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PRESENTES, PERO POR LA GRACIA DE DIOS

LOS FELIGRESES DE LA DIÓCESIS DE ORANGE Y LOS EXALUMNOS DE SERVITE COMPARTEN SUS EXPERIENCIAS DEL CONCIERTO DE MÚSICA COUNTRY ‘ROUTE 91 HARVEST’

By TOM CONNOLLY     1/5/2018

Greg Speer, Juntin Brunning y Mike Streavel son tres residentes del condado de Orange que asistieron al concierto ‘Route 91 Harvest Festival’ en Las Vegas el 2 de octubre de 2017, y sobrevivieron al tiroteo que mató a 58 personas.

Los tres descuidaron su propia seguridad durante el tumulto para ayudar a otros. El cantante principal del festival, Jason Aldean, estaba en el escenario al aire libre bajo el brillo del Boulevard Las Vegas, directamente frente al Hotel y Casino Luxor, cuando el pistolero empezó a disparar desde la habitación de su hotel en el piso 32 del Mandalay Bay Resort y Casino.

Speer, su esposa e hija estaban a 25 pies del escenario cuando empezó el tiroteo. El caos estalló rápidamente entre los 22,000 asistentes al concierto.

“Al principio sonaba como fuegos artificiales”, dijo Speer, un ex feligrés de Saint Simon and Jude en Huntington Beach y graduado de Ocean View High School. “Pensé que tal vez algunos niños que conducían sobre el Boulevard Las Vegas habían quemado algunos petardos. Rápidamente nos dimo cuenta de que nos estaban disparando, a la misma vez que las personas a nuestro alrededor colapsaban al suelo”.

Speer, de 52 años, director de ventas y mercadotecnia de una clínica médica en Riverside, se mantuvo en calma cuando estalló el alboroto. Luego sintió una sensación de ardor en la parte baja de la espalda.

“Recuerdo haber dicho: ‘me dispararon, pero estoy bien’”, agregó. “Le dije a mi esposa, ‘te amo’, y le pedí al Señor que me sacara de esto. Estábamos con la adrenalina al máximo y seguí rezando el Padre Nuestro”.

A pesar de sus heridas, milagrosamente, Speer tuvo la calma mental para ayudar a otros que resultaron heridos.

La esposa de Speer, Tammy, una enfermera registrada, y su hija de 22 años, Brittanny, una técnica de emergencias médicas (EMT, por sus siglas en inglés), inmediatamente atendieron a Speer.

“Había pánico en todas partes, gente corriendo, llorando y en estado de shock”, agregó Speer.

Irónicamente, no era el primer encuentro de Britanny Speer con un tiroteo mortal. En junio de 2016, Speer fue la primera en responder al tiroteo y suicidio en la universidad UCLA donde fallecieron dos personas.

Speer fue trasladado al Hospital St Rose Dominican y recibió 10 puntos de sutura para cerrar una herida de dos pulgadas en su espalda baja. Los médicos creen que una bala pérdida lo hirió. Su esposa y su hija no sufrieron heridas.

“Recibí una segunda oportunidad de vida y definitivamente, cambió mi vida”, dijo Speer, quien regresó al trabajo después de tan solo un día de ausencia. “Me siento alentado de que haya esperanza en el mundo. Me sorprendió ver a la gente ayudando a otros en un momento de necesidad”.

El exestudiante de la promoción 2011 de Servite High, Justin Brunning, de 24 años, estaba parado a unos 50 metros del escenario cuando comenzó el tiroteo.

“No escuché los disparos al principio porque estaba parado cerca de un altavoz”, explicó Brunning. “Pero luego vi a dos mujeres a unos 40 pies frente a mí recibir un disparo y caer al suelo, entonces me di cuenta de lo que estaba sucediendo”.

Brunning, un ex técnico de emergencias médicas reaccionó rápidamente para ayudar a otros.

“Reaccioné con mis valores, y no me enfoqué en los disparos y el pánico a mi alrededor”, agregó Brunning. “Empecé a hacer lo posible para clasificar a las personas heridas, cubrirlas y dirigir a otros”.

“Me llevé una perspectiva positiva de este incidente. Me siento orgulloso de ver cómo otros ayudaron a desconocidos, arriesgando sus vidas y descuidando su seguridad personal para ayudar a las personas heridas”.

Mike Streavel, de 28 años, exalumno de la promoción 2007 de Servite High School y exalumno de Cal State Fullerton estaba allí con unos amigos. Cuando comenzó el tiroteo, Streavel y su amigo, Jacob McCann de Plancentia, se habían movido a unos 50 pies del escenario.

“Inicialmente pensé que los sonidos eran fuegos artificiales o una distorsión de los altavoces”, dijo. “Pero a medida que continuaba el sonido, Jacob giró hacia mí y dijo ‘creo que me fracturé el brazo’. Mi amigo cayó al suelo y estaba gritando por el dolor, me coloqué sobre él para protegerlo. Pareció como que el tiroteo se prolongó durante 15 o 20 minutos. Era como una zona de guerra. Estábamos preocupados por ser pisoteados, eso fue lo más aterrador. Cuando los disparos se detenían, nos poníamos de pie y corríamos. Fue entonces cuando vimos sangre y supimos que a Jacob le dispararon cerca de la axila”.

“Sabía que no podía abandonar a Jacob. Somos como hermanos. Arriesgaría cualquier cosa, incluso si me mata”.

“Pude llevar a Jacob a un centro médico en una tienda de campaña donde recibió tratamiento; lo trasladaron al hospital donde fue operado. Fue dado de alta unos días después y está mucho mejor”.

“Definitivamente fue un acontecimiento que cambia la vida y quedas con una perspectiva diferente de la vida. Las pequeñas cosas en la vida son importantes para mí ahora. Vivo cada momento como si fuera el último y rezo todos los días por las 58 personas que no sobrevivieron”.

“El presenciar a los paramédicos, policías, bomberos y otros enfocados en el momento, aun frente al peligro, fue el acto de valentía más grande del que he sido testigo”.