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UNA EDUCACIÓN CATÓLICA

LOS ESTUDIANTES QUE ASISTEN A LAS ESCUELAS DEL SISTEMA DE LA DIÓCESIS DE ORANGE SE BENEFICIAN DE UN ENFOQUE ESTRUCTURADO EN LA FE Y EL APRENDIZAJE

By MALIE HUDSON     8/8/2017

Las escuelas católicas cuentan con un rico legado de proveer a los estudiantes desde el kínder a la secundaria con una educación de calidad, que los anima a superar los estándares académicos, y a la misma vez, fomenta las habilidades y talentos en los deportes y las artes.

Aunque algunas escuelas públicas pueden ofrecer oportunidades similares sin costo alguno, una educación católica ofrece otros beneficios que no tienen precio.

“Sobre todo y ante todo, enseñamos nuestra fe católica y compartimos con los estudiantes el valor de una tradición de fe, una tradición que pueden retener por el resto de sus vidas; a medida que crecen, pueden confiar en su fe para sobrevivir. Esto también les permite crecer de manera holística dentro del ámbito de la fe católica”, dice Sally Todd, superintendente asistente de las escuelas de la Diócesis de Orange. Ella asiste en la supervisión de 41 escuelas primarias y secundarias que sirven a más de 15,000 estudiantes.

A nivel académico, las escuelas de la diócesis han obtenido calificaciones superiores al promedio, y también han sido reconocidas a nivel nacional con prestigiosos premios. El año pasado, ocho escuelas de la Diócesis de Orange recibieron la distinción más alta del Departamento de Educación de los Estados Unidos a través de la Ley “Que ningún niño se quede rezagado” y la “Escuela de listón azul”. El programa honra a las escuelas públicas y privadas desde el kínder hasta el 12.º grado que son académicamente superiores en sus estados o demuestran progreso académico en el desempeño estudiantil.

“En base a los resultados de la prueba ‘Renaissance Star Test’ de enero de 2017, nuestras escuelas se ubicaron en el 65 por ciento a nivel nacional en lectura, el promedio fue del 50 por ciento. También nos ubicamos en el 73 por ciento en matemáticas, por lo que nos consideramos académicamente fuertes”, dice Todd. “Nuestro enfoque, en relación con el logro académico, es el crecimiento de los estudiantes. Queremos que los estudiantes que se encuentran en el 71 por ciento avancen al 72 por ciento. Así que no importa dónde se encuentre el estudiante en relación con el porcentaje, queremos verlos crecer aún más”.

Las escuelas católicas también promueven la comunicación entre la escuela y el hogar.

“Creemos, y con razón, que los padres son los principales educadores de sus hijos”, señala Todd. “Entendemos que trabajamos en colaboración con los padres en respaldar esa educación”.

En la escuela St. Norbert en Orange, el director Joseph Ciccoianni apoya este enfoque al trabajar con su Gremio de padres y maestros para crear soluciones y explorar ideas. Una de esas soluciones es el programa “Familia mentora” que conecta a una familia nueva a la escuela con una familia mentora que los guíe durante el primer año. Finalmente, las familias se convierten en amigos de toda la vida.

“El programa ha sido un éxito rotundo en ayudar a las nuevas familias a participar en las actividades escolares. Sabemos que las familias que tienen un mentor tienden a asistir a las reuniones de la asociación de padres y participan en otras actividades antes de lo que normalmente lo harían, porque son invitados por un amigo”, dice Ciccoianni.

Todos los planteles escolares cuentan con un programa de tecnología ‘uno a uno’, que equipa a cada estudiante con un iPad o un Chromebook. La instrucción individualizada es también notable en la diócesis. Este tipo de instrucción significa que los maestros cumplen con las necesidades individuales de los estudiantes donde se encuentren académicamente. Todd dice que ella cree que todos los estudiantes aprenden de manera diferente, y las escuelas católicas proporcionan este beneficio esencial.

La directora de San Simón y San Judas, Cristal Pinkofsky, ha enseñado en escuelas católicas por más de 30 años y ha sido testigo del crecimiento de la instrucción individualizada.

“Creo que hemos avanzado mucho en la diferenciación de nuestra instrucción para realmente ayudar a cada estudiante a alcanzar el mayor potencial. En nuestra escuela, tenemos seis de nuestros profesores dedicados exclusivamente a la instrucción individualizada”, explica Pinkofsky. “Así que, si tenemos estudiantes en el espectro del autismo, están ahí para apoyar a esos estudiantes y proporcionar lo que necesitan académicamente. Por el contrario, si tenemos estudiantes, por ejemplo, que son capaces de aceptar los desafíos de la geometría y la matemática avanzada, y los maestros han determinado que estos estudiantes han avanzado más allá del álgebra, entonces eso es lo que les asignamos. De modo que cuando llegan a la secundaria pueden cursar matemáticas avanzadas. Así que he visto este cambio en la educación católica a lo largo de los años, cuando antes simplemente no era posible hacer esto porque no contábamos con los recursos”.

Todd también acredita el estilo de gestión en la educación católica que beneficia el crecimiento de los estudiantes al permitir a que cada escuela prospere.

“Hay mucha más autonomía en las escuelas, mientras que en las escuelas públicas se observa una jerarquía de arriba hacia abajo. Los distritos escolares ordenan lo que se hace en las escuelas. En las escuelas católicas es todo lo contrario. En realidad, nuestra oficina establece las normativas y sirve como un consultor para las escuelas. Por lo tanto, el énfasis y la mayoría de decisiones en relación con el plan de estudios, lo académico o los libros que se utilizan se toman en la escuela local”.

Los deportes y las oportunidades para que los estudiantes se expresen a través de las artes abundan. Los programas de música, danza y arte se ofrecen en el cuidado después de la escuela, y los programas de atletismo también son una gran parte del éxito en la educación católica.

Las escuelas católicas en el condado de Orange continúan fijando sus metas cada año a medida que los objetivos son alcanzados y superados, y se convierten en una opción que vale la pena que los padres consideren para sus hijos.