“Con Dios todo es posible”, dijo el Obispo Kevin Vann a miles de peregrinos de diferentes nacionalidades quienes celebraron el evento Espíritu Inmigrante de Estados Unidos. “Gracias por su testimonio de vida; ustedes son una señal de la verdad, persistencia y del amor de Él”.
Las palabras del Obispo de la Diócesis Católica de Orange causaron el gozo de los asistentes a la Misa del domingo 17 de julio. Celebrada en la Catedral de Nuestra Señora de Los Ángeles, donde el arzobispo José H. Gómez rogó por la intercesión de Santo Toribio Romo, “para que ya no haya más deportaciones y que millones de niños y familias no sufran más”.
“Le he pedido a Santo Toribio, que es un gran intercesor, que se ponga un alto a las deportaciones”, expuso el Arzobispo de la Diócesis de Los Ángeles. Santo Toribio Romo Gonzales fue un sacerdote asesinado durante la llamada “Guerra de los Cristeros”, por parte de tropas del gobierno mexicano, que atacaba la libertad religiosa. Es considerado como el “protector de los inmigrantes”.
Al mismo tiempo los feligreses de las Diócesis de Orange, San Bernardino y Los Ángeles se congregaron para aumentar la conciencia de la urgente necesidad de una reforma migratoria integral. Recordando el llamado a ser misericordiosos y compasivos en este Año de la Misericordia.
“Nosotros no representamos ningún partido político, pero sepan que la Iglesia nunca abandonará a los inmigrantes”, expresó Monseñor Timothy Dyer. “Nosotros estamos sufriendo por el cruel sistema de inmigración, sin embargo hoy Cristo sigue vivo en el inmigrante”.
El pastor de la Iglesia St. Patrick, de le Archidiócesis de Los Ángeles, expresó que ante esta realidad todo católico es llamado a ayudar a feligreses en sus parroquias a ser transformados con una actitud inclusiva y que los residentes permanentes se hagan ciudadanos, y así tener el derecho de votar.
En febrero pasado, la Conferencia Católica de California principió una iniciativa para promover que más de dos millones de inmigrantes en el estado tramiten su ciudadanía estadunidense.
“Ha sido un esfuerzo para naturalizar a residentes permanentes que no se han dando cuenta plenamente de la importancia de la ciudadanía”, dijo Greg Walgenbach, director de la Oficina de Vida, Paz y Justicia de la Diócesis de Orange. “La Iglesia quiere acompañar a los inmigrantes en su camino; especialmente en este año de la misericordia”.
Por su parte, el Padre Agustín de la Vega, Sacerdote Legionario de Cristo, dijo que “lo único que podemos hacer los inmigrantes es demostrar que somos una bendición para Estados Unidos, con nuestro testimonio de vida, nuestro trabajo, nuestra mano de obra y nuestra confianza en el poder de la oración y la misericordia de Dios”.
“Los inmigrantes deben que abrir los ojos para ver esta realidad”, añadió el conductor del programa “Levántate y Camina” de Guadalupe Radio, de la ciudad de El Monte, CA.
el drama de un joven salvadoreño
“En El Salvador la vida era muy fea porque las pandillas nos molestaban mucho y amenazaban nuestra vida”, compartió Juan Samayoa, oriundo de Santa Ana, El Salvador. Quien representó a uno de decenas de miles de menores no acompañados que emigraron a Estados Unidos. “Los pandilleros querían que me uniera a ellos o que me atuviera a las consecuencias”.
Samayoa, de 17 años, dijo que las bandas criminales llamaron por teléfono a su abuela y le dijeron encontraría el cuerpo de Samayoa una bolsa negra.
Fue como Juan tomó la decisión de venirse a Estados Unidos. Se escapó y sin decirle nada a su familia llegó a Estados Unidos en diciembre de 2014.
“En el camino no tenía que comer; dormía en la calle y siguiendo a otros muchachos llegué a México”, contó. “Crucé el rio en un flotador y ahí estaba inmigración; me detuvieron y me enviaron a Miami, FL y de allá me mandaron con una trabajadora social de Los Ángeles, CA”.
Juan recibió el apoyo de su madre, Irene Pacheco y tuvo la suerte que su caso fue peleado por abogadas hasta que recibió asilo. Hoy asiste a la escuela secundaria Hart High School en Santa Clarita; ha recibido un número de seguro social y una tarjeta de identificación.
“Hoy me va muy bien”, expresó. “Estoy muy contento y estoy agradecido con Dios y con este gran país”.
historias de refugiados de vietnam
“Yo pude escapar de Vietnam como refugiada”, dijo Anna Nguyen, nacida en Saigón, en 1947. “Fui encarcelada por el gobierno comunista, al igual que mi esposo. Recuerdo que nos daban comida echada a perder; comida que ni siquiera los animales se comían”.
Anna llegó a Estados Unidos en 1988, procedente de Tailandia, donde el gobierno estadunidense y la Iglesia Católica le ayudaron para viajar a Estados Unidos. Ella es feligrés en la iglesia de la Misión de San Gabriel.
Asimismo, la historia de Anna Nguyen se conecta a la historia de los padres de Sophia Tran, Joseph y Anna Tran, quienes huyeron de Vietnam y arribaron como refugiados en Camp Pendleton durante la Guerra de Vietnam.
“La lancha donde huyó mi padre fue atacada por piratas”, narró la mujer Vietnamita-Americana, de segunda generación, quien nació en Estados Unidos. “Mi padre me ha contado que a las mujeres y a los niños los violaron, hasta que fueron rescatados” en la isla de Galang, Indonesia.
Durante la misa se ofrecieron oraciones en Inglés, Español, Vietnamita, Francés, Polaco y Sueco en honor a familias, que viven en las sombras de esta sociedad y que sufren pobreza y son divididas a causa de la deportación de alguno de sus miembros.