgarejo. “Si no fuera por la prueba del casco, no lo habríamos transportado a la sala de emergencias”.

Después de una cirugía de cuatro horas para remover el tumor y parte de su cráneo, Raymond se enfrentó a un año de quimioterapia, lo que le impidió asistir a la escuela durante dos meses y, por desgracia para Raymond, lo mantuvo fuera del campo de fútbol.

“Fue la única ocasión que se quejó”, dijo Yanez. “Cuando le dijimos que no podía jugar al fútbol, se puso muy triste. Y extrañaba ir a la escuela”.

Durante las 50 sesiones de quimioterapia, a Raymond no se le permitió ir al cine o los centros comerciales, donde podría contraer una infección con consecuencias graves.

Los estudiantes y profesores de la escuela Our Lady se unieron a Raymond y su familia. Su maestro trabajó con él para asegurarse de que estuviera al día con sus tareas escolares, y sus amigos y sus familias le enviaron tarjetas con deseos para su pronta recuperación, pero, sobre todo, “nuestra comunidad escolar se unió y lo apoyó a través de la oración”, explicó la directora Adela Solís. La escuela Our Lady es una de las 34 escuelas de la Diócesis de Orange que recibe fondos de asistencia de la Fundación Orange Catholic, quien otorga 2.1 millones de dólares al año en asistencia para matrículas; la mayor parte de los fondos proviene de los Servicios de apelación de la Diócesis (PSA). Estos fondos ayudan a familias como la de Raymond a enviar a sus hijos a las escuelas católicas.

José Melgarejo expresó que su fe católica jugó un papel integral durante el tratamiento y recuperación de Raymond. Cuando Raymond ya no pudo asistir a la escuela durante el tratamiento, él insistió en unirse a sus compañeros de escuela en la misa de todos los jueves.

“Nunca cuestionamos nuestra fe porque sabemos que todo sucede por una razón”, indicó Melgarejo. “Nuestra fe nunca se puso a prueba; desde el primer el día siempre ha sido lo que nos ha ayudado a superarlo”.

El camino de Raymond no estaría completo sin cumplir una de sus fantasías de fútbol. Cuando el hospital CHOC y la Fundación Make-A-Wish escucharon que el equipo favorito de Raymond es los Dallas Cowboys, ellos hicieron los arreglos para que Raymond y su familia volaran a Dallas para reunirse con el equipo y Prescott, el jugador favorito de Raymond.

“Al principio no creía que realmente era él”, dijo Raymond sobre su encuentro con Prescott, quien lanzó balones con él. En el estadio AT&T de los Dallas Cowboys, Raymond firmó un contrato honorario de un día, se tomó fotografías desde el campo central y entregó el balón a la estrella de los Cowboys –y todo fue documentado por ESPN.

“Él es un líder natural”, dijo el entrenador principal de los Cowboys, Jason Garrett.

Ya terminó el tratamiento de quimioterapia y Raymond está de vuelta en la escuela con sus amigos para un nuevo ciclo escolar, donde su materia favorita son las Ciencias “porque me gusta diseccionar cosas”, dijo.

Pero sus médicos siguen vigilándolo cada tres meses. Su familia sigue con optimismo, y el LCH no ha mermado los sueños de gloria de Raymond. “Sé que algún día seré un Cowboy”, expresó.