Supongamos que ha trabajado semanas laborales de 60 horas durante años para convertir su negocio de acuarios en una empresa rentable. ¿Cuál sería la última de las cosas que querría hacer en sus vacaciones? Pescar. Eso es correcto: bichos escamosos de todos los colores, formas y tamaños, juntos con filtros, limpiadores de algas, plantas de plástico, piedras y esos lindos buceadores con cascos de protección.
Sin embargo, cada vez que un sacerdote toma un merecido descanso, a menudo se dedica a los elementos mismo que son la base de su trabajo cotidiano. El sacerdote ora y medita sobre su vida y su relación con Dios. Usted puede ser el dueño de un próspero negocio de acuarios, pero él tiene una llamada espiritual de por vida.
Pocos en la Diócesis se dan cuenta de que el clero local cuenta con un lugar para relajarse y reconectarse con su fe a un nivel personal: la oportunamente llamada ‘Casa de Oración para los sacerdotes’.
Los que visitan la Casa de Oración –los sacerdotes pueden quedarse por uno o varios días– pueden relajarse en soledad o compartir un tiempo con otros. La Casa de Oración se compone de pequeñas casitas, estilo Santa Fe, que pueden acomodar hasta ocho visitantes, así como capillas separadas de oración y para la Eucaristía, explica el padre Steve Sallot, vicario general de la Diócesis.
El director de la Casa de Oración se encarga de todo, desde pagar facturas, llamar a los plomeros, hasta estar al servicio de los sacerdotes visitantes. Un hombre dedicado ha trabajado diligentemente en esta capacidad durante más de tres décadas: el padre Gordon Moreland.
“He trabajado con el padre Moreland a lo largo de los años”, dice el padre Steve. “Él ha proporcionado una gran cantidad de dirección espiritual, confesiones, asesoramiento y conversaciones uno-a-uno con los sacerdotes. Durante todos estos años, ha participado en nuestros retiros anuales, nos ha dirigido en días de oración durante el Adviento y la Cuaresma, y ha prestado servicios en importantes mesas directivas y comités.
“El padre Moreland ha sido parte de la Diócesis, y ha sido testigo de su crecimiento a través de los años”, agrega Steve, “por ende, es parte de la historia de la Diócesis”.
“Aquí en la Casa de Oración nos sentimos parte de una fraternidad, especialmente en la mesa”, indica el padre Moreland, sacerdote por 53 años. “También compartimos un poco durante la Misa. Creo que el compañerismo es una parte muy importante de la experiencia aquí. Sin embargo, estamos aquí para reflexionar sobre nuestra vida y nuestra fe”.
Puesto que el cambio es en última instancia la única constante real en la vida, la Casa de Oración para los sacerdotes ahora está bajo la dirección del padre Doménico Di Raimondo, quien tiene planes de mudarse el 20 de julio.
“Después de que los discípulos salieron a hacer ministerio con la gente, regresaron emocionados con su misión –pero muy cansados”, explica el padre Doménico. “Así que decidieron reunirse en un lugar específico para hablar, descansar y disfrutar de la compañía del otro. Eso es lo que viene a la mente cuando pienso en la Casa de Oración: orar con el Señor y recargar nuestras baterías”.
El padre Doménico empezó a trabajar inmediatamente. Sus objetivos iniciales, aprobados por el obispo Kevin Vann, incluyen escribir la historia de la Casa de Oración –una historia en la que el padre Moreland juega un papel vital– y conectar con otros sacerdotes para pedirles sus sugerencias sobre el futuro de la Casa de Oración.
“Estoy muy emocionado de estar aquí”, dijo el padre Doménico. “El proyecto es una fuente de energía”.
En repetidas ocasiones enfatiza un elemento clave: el trabajo en equipo. “No quiero que esto sea el trabajo de un solo hombre”, dice. “Mi plan es formar un comité consultivo con sacerdotes, un equipo que trabaje para el beneficio de todos los sacerdotes en la Diócesis”.
El padre Doménico señala que su experiencia –sirvió como supervisor provincial de los Misioneros del Espíritu Santo y como superior general, este último puesto supervisa las iniciativas en todo el mundo– le ha enseñado a ser “un amigo y un hermano de todos los sacerdotes. Podemos trabajar hombro a hombro, compartiendo nuestras vidas, nuestras alegrías y nuestras penas”.
Uno de sus objetivos es formar un equipo de sacerdotes que esté disponible para los visitantes de la Casa de Oración. Otro es enfatizar grupos de apoyo, donde, explica, “los sacerdotes puedan reunirse y hablar honestamente sobre sus vidas personales, sus problemas, su trabajo y su futuro”.
El trabajo del padre Doménico también implicará conectarse con los feligreses de la Diócesis.
“¿Cómo podemos hacerles saber que existe la Casa de Oración para los sacerdotes?”, pregunta. “Necesitamos hacer eso. También debemos utilizar los medios de comunicación”.
Para ello, la Diócesis creará un sitio web donde compartirá con los feligreses todo lo relacionado con la Casa de Oración. Una vez se ponga en marcha eso, el padre Doménico quiere la participación directa de los feligreses.
“Con el apoyo de los otros sacerdotes, me gustaría establecer un comité consultivo laico, hombres y mujeres en la Diócesis, quienes nos proporcionarán información y comentarios muy importantes”.
El padre Sallot probablemente habla por todos los sacerdotes locales cuando dice: “La Casa de Oración está diseñada para ayudarnos a regresar al centro del por qué hacemos lo que hacemos. Se trata de reafirmar nuestra relación personal con Jesucristo, y a veces necesitamos un tiempo apartado para hacerlo”.