En 1521, San Ignacio de Loyola (Íñigo López de Recalde; Loyola, Guipúzcoa, 1491 – Roma, 1556) colaboró en la defensa de Pamplona acosada por el rey de Francia. Fue herido en la pierna derecha y enviado a Loyola, donde pasó la convalecencia. En aquel tiempo llegaron a sus manos algunos libros piadosos que le hicieron descubrir, en la vida de Jesús y de los Santos, un nuevo horizonte en su vida.
Se produjo en él una primera conversión. Experimentó, igualmente, una lucha interior entre deseos piadosos y deseos mundanos.
“El Mundo de Íñigo”, en el Siglo XVI y el progreso espiritual de San Ignacio de Loyola fue descrito por el Padre Thomas Lucas, S.J, Profesor de Arte y Arquitectura y Rector de la Comunidad Jesuita en la Universidad de Seattle durante la serie de conferencias del Instituto Loyola para la Espiritualidad, en el centro St. Joseph de Orange.
El Padre Lucas disertó sobre la línea que llevó a San Ignacio a conocer cada vez más sutilmente los mecanismos y las dinámicas mediante las cuales conoce la voluntad de Dios: Conocer su voluntad es conocerlo a él. Por ello el crecimiento en el discernimiento conlleva un crecimiento en la intimidad con Dios.
“En realidad, mientras más se ama, más se conoce y mejor se discierne”, expuso el Padre Lucas.
“Podemos encontrar a Dios en la naturaleza, en todo, y en la Iglesia, porque Dios está en todas las cosas; debemos aprender a discernir el lenguaje de San Ignacio, considerando la oración como una experiencia de vida de nuestra fe”, dijo. Cada día vemos como Dios ha estado presente en mis acciones”.
Es cuestión de leer las acciones de Dios y lo que nos revelan nuestras propias acciones, que amamos, con quien trabajamos, con quienes me relaciono a diario. Ese hábito de discernimiento requiere una experiencia seria en donde Dios se revela.
Utilizando una variedad de imágenes artísticas para ilustrar e iluminar el mundo del siglo XVI que moldeó la vida y el viaje espiritual de San Ignacio de Loyola, el Padre Lucas expresó que en la vida espiritual “hay que analizar cómo reflejé su amor y misericordia, cómo comuniqué la bondad de Dios”.
Indicó que la habilidad para discernir la espiritualidad ignaciana se aprende al aplicar el discernimiento de las actitudes propias y en cómo descubrir las acciones de Dios en mi vida, y, por otro lado, cuando sigo los impulsos que no vienen de Dios, sino del mundo.
Los ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola requieren práctica y se necesita trabajarlos. Esa es la dinámica que lleva tiempo y esfuerzo al tomar la vida seriamente, en dar y compartir los regalos recibidos de Dios.
“Para los creyentes Católicos, los ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola representan un reto en la vida”, dijo el Padre Lucas a O.C. Catholic en Español. “Vivimos en una sociedad donde los valores se pierden fácilmente, la fidelidad, la familia, la humildad… es un reto para nosotros la forma en que defendemos las cosas importantes de la vida. Es ver en la vida de Jesús y enfocarnos en cómo vivir su vida, lo que nos dice y lo que significa ser hijos de Dios”.
Jesús vino a este mundo por todos nosotros y hubo oposición a sus enseñanzas y malentendido en su tiempo. Nuestra esperanza es parte de la ecuación y creer que Dios seguirá revelándose como dice el Papa Francisco, quien nos habla de un Dios que es misericordioso y que nunca se cansa de ofrecernos la salvación.
El padre Thomas dijo sentirse orgulloso de que Francisco haya sido elegido como el primer pontífice en la historia de la Iglesia Católica surgido de la espiritualidad jesuita.
“El trae a la Iglesia la tradición del discernimiento del amor en un alto perfil”, dijo. “Vemos lo que escribe, pero lo más importante es que siempre nos recuerda como es el Dios de la misericordia y cómo nosotros debemos ser agentes de misericordia… Así como San Ignacio dijo que el propósito de nuestra vida es glorificar a Dios y salva a las almas, el papa Francisco nos lo sigue recordando claramente”.
Expresó que cada ser humano puede ser misericordioso mediante el ejercicio de obras corporales y espirituales, cuando uno mismo deja de ser el centro y se enfoca en el amor a los demás hermanos y hermanas.
“Al final del día, es compartir todo lo que hemos recibido de Dios”, concluyó.