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OREMOS POR LOS INMIGRANTES

By EL ARZOBISPO JOSÉ H. GÓMEZ     6/26/2017

Desde siempre, los inmigrantes han ayudado a tejer la identidad espiritual y moral de Estados Unidos. Nuestra economía y cultura fueron fundadas con la energía y la creatividad de generaciones de inmigrantes.

Durante años he hablado de esto –la historia “oculta” de Estados Unidos. Mucho antes de los peregrinos y el Mayflower, y mucho antes de los fundadores de la nación, este país estaba siendo evangelizado y poblado por inmigrantes de América Latina y Asia.

Los Estados Unidos siempre ha sido una hermosa combinación de pueblos de todo el mundo. Y el espíritu inmigrante sigue renovando a este país, a pesar de las dificultades y las luchas de los últimos años.

De hecho, el fin de semana pasado asistí a una graduación distinta: la primera promoción de un programa de educación para adultos que brinda a los inmigrantes las herramientas que necesitan para integrarse con éxito a nuestra sociedad, ensenándoles inglés y ofreciendo los conocimientos prácticos sobre nuestro gobierno, cultura y economía.

El nombre del programa es “Maestro en casa” y es dirigido por nuestro Departamento de Escuelas Católicas de la Arquidiócesis y “Mexicans and Americans Thinking Together”, o MATT, por sus siglas en inglés.

El programa “Maestro en casa” nos recuerda que quienes están llegando hoy en día a nuestro país tienen las mismas ambiciones y valores que los inmigrantes de generaciones pasadas. Buscan una mejor vida para sus hijos y sus familias, y están decididos a trabajar duro y sacrificarse para contribuir a la historia estadounidense. Así mismo, la Arquidiócesis creó un nuevo recurso en línea para inmigrantes y defensores: TheNextAmerica.org.

Estos tiempos que vivimos llaman a la oración y a la acción reflexiva. Y a la misma vez que oramos, estamos trabajando arduamente por la reforma a nuestro sistema de inmigración quebrantado y obsoleto.

En los últimos meses he entablado conversaciones con nuestros líderes políticos e incluso con funcionarios del Departamento de Seguridad Nacional (DHS) y funcionarios locales y federales de la Oficina de Inmigración y Aduanas de los Estados Unidos (ICE). También estamos brindando información en las parroquias locales para apoyar a la comunidad y ayudarles a conocer sus derechos.

Pero sabemos que no lograremos ningún progreso hasta que se hagan reformas sustanciales en nuestro sistema.

Para la Iglesia Católica, la reforma migratoria nunca ha significado “fronteras abiertas” o “amnistía” para aquellos que están en este país en violación de nuestras leyes.

La opinión de la Iglesia siempre ha sido que cada nación debe tener fronteras seguras, y cada nación debe ser capaz de regular cuántas personas y quiénes entran al país, y por cuánto tiempo se les permite permanecer.

Estamos trabajando para fortalecer nuestro país a través de una reforma migratoria integral, con sentido común, que nuestro país necesita para crecer y dar la bienvenida a aquellos que quieren unirse a nosotros en la gran empresa estadounidense.

En este momento, nuestro sistema de visas es demasiado complicado e impone cuotas que dificultan que los empleadores estadounidenses encuentren a los trabajadores que necesitan –en áreas que van desde el sector de alta tecnología hasta la agricultura y las industrias relacionadas con la construcción.

Necesitamos reformas de visas en todas las áreas. También necesitamos reformas para facilitar la obtención de visas para los trabajadores religiosos de otros países.

Y necesitamos encontrar maneras de ayudar a millones de indocumentados, que han vivido en nuestro país por muchos años, trabajando honestamente y cuidando a sus familias –pero que en este momento no tienen manera de resolver su estatus migratorio.

Tenemos millones de hombres y mujeres en nuestro país que son indocumentados, pero que son padres de ciudadanos estadounidenses o residentes legales permanentes en este país. Tiene sentido promulgar un sistema de visas permanentes que permita a estos hombres y mujeres trabajar y contribuir a nuestra sociedad.

Y, por supuesto, tenemos a los “Soñadores” o “Dreamers” –esos jóvenes indocumentados que llegaron a este país como niños o jóvenes adultos. No es correcto que estos jóvenes de bien se vean obligados a vivir en una especie de limbo –sin un país propio, o sin una manera de participar plenamente en la vida estadounidense.

Oren por mí esta semana –y sepan que estoy orando por ustedes.

Y oren conmigo para que nuestros vecinos puedan verse reflejados en el rostro de estos nuevos inmigrantes en nuestro país –que podamos ver en ellos nuestro propio deseo natural de felicidad y nuestra propia necesidad humana de ser bienvenidos, valorados y amados.

Y que nuestra Santísima Madre vigile nuestro país y ayude a que seamos una nación ante Dios.