Los feligreses que asistan a la iglesia este domingo se darán cuenta inmediatamente de que la decoración del altar será de color rojo, lo que marca la celebración del Pentecostés. Se lleva a cabo 50 días después de la Pascua, y es una de las celebraciones más importantes del año litúrgico de la Iglesia; conmemora la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles.
“Lo que me gusta del Pentecostés es que es el momento en que los apóstoles confundidos recibieron todo lo que necesitaban para ir a los confines de la tierra para anunciar a Jesús y las buenas nuevas”, explica monseñor Michael Heher, pastor de la Parroquia Santa Ana en Seal Beach. “Fue un milagro de primer orden y todavía creo que es el Espíritu Santo que nos guía y nos da el valor que necesitamos para seguir adelante y hacer las cosas que sabemos que Dios quiere que hagamos”.
Cada elemento de la Santísima Trinidad juega un papel importante en la vida de todos los católicos. El papel del Padre es ser previsor y cuidar de nosotros. La obra de Cristo, su Hijo, es el redimirnos. El papel del Espíritu Santo es el de la inspiración y darnos valor.
“El elemento de la Santísima Trinidad que le da vida al trío es el Espíritu Santo”, explica monseñor Heher. “El Espíritu Santo trae la energía que necesitamos para ser fieles al Evangelio, y amarnos y perdonarnos. Creo que el Espíritu Santo es el elemento principal que previene que todo sea simplemente los mismo, siempre lo mismo. Nos inspira a hacer las cosas mejor, amar más y seguir adelante en tiempos difíciles”.
En el Evangelio de San Juan, el Espíritu Santo se describe como un maestro enviado por el Padre para enseñar a los apóstoles todo lo que necesitaban. En Hechos 2, el Espíritu Santo era un viento fuerte que descendió del cielo y apareció a los apóstoles como lenguas de fuego que les dio la capacidad de hablar en un lenguaje que los otros lograron entender y creer en las buenas nuevas. “Fue como un terremoto, donde el mensaje de Cristo se transmitió a la Iglesia para compartirlo y sanar; la Iglesia no solo ofrece los sacramentos, pero también el mensaje de salvación que nos dejó Jesús”, añadió monseñor Heher. Hoy en día, la obra milagrosa del Espíritu Santo sigue influyendo en nuestro mundo.
“Creo que un buen ejemplo es el papa Francisco”, señaló monseñor Heher. “El posee el liderazgo y carisma que logran que las personas que no suelen escuchar a los líderes religiosos se detengan y presten atención. Otro buen ejemplo es nuestros retiros de confirmación. Los participantes suelen volver llenos de alegría y compañerismo. Algunas personas me han dicho que los niños van al ministerio juvenil a conocer a otros chicos, y no para escuchar el sermón del ministerio para los jóvenes. Creo que cuando ofrecemos retiros dejamos que tomen un descanso de ellos mismos, y el Espíritu Santo trabaja en el ministerio que se brindan entre ellos”.
La presencia del Espíritu Santo en los apóstoles fue abrumadora y de gran alcance, ya que transformó a los apóstoles en hombres valientes y files que difundieron el mensaje de Cristo, a pesar de la persecución y el rechazo. “No hay nada en la historia del Evangelio que indique que los apóstoles iban a lanzarse a anunciar el mensaje tan bien”, explica monseñor Heher. “Así que recibieron lo que necesitaban de Jesús en el Pentecostés, porque al parecer no lo tenían de antemano”.
El Pentecostés se celebra cada año en la Iglesia Católica debido al evento en sí y los relatos registrados en las Escrituras —el descenso del Espíritu Santo sobre los apóstoles y la ascensión de Jesús— nos recuerda de cómo ser discípulos files y amorosos. El gran sacrificio de la muerte de Jesús por nuestros pecados y su resurrección demuestran el gran amor que Dios quiere que alcancemos. La celebración “también logra que la presencia de Dios sea real en nuestro año litúrgico”, añadió monseñor Heher.
Hay muchas oraciones publicadas para el Espíritu Santo, pero monseñor Heher cree que la mayoría de nosotros oramos en el espíritu.
“Es lo que nos brinda la inspiración en nuestras mentes y corazones para saber qué orar; es el Espíritu Santo el que nos guía de manera que lo que pidamos sea digno de Dios; nos da la gracia”.