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LAS HERMANAS, LAS MONJAS Y LOS VOTOS

La vocación a la vida religiosa es un llamado de Dios mismo

By CATHI DOUGLAS     9/6/2016

Cuando la hermana Katherine ‘Kit’ Gray sintió el llamado de Dios hacia la vida religiosa, se sintió inclinada a ingresar a la comunidad de las Hermanas de San José de Orange.

Después de todo, las hermanas le habían enseñado todo el tiempo en la escuela de la Sagrada Familia. Eran alegres, vivían en harmonía y hacían ver la vida religiosa como algo atractivo, recuerda la hermana Kit.

“Estaba pensando en mi futuro y ellas estaban presentes en mi vida de una manera que hacía que se viera muy maravilloso el convertirme en una hermana, ser parte de la comunidad y prestar servicio a los demás”, dice. “No somos perfectas como congregación, pero mis experiencias como hermana son de cierta alegría y un gran sentido de servicio a la Iglesia y al mundo”. Han sido 53 años desde que la hermana Kit tomó sus votos. Se desempeña como directora de Integración de la Misión y Formación Permanente en la Catedral de Cristo.

Al igual que la hermana Kit, muchas mujeres que reciben el llamado a la vida religiosa optan por convertirse en hermanas, no monjas; existen diferencias notables entre ambas. La hermana Eymard Flood, vicaria para las religiosas de la Catedral de Cristo explica la distinción: Las monjas pertenecen a las comunidades contemplativas y no tienen la libertad de salir y entrar a sus conventos de clausura. Los objetivos principales son la oración y la meditación. Las hermanas son mujeres que viven la vida religiosa y son libres de ocupar cargos en las escuelas, universidades, hospitales y más.

“La elección de comunidad de una mujer se debe adaptar a su personalidad, experiencia, educación y el ministerio en el que desea participar”, señala la hermana Eymard. “Sobre todo, la vocación a la vida religiosa es un llamado de Dios, no una elección personal”. Al contrario de una carrera profesional, el servicio en la vida religiosa debe ser discernido junto a un pastor de confianza o un director espiritual o un amigo dentro de una comunidad, añade.

Al aconsejar a las mujeres que creen sentir un llamado a la vida religiosa, la hermana Eymard les anima a investigar y leer sobre las diferentes comunidades, sus ministerios, las ubicaciones y los miembros. Una vez que identifican interés en una comunidad en particular, se recomienda a las mujeres a hacer planes para una visita de un fin de semana o una semana, para que experimenten el ministerio y el modo de vida, explicó. Una vez que una mujer reduce las opciones a uno o dos ministerios, su consejero espiritual discutirá con ella lo que es mejor.

El proceso de formación puede durar de dos a tres años, indica, antes de que una mujer tome sus votos. Al final de ese período, la mujer deberá discernir si su comunidad es donde Dios quiere que ella se quede.

Una vez que se hacen los votos finales, las mujeres estarán en servicio durante toda la vida, dice la hermana Eymard. Ellas se unen a la fuerza de trabajo de su comunidad y continuarán en la vida religiosa.

La hermana Eymard, que es miembro de las Hermanas de Santa Clara, celebró su Jubileo de Oro de 50 años, hace dos años. Ella era una jovencita en Irlanda cuando la impresionaron las hermanas.

“Me sorprendió la bondad que mostraron las hermanas a mis padres cuando yo estaba en la escuela secundaria”, recuerda la hermana Eymard. “Tuvo un gran efecto en mí. No éramos muy ricos, y nuestros padres no siempre podían pagar la matrícula mensual; las hermanas siempre hicieron concesiones. Tomaron en cuenta nuestra situación, y eso realmente me impresionó”.

Las hermanas de Santa Clara eran muy pastorales en su relación con los padres y las niñas, explica. “Ellas trataron de ayudar y asesorarnos sobre temas de la vida, en una etapa en la que pensábamos que lo sabíamos todo”.

La visión de Santa Clara para las mujeres es que ellas cumplan con las necesidades evangélicas de su comunidad, dice la hermana Eymard. “En Asís, ella tomó algunas mujeres para enseñarles, atendía a los pobres, trabajó en el convento para capacitar a las mujeres para que salieran a ayudar a los menos afortunados”.

Las mujeres a las que sirve la hermana Eymard pertenecen a las Misioneras Clarisas, los ministerios de la Eucaristía de la Santísima Trinidad, la sociedad entregada al Sagrado Corazón y las Hermanas de San José mientras trabajan para discernir su vida religiosa.

Aparte de su formación espiritual, las mujeres deben poseer buena salud emocional y física, con la capacidad de alcanzar logros educativos y participar en el trabajo que desempeñarán una vez que ingresen a un convento en particular, señala la hermana Eymard. Algunos conventos toman miembros de diferentes edades, mientras que otros están abiertos solo para las mujeres más jóvenes.

Ella recuerda la fuerte oposición de los padres de una mujer que recientemente se convirtió en hermana. “Ingresó en una comunidad y ahora se ha reconciliado con su familia, su relación marcha mucho mejor. Tenían miedo de perderla, que sería enviada fuera del país y no la verían más. Esos son los temores naturales de los padres con sus jóvenes hijas”.

Todo el mundo reconoce que un menor número de mujeres ingresan a la vida religiosa en estos días, y la hermana Eymard dice que existen muchas razones.

“No había muchas opciones profesionales para las mujeres en el pasado”, dice. “Hoy en día, las mujeres pueden hacer prácticamente cualquier cosa y cuentan con muchas oportunidades. En el pasado, las promociones enteras de secundaria ingresaban juntas al convento”. Sin embargo, dice, los conventos siguen siendo viables aún con la disminución de los miembros debido a la Providencia de Dios.