“No podemos amar a los otros si no nos amamos a nosotros mismos”.
Así lo afirma Josué Guadarrama, estudiante de doctorado en Psicología de Consejería en la Universidad del Estado de Washington (WSU), quien afirma: “La persona tiene un mecanismo innato para sanar. No importan las dificultades que haya pasado; Dios ha creado algo dentro de nosotros para que vayamos sanando, y por ello tenemos que conocer esa parte que está dentro de nosotros en las buenas y en las malas”.
Las personas más pobres y ricas tienen el mismo tiempo para ser felices. ¿Qué es lo que hace felices a las personas? ¿De qué manera explotamos todo nuestro potencial?
“Si una persona se ama a sí misma es más probable que sea más caritativa, haga más trabajo voluntario y tenga mejores relaciones con los demás”, dijo. “Jesús siempre puso al hombre en el centro y los fariseos le cuestionaban ¿Vas a sanar en este día que no se puede? (Marcos 3: 1-6) Jesús sanó al tullido porque quería mostrar que el hombre es el centro de su mensaje y que el día se hizo para el hombre, no el hombre para el día”.
Cuando el evangelista Lucas habla de las plataformas del ministerio de Jesús, indica: “El Espíritu del Señor esta sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor”. (Lucas 4: 18).
Guadarrama, quien es un licenciado en Comunicación Interpersonal y Psicología de CSU Fullerton, expuso que la teoría psicológica exterioriza que no sanamos hasta que nos amamos y nos aceptemos a nosotros mismos. Y si no nos amamos será complicado encontrar esa fuerza divina que hay dentro de nosotros para servir y amar a los demás.
“Un amor sano hacia nosotros no es el amor egoísta. Ya que al amarnos como Dios nos ama nos da la capacidad de entregarnos a las personas. Al mismo tiempo, ese amor nos permite poder encontrar ese espacio de sanación personal, lo cual sana las heridas acumuladas a través de nuestras vidas y solo sanos podemos entregarnos a hacer el bien a la humanidad,” expresó. “Muchas veces se nos dificulta amarnos a nosotros mismos por situaciones ocurridas en nuestro pasado, eventos, o aun palabras que nos han dañado y que llevamos dentro de nosotros. Acontecimientos e individuos que impactaron negativamente nuestra persona y nos limitan”.
Durante el taller denominado “Ámense los unos a los otros. Así como yo los he amado” (Juan 13: 34-35), Guadarrama, un migrante mexicano que arribó a Estados Unidos a la edad de 8 años, dijo a sus alumnos del Instituto para la Pastoral de Ministerios de la Diócesis de Orange, que nunca es tarde para sanar; porque dentro del ser humano se encuentra esa fuerza innata para lograrlo.
“Hay una frase que dice ‘perro viejo no aprende nuevos trucos’. Aprender no es sencillo, pero es mucho más difícil olvidar lo aprendido, aunque la neuroplasticidad nos dice que sí se puede cambiar,” declaró Guadarrama.
La neuroroplasticidad es la potencialidad del sistema nervioso de modificarse para formar conexiones nerviosas en respuesta a la información nueva, la estimulación sensorial, el desarrollo, la disfunción o el daño.
En general, la neuroplasticidad suele asociarse al aprendizaje que tiene lugar en la infancia, pero sus definiciones van más allá y tienen un recorrido histórico. Hay diversos componentes bioquímicos y fisiológicos detrás de un proceso de neuroplasticidad y esto lleva a diferentes reacciones biomoleculares químicas, genómicas y proteómicas que requieren de acciones intra y extra neuronales para generar una respuesta neuronal.
“Jesús nos dice que estemos con Él, que nunca nos podemos salir de Él”, dijo. “Sean perfectos, como su Padre celestial es perfecto” (Mateo 5:48)”.
San Pablo, desarrollando una argumentación filosófica con lenguaje popular, expresa una profunda verdad: a través de la creación los “ojos de la mente” pueden llegar a conocer a Dios.
En efecto, mediante las criaturas Él hace que la razón intuya su “potencia” y su “divinidad” (Romanos 1: 20).
Así pues, se reconoce a la razón del hombre como una capacidad que parece superar casi sus mismos límites naturales: no sólo no está limitada al conocimiento sensorial, desde el momento que se reflexiona críticamente sobre ello, sino que argumentando sobre los datos de los sentidos puede incluso alcanzar la causa que da lugar a toda realidad sensible.
“Lo que más me impactó es haber aprendido a saber cómo dejar el pasado atrás y no pensar en el futuro [que no existe], sino vivir el presente para estar en paz conmigo misma y poder compartir memorias sin un alto nivel de estrés”, dijo Gabriela García, coordinadora de ministros lectores en la parroquia San José de Santa Ana. “Generalmente nos dedicamos a vivir del pasado y el futuro y no tenemos disciplina para ser más espontáneos en el presente para estar en condiciones de dar más amor a mis vecinos, amigos y familiares, es decir, crear recuerdos de amor en mi hermana, mi mama o en mi sobrina”.
Guadarrama dijo que para amarnos unos a otros, como es el mandato de Dios, no es suficiente sólo entender la Biblia y la Tradición de la Iglesia o el avance de la ciencia, sino de entender que Dios habla siempre dentro del contexto histórico de la humanidad para explorar sus habilidades para que el ser humano trascienda en Su amor.
Guadarrama explicó que la ciencia, al igual que la Iglesia siempre está en constante cambio y no solo se requiere la Biblia y la Tradición, sino también la evolución del hombre. Al mismo tiempo, Dios habla dentro del contexto histórico del hombre para que explore sus habilidades y las desarrolle en su totalidad para que trascienda en el amor.
“La teología de San Pablo nos dice que nunca nos salimos de Dios, y Dios y la ciencia apuntan al progreso de la persona”, dijo. “Pierre Teilhard de Chardin, un Sacerdote Jesuita mira al ser humano desde la perspectiva de evolución y Jesús nos dice que respiremos con Él, que vivamos con Él. Sin embargo, generalmente estamos en autopiloto, actuando fuera de la conciencia del presente. Necesitamos hacer una pausa en la vida para reconectarnos, lo que he compartido es una teoría psicológica y la ciencia diría que tenemos un espacio o mecanismo innato para sanar y amar. Ese espacio lo ocupa Dios”.