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VIVIR LA VIDA EN UNIÓN CON JESUCRISTO

CENTENARES RECORDARON EN COLORIDO FESTIVAL CULTURAL Y RELIGIOSO A TODOS LOS SANTOS EN LA CATEDRAL DE CRISTO

By JORGE LUIS MACIAS     12/14/2017

Dios da descanso a todos los agobiados. A quienes han sufrido a causa de injusticia y tristeza, pero cuya fidelidad a Cristo no ha tenido fin.

Todos los que tuvieron que caminar por la vida y en soledad. Aquellos que no recibieron el cuidado que necesitaban y que vivieron solitarios porque fueron abandonados por sus hijos, fueron recordados en el Día de Todos los Santos.

Aquellos que no tienen nadie quien llore por ellos y que gozan de la amistad de los santos en el cielo. Las víctimas de desastres naturales como terremotos, huracanes o el genocidio en Las Vegas recibieron las oraciones y plegarias de centenares de feligreses.

“Jesús destruyó la muerte para siempre”, dijo el padre Daniel Reader, Director de Personal del Clero / Sacerdote en Residencia en la Catedral de Cristo. “Su muerte en la cruz es un signo de reconciliación que el Señor utilizó para abrirnos el camino hacia el Padre. Cristo venció al pecado y a la muerte desde su propia muerte en la cruz”.

Con este mensaje, el padre Reader enseñó que la cruz, para el cristiano deja de ser un instrumento de tortura y se convierte en signo de reconciliación con Dios, con nosotros mismos, con los hermanos y con todo el orden de la creación en medio de un mundo marcado por la ruptura y la falta de comunión.

El Día de los Muertos es, de hecho, una celebración de la vida. No es un momento para llorar a los seres queridos que han dejado este mundo, sino un momento para recordar las muchas cosas que disfrutaron durante esa vida.

“La muerte es parte de la vida, por eso la honramos”, expresó Edith Mercado, directora del grupo de danza folklórica Colibrí, e integrante de la Coalición de Folkloristas Unidos en Los Ángeles. “Nuestra misión es presentar lo más auténtico de las tradiciones que nos identifican a los latinos en Estados Unidos”.

En la plaza central de la Catedral de Cristo fueron armados altares en honor a los difuntos. Estuvieron a cargo de feligreses de las iglesias de San Joaquín, San Juan Bautista, San Bonifacio, Santa Bárbara, San Vicente de Paul, Misión Basílica San Juan Capistrano, Nuestra Señora del Pilar, Santa Cecilia, Loyola Marymount University, y los grupos de Jóvenes para Cristo y de la Renovación Carismática del condado de Orange.

 

“ya están en el reino
de dios”

“Nos hemos reunido para celebrar a aquellas personas, madre o padre, abuelos, familiares que nos antecedieron en la muerte y ya están en el reino de Dios”, dijo en la homilía, el diácono Guillermo Torres, director del Ministerio Hispano en la Diócesis de Orange. “El Evangelio nos dice que hay que estar preparados”

Basado en el Evangelio de San Juan 14:1-5 “No se turben; crean en Dios y crean también en mí.  En la casa de mi Padre hay muchas habitaciones. De no ser así, no les habría dicho que voy a prepararles un lugar.  Y después de ir y prepararles un lugar, volveré para tomarlos conmigo, para que donde yo esté, estén también ustedes.  Para ir a donde yo voy, ustedes ya conocen el camino”,  Torres narró que en el año 2015, una señora llamada Ofelia le llamó para que fuera a bendecir un lugar específico entre las calles 17th y Fairview de Santa Ana, porque allí había muerto José, el hijo de ella.

“Ella plantaba cempasúchiles y los regaba con las lágrimas de sus ojos”, dijo. “Fue un momento muy emotivo al ver que una madre que acababa de perder a su hijo, quien fue atropellado por un automóvil que no se detuvo; el dolor de esa madre me conmocionó inmensamente. No entendía para que quería que fuera a bendecir ese lugar que me pedía…pero ella, con sus lágrimas honraba la vida de su hijo y yo me sentí como un tonto. Ella quería encontrar esa paz que Jesucristo nos promete y saber con certeza que Él tiene un lugar especial para nosotros en el cielo”.

En aquel lugar que la madre honró estaba el último árbol que José podó en su vida.

“Ahí, Ofelia y yo lloramos juntos…rociamos agua bendita en ese lugar especial, así como especial es el lugar que Jesucristo ya tenía en el cielo para José”.

En aquel rito, el amor incansable de esa madre llegó a su hijo a través de sus oraciones, porque Jesús estaba acompañándolos, “porque él es nuestro camino y nuestro destino, y su misericordia bendice a todos nuestros fieles difuntos”.