nacional

ARZOBISPO PIDE MANERA HUMANITARIA DE APLICAR LEYES DE INMIGRACIÓN

By Lou Baldwin, Catholic News Service     3/27/2017

FILADELFIA (CNS) — Karol Díaz, estudiante de quinto grado de la Escuela Asunción B.V.M. en West Grove, fue una de las personas más jóvenes que acudieron a la Liturgia de la Palabra por la justicia para los inmigrantes y refugiados, encabezada por el arzobispo Charles J. Chaput el 19 de marzo en la basílica catedral de san Pedro y san Pablo en Filadelfia.

En pocas palabras, Karol conoció el corazón del asunto.

“Estoy aquí por mis padres. Ellos son inmigrantes y no tienen papeles”, dijo.

Al mismo asunto se dirigió el arzobispo de Filadelfia en su homilía cuando habló del miedo y la ansiedad en la comunidad inmigrante.

“Los padres tienen miedo de ser separados uno del otro y de sus hijos”, dijo el arzobispo Chaput. “Los niños tienen miedo de que al regresar a casa de la escuela, sus padres se hayan ido”.

El propósito de la liturgia, dijo el arzobispo, fue reunirse como iglesia para orar y reflexionar sobre el tema de inmigración, el cual es fuente de gran división y polarización hoy en los Estados Unidos.

“Ya que somos cristianos tenemos una seria obligación, una vocación, de preocuparnos por la justicia, la caridad y la misericordia”, dijo.

Reconoció que hay gente buena en ambos bandos de este tema y, como seguidores de Jesucristo, “necesitamos resistir la tentación de demonizar a aquellos con los que estamos en desacuerdo”, dijo. “Desafortunadamente, los que se oponen a la inmigración han convertido este asunto en un arma contra los demás — especialmente contra los inmigrantes”.

“Es importante, para aquellos que somos cristianos, ser la fuente de justicia y una fuente de paz en la iaglesia y en el mundo”, agregó.

El arzobispo Chaput dejó muy claro de qué lado está la Iglesia Católica y los obispos católicos de Estados Unidos. “Creemos que un buen gobierno debe darle la bienvenida al extranjero brindando caridad y respeto por el ser humano”, dijo en su homilía.

Con la ayuda del padre Thomas Viviano, la homilía fue traducida simultáneamente al español, el idioma de buena parte de las aproximadamente 200 personas que estaban presentes.

“Creemos que la gente tiene derecho a inmigrar cuando ellos necesitan encontrar trabajo y las formas de mejorar la vida de sus familias”, dijo el arzobispo Chaput a la congregación. “Es cuestión de derechos humanos básicos”.

Al mismo tiempo, los obispos creen que “un país tiene derecho a un proceso de inmigración ordenado”, dijo, agregando que “la aplicación de las leyes de nuestro país (es) importante”.

Los inmigrantes que son culpables de crímenes como contrabando, tráfico de drogas y tráfico humano deben ser deportados, reconoció el arzobispo Chaput, pero cuando se trata de hacer cumplir las leyes de inmigración la familia debe ser respetada por encima de todo.

“No podemos separar a las familias unas de otras o a los padres de sus hijos. La aplicación de la ley debe ser humana y proporcional”, dijo.

Al inicio de su homilía, el arzobispo Chaput citó de las lecturas de oficio para el día, del Libro del Éxodo, el cual fue muy acertado para la ocasión: “Al extranjero no maltratarás ni oprimirás, porque extranjeros fuisteis vosotros en la tierra de Egipto”.

De hecho, muchos de los presentes en el servicio no eran inmigrantes sino descendientes de antepasados que lo fueron.

“Mis padres vinieron desde Alemania, desde Bavaria”, dijo la hermana trinitaria Bernadine Schmalhoffer, quien acudió en solidaridad con los inmigrantes. “Fue duro y tuvieron que luchar para ganarse la vida y estoy segura de que estas personas pobres lo harán”.

El padre John Newns trajo un autobús lleno con 25 de sus parroquianos de la iglesia Santa Ana de Phoenixville y la mayoría eran de hecho inmigrantes aunque sus hijos pequeños nacieron aquí. “Mucha de nuestra gente es de México y Guatemala”, le dijo a CatholicPhilly.com, el portal de noticias arquidiocesano.

Independientemente de cuál sea su lugar de nacimiento, ellos apreciaron el servicio. “Todo fue maravilloso”, dijo Ángel Julián, quien vino con el grupo de Santa Ana. “Soy estadounidense, aunque mucha gente aquí no lo es. Pero como dijo el arzobispo, todos somos hermanos y hermanas, todos somos lo mismo”.