Mundo

CON TAN SóLO UNA SONRISA DE UNA FAMILIA AMOROSA SE PUEDE ABRIGAR A UN MUNDO FRíO, DICE EL PAPA

By carol glatz catholic news service     10/22/2015

CIUDAD DEL VATICANO (CNS) — La sonrisa y el amor de una familia pueden iluminar el mundo, brindando calidez y esperanza a las comunidades que están envueltas en el frío, sin vida y deprimidas, dice el papa Francisco.

“Ni la ingeniería económica ni la política es capaz de sustituir ésta contribución de las familias”, dijo el 2 de septiembre durante su charla en la audiencia general en la Plaza de San Pedro.

A diferencia del proyecto de Babel que “edifica rascacielos sin vida”, dijo, “el Espíritu de Dios, por el contrario, hace florecer los desiertos”.

La catequesis del papa sobre la familia observó la importancia de las familias cristianas que viven su fe y la comparten con los demás. Al experimentar el amor de Dios, las familias “se transforman y se completan” con un sentido desbordante de ir más allá de ellos mismos y abrazar a todas las personas, especialmente los más necesitados, como hermanos, hermanas, hijos e hijas, explicó.

La sabiduría encerrada en el amor verdadero y afecto real, el que ni se compra ni se vende, “es el mejor legado” que uno puede recibir de la familia, dijo. La “gramática” del amor se aprende en la familia, “de lo contrario es muy difícil de aprender”.

Pero se le pide a las personas que vivan su vida familiar dentro del plan de Dios, dijo, y en “la obediencia a la fe y en convenio con el Señor”, que protege a las familias, “los desvincula del egoísmo, los custodia de la degradación y los pone a salvo para la vida que no muere”.

Las familias que viven en alianza con Dios “están llamadas a contrarrestar la desertificación comunitaria de la ciudad moderna”, dice el papa.

Las ciudades de hoy en día se convirtieron en espacios desertificados por “la falta de amor, por falta de sonrisas”. Se puede encontrar muchas diversiones, muchas cosas “para perder tiempo, para hacer reír, pero falta el amor”, agregó el papa.

El padre o la madre que puede sonreír a pesar de estar ocupados con el trabajo y la familia —esa es la familia que es capaz “de vencer esta desertificación de nuestras ciudades. Y esta es la victoria del amor de la familia”, dijo entre aplausos.

“Tenemos que salir de las torres de Babel y de las habitaciones blindadas de las élites, para frecuentar de nuevo las casas y los espacios abiertos de las multitudes, abiertos al amor de la familia”, dijo el papa Francisco.

Esta “comunión de los carismas” de los hombres y mujeres que viven en el Sacramento del matrimonio y los concedidos a la consagración “está destinada a transformar la Iglesia en un lugar plenamente familiar para un encuentro con Dios”, indicó.

Las familias que viven en el Evangelio y el amor de Dios son “una bendición para los pueblos: vuelve a traer la esperanza a la tierra”, dijo. Su ejemplo y acciones son capaces de cosas “impensables”.

“Una solo sonrisa milagrosamente arrancada a la desesperación de un niño abandonado, que vuelve a vivir”, dijo el papa Francisco, “nos explica el obrar de Dios en el mundo más que mil tratados teológicos”.

Todos esos hombres y mujeres capaces de arriesgar y sacrificarse por un hijo que no es el suyo “nos explican cosas del amor que muchos científicos ya no comprenden”, y nos brindan pruebas adicionales que las acciones y gestos que provienen desde el corazón “son más elocuentes que las palabras”, dijo.

El papa pidió a las personas que imaginaran si el timón de la historia de la sociedad, de la economía y de la política se entregara por fin a la alianza del hombre y la mujer, trabajando juntos, con la mirada dirigida a las generaciones futuras. Los temas de la ecología, la casa, la economía y el empleo “tocarían una música distinta”, dijo.

“No perdamos la esperanza”, agregó. “Donde hay una familia con amor, esa familia es capaz de caldear el corazón de toda una ciudad con su testimonio de amor”. También pidió para que el Espíritu Santo traiga “un alegre desorden” a las familias, y la ciudad del hombre “salga de la depresión”.

Al final de la audiencia general, el papa Francisco recordó el final de la Segunda Guerra Mundial en Japón hace exactamente 60 años, y lanzó un llamamiento para el final de todas las guerras, pidiendo que el mundo de hoy no experimente “el horror y el sufrimiento espantoso de tragedias similares”.

Haciendo eco del Beato Pablo VI, el papa dijo: “Guerra, nunca más”, y recalcó la difícil situación actual de las “minorías perseguidas, los cristianos perseguidos y la locura de la destrucción”.

También criticó “a aquellos que fabrican y trafican las armas; armas manchadas de sangre, armas empapadas en la sangre de tantos inocentes”.