Los laicos, de alguna manera no saben cómo trabajar con la modernidad ni transmitir los valores de evangelización, moralidad o espiritualidad a las nuevas generaciones, y en relación con los movimientos apostólicos dentro de la Iglesia, el padre Efraín Flores, director espiritual de la Renovación Carismática en la Diócesis Católica Romana de Orange, advirtió de otros peligros.
He aquí, algunas reflexiones que el sacerdote compartió con la comunidad hispana:
Primer peligro: El movimiento no deja ver la universalidad de la Iglesia y la riqueza de los carismas. “Perdemos la referencia universal que es la Iglesia”, dice Flores, párroco de la Iglesia de San José, en Santa Ana. “Uno de los peligros es que solamente queremos ver a los nuestros y no queremos a los demás”.
De hecho, la oficina para los Ministerios Hispanos de la Diócesis de Orange quiere que todos sean uno.
“La respuesta [de los asistentes a la misa de agradecimiento] ha sido pequeña porque no hemos asimilado que todos los movimientos somos la Iglesia”, afirmó el sacerdote. “Cada uno vive como si fuera su propia capilla; si los coordinadores y mesas coordinadoras ayudáramos a descubrir que todos somos Iglesia: Neocatecumenado, Cursillistas, Jóvenes para Cristo, Renovación Carismática, Encuentro Familiar Cristiano, etc., si estamos juntos, entonces podremos decir que es una riqueza, pero nuestra visión es corta y limitada. No hemos aprendido que ser Iglesia es estar todos juntos, vivir la universalidad en lo particular”.
Segundo peligro: Cuidar que el movimiento no subraye uno o más aspectos de su propio carisma y acabe por secularizar al laico. No solamente se debe tener visión hacia el mundo, porque entonces se caería en el riesgo de ser un activista, pero sin trabajar por el Reino de Dios.
“Haciendo solamente cosas sociales se pierde la identidad de nuestro movimiento apostólico”, dijo el padre Flores. “Se pierde la dimensión primaria de su propia identidad”.
Tercer peligro: Si se presenta una actitud de clericalización, es decir, todos se consideran monjas o pequeños sacerdotes. Se enfocaron en lo puro y sacramental, pero nada de trabajo en las cosas trascendentes del mundo.
“Es el conflicto de estar todos afuera o todos adentro”, señaló el padre Flores. “Los laicos deben encontrar el balance de cuidar estar presentes en las cosas del mundo, pero también cuidar de las cosas de la Iglesia.
“Algunos movimientos quieren despertar espiritualidades del siglo pasado y lo que se produce es ir a la Iglesia no como un encuentro personal con Jesucristo, sino como una junta de problemas familiares y del mundo”, destacó. “Muchas veces, nuestra gente viene no porque le interesa el movimiento, sino que vienen escapándose de alguna situación familiar y toma al grupo como una fuga del mundo. Esa no es una actitud correcta y al final pagamos el precio porque esto se va a proyectar en la comunidad: su visión de la vida y el mundo está viciada por lo que le trajo al grupo”.
Los movimientos eclesiales ocuparon un puesto muy especial en el corazón de san Juan Pablo II, quien los consideraba uno de los dones más grandes desde el inicio de su pontificado, todo con la esperanza para que los hombres alcanzáramos la salvación.
Al final decía: “Yo quiero ver los movimientos en la Iglesia”. Pero el cardenal Joseph Ratzinger, Papa Benedicto XVI exclamó: “Yo quiero ver la Iglesia en Movimiento”.
Y, desde el inicio de su pontificado, el Papa Francisco ha demostrado su cercanía a los movimientos eclesiales y las nuevas comunidades encontrándose con ellos, poco después de su elección al solio pontificio, con motivo del Año de la Fe, en la solemnidad de Pentecostés de 2013, y dirigiéndoles, antes del Regina Coeli, estas palabras: “¡Son un don y una riqueza para la Iglesia! […] ¡Lleven siempre la fuerza del Evangelio! ¡Tengan siempre el gozo y la pasión por la comunión en la Iglesia!” (19 de mayo de 2013).
Cuarto peligro: A la hora de acentuar un carisma y mostrarlo como si fuera el camino para llegar a Cristo, no como una forma de existencia cristiana, cuando solamente es una expresión de la Iglesia.
“Si ustedes absolutizan su movimiento, perdemos toda relación con la Iglesia universal y creemos que Dios se mueve solo dentro de nosotros, pero no en los demás que no son parte de nuestro club”, dijo. “Nosotros tenemos una gran bendición de movimientos que debemos valorar, apreciar y estar atentos a las mociones del Espíritu Santo de Dios que va inspirándonos para poder seguir sirviendo al pueblo de Dios”.