Una de las razones principales por la que los puritanos se separaron de las iglesias protestantes, y zarparon hacia el Nuevo Mundo, fue su objeción al materialismo y el desenfreno general durante la temporada navideña. Si la Europa del siglo XVII estaba en camino a la perdición debido a las extravagancias navideñas, ¿deberíamos empezar a orar?
¿Hay algo de malo en que desde el primer mini-chocolate Snickers de Halloween hasta la última gota de champán en las primeras horas del Año Nuevo tengamos tan altas expectativas y nada de fuerza de voluntad? ¿Acaso los regalos sinceros a la familia y amigos, las fiestas con comida y bebida abundante y la alegría de la estación son razones para buscar el confesionario? ¿Se puede disfrutar de una Navidad humilde y todavía divertirse?
“Para Dios, todo es posible”, dijo Jesús en Mateo 19:26. Esta declaración la pronuncia justo después que le dijo a Pedro y a los Apóstoles que es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico entre por las puertas del cielo. El secreto es el desapego al camello del materialismo. Si logras bajarte del camello, la misericordia de Dios va a ayudarte a pasar a través de la puerta.
Pero Dios no es un aguafiestas. Jesús comenzó su ministerio en la celebración de un matrimonio, la fiesta era tan grande que el anfitrión se quedó sin vino. En vez de predicar sobre la abstinencia, Jesús trajo un mejor vino a la fiesta. Y quizá ese sea el pequeño cambio de paradigma que debemos hacer en las fiestas navideñas de este año. ¿Cómo podemos conseguir un mejor vino –que caliente el cuerpo y eleve el alma? Un vino que dure mucho más tiempo, incluso después que se aguarden los adornos navideños.
El año pasado, en su discurso navideño, el papa Francisco dijo: “En una sociedad que con frecuencia está intoxicada por el consumismo y el hedonismo, la riqueza y la extravagancia, las apariencias y el narcisismo, este Niño Jesús nos llama para que actuemos con sobriedad, en otras palabras, para que actuemos de una forma simple, balanceada, consistente, para ser capaces de ver y hacer lo que es esencial […] En medio de una cultura de indiferencia que se vuelve despiadada, nuestro estilo de vida debería ser devoto, lleno de empatía, compasión y misericordia”.
A medida que terminamos el Año del Jubileo de la Misericordia, debemos iniciar la temporada navideña con una reflexión sobre el año que termina en términos de nuestra entrega de devoción, empatía, compasión y misericordia. Si estamos cortos en algunas de estas cosas, aún hay tiempo. Estas riquezas que entregamos a nuestra familia, amigos e incluso a desconocidos, durarán más tiempo que cualquier otro regalo, independientemente de su costo. Mejor aún, estos son regalos que retribuyen, en términos de la verdadera alegría. Santa Claus entiende la alegría de dar cuando se ríe con un “Jo, Jo, Jo”. Él es feliz al dar –a pesar de que no hay ningún regalo para él en la mañana de Navidad.
Existe una diferencia muy leve entre la entrega de regalos y utilizar las cosas materiales para reemplazar el amor verdadero. De acuerdo con Katie Dawson, directora parroquial de la Formación de la Fe para la Diócesis de Orange, “todas las cosas deben ser utilizadas en el contexto de acercarnos más a Dios. Cuando adoptamos un estilo de vida de consumismo desenfrenado, ¿estamos realmente utilizando las cosas para que nos acerque más a Dios? ¿O vamos de compras como un medio de diversión o en busca de satisfacción?”
Nos despertamos el 2 de enero con los cobros de las tarjetas de crédito y una casa llena de cosas que a menudo terminan en la basura o en la cesta de donaciones, antes de que el ciclo comience de nuevo.
El Día de Acción de Gracias, la Navidad y todos los regalos de la temporada no deben ser tacaños o puritanos, sino extravagantes en significado. El secreto de la felicidad durante la temporada navideña es el de mantener el espíritu de lo que realmente importa. El espíritu del mundo está enfocado en lo material, Dios nos llama a tomar su magnífico universo y utilizarlos para acercar nuestras vidas a Él. Pero no es fácil. Dawson añade que las cosas buenas y materiales pueden ser utilizadas para desviarnos, y peor aún, pueden convertirse en un dios. Cuando las posesiones materiales y el confort físico son tan importantes, o más importantes, que los valores espirituales, abandonamos a Nuestro Dios por algo mucho menor.
Así que, en este Día de Acción de Gracias, Navidad y Año Nuevo, lleve un mejor vino a la fiesta. Debe centrarse en el amor, y ponerse menos atención en el lujo. La mejor parte es que será el previo a un mejor año.