“SABEDORES DE QUE DIOS nos ha amado siempre, que de diferentes maneras perdona nuestros errores, Él también pide algo a cambio: la conversión del corazón, pedir perdón, cumplir su voluntad y seguir adelante”, ha expresado Manuel Villarruel, un disertante católico del grupo La Nueva Jerusalén de la Iglesia Santa María de Fullerton.
Casado con Lilia Villarruel y padre de Edward, Daisy y Juan Manuel Villarruel, y abuelo de cuatro nietos, este hombre originario de San Gregorio, Michoacán, de 59 años, compartió su fe con la comu nidad católica del condado de Orange.
La conversión del corazón, sin embargo, no es una realidad sencilla para nadie: se desarrolla en varias etapas que no se pueden ni se deben descuidar según los gustos. Hay una hoja de ruta que se formula según el corazón del hombre y que son estamos llamados a aprender para poder recorrer ese camino.
De hecho, el Miserere (Misericordia / Salmo 51 (50) con el que Eduardo abrió su temática constituye el esquema interior de las Confesiones de San Agustín, una composición poética que amó, meditó y comentó San Gregorio Magno y que también fue divisa de esperanza para los soldados de Juana de Arco.
“Dios, crea en mí un corazón puro es imitar a Jesucristo, tener amor por el prójimo, pero principalmente amar a Dios y no hacer las cosas que a Él no le agradan como la inmundicia del pecado, del aborto, suicidios, drogas, sexo desen-frenado, vicios”, dijo Eduardo Villarruel a OC Catholic.
Acudiendo a los primeros versículos del Salmo 51,12: “Ten piedad de mí¡ oh Dios!, en tu bondad, por tu gran corazón, borra mi falta. Que mi alma quede limpia de malicia, purifícame de mi pecado”, el conferencista destacó la necesidad de entender cuanto nos ama Dios para que tengamos un corazón limpio, puro, sano y humilde.
“Mas tenemos que entender que debemos poner de nuestra parte para que Él este satisfecho y gozoso de nosotros”, declaró.
El orador católico acudió a las Sagradas Escrituras, en el libro de Jeremías 31, 31-34 sobre la alianza nueva de Dios:
“Ya llega el día, dice Yahvé, en que yo pactaré con el pueblo de Israel (y con el de Judá) una nueva alianza… Conozcan a Yahvé. Pues me conocerán todos, del más grande al más chico, dice Yahvé; yo entonces habré perdonado su culpa, y no me acordaré más de su pecado”.
Dios ya había hecho varias alianzas con el hombre en el Antiguo Testamento: con Adán y Eva, Abraham, Moisés, David, con el pueblo judío en el Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio, cuando liberó de la es clavitud a su pueblo elegido de Egipto, un pueblo que le falló y quebrantó su alianza y anduvo 40 años perdido en el desierto.
“Pero Dios quiere hacer una nueva alianza con nosotros”, dijo el predicador. “Dios nos ama y quiere lo mejor para que no suframos, sino que seamos felices, pero siempre sucede que somos nosotros quienes rompemos es a alianza; Él quiere que nuestro corazón esté lleno de amor para amarlo principalmente a Él, y cuando vino en la persona de su Hijo Jesucristo, nos dijo que no había venido a suprimir la Ley o los Profetas, sino a mejorarla”.
“Y Jesús fundamentó la Ley y sus Profetas en dos mandamientos: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente y amarás a tu prójimo como a ti mismo”, remarcó Villarruel.
Ese es el pacto o convenio que Dios quiere que se cumpla para que el hom-bre alcance la felicidad en el mundo y el gozo eterno de la salvación.
Villarruel recordó que, en la Alianza con Noé (Génesis 9, 1-8) después del diluvio, Dios prometió que nunca más volvería a destruir a la Tierra y a todos sus habitantes, “y les dio otra oportunidad a los hombres”, y en la Alianza con Abraham, Dios le promete que será el padre de muchas naciones, y que tendría una vida próspera y sería bendecido.
“De esa forma vemos cómo Dios da la oportunidad al hombre para que reflex ione y salga adelante; se nota a lo largo de la historia el Señor ha ido soportando nuestros errores, pecados y nos vuelve a dar la oportunidad de una nueva Alianza cubierta por la gracia y el poder del Espíritu Santo que se paseaba sobre las aguas durante la creación del universo (Génesis 1:2)”, reflexionó.