LORENA HERNÁNDEZ, predicadora del grupo de oración Vino Nuevo de la parroquia de San Bonifacio de Anaheim, afirmó que los fieles a veces dicen que escuchan la voz de Dios, pero se dejan llevar por sus inclinaciones al pecado, sufrimiento, desamor, viven vidas llenas de dolor o cierran los oídos a la voz del Señor.
“Pero Dios nunca se cansa de hablar le a su pueblo, como lo hizo en el Antiguo Testamento y se manifestó a los profetas, a un cuando el pueblo se cerraba a escucharle a Él”, dijo la oradora durante una conferencia audiovisual de la Renovación Carismática Católica Hispana (RCCH) del condado de Orange.
“Lo mismo sucede en la actualidad; nos cerramos a escuchar la voz de Dios”, dijo la mujer nacida en el pueblo Francisco Ibarra Ramos, municipio de Chila de las Flores, Puebla, quien centró su predicación en el Salmo 95,8: “No endurezcan sus corazones…”
Como parte del calendario de actividades de la evangelización digital, Hernández dijo a los miembros de la RCCH que en algunas ocasiones las personas se comportan como los viña dores infieles y asesinos de quienes habla el evangelista Mateo 21, 33-43, que endurecieron su corazón y no actuaron como enviados de Dios.
Compartió que “La piedra angular que rechazaron [dijo Jesús] es Cristo y los viñadores no lo pudieron comprender; Dios nos cultiva en su viña con inmensa ternura y cuidado, no pensemos que la viña es el pueblo de Israel del Antiguo Testamento, sino que el nuevo pueblo de Israel somos nosotros”. De esa manera, explicó los personajes de la parábola: los trabajadores (labradores, escribas, sumos sacerdotes, ancianos); el dueño de la viña (Dios); los enviados por el dueño (los profetas, reyes, jueces, enviados para invitar al pueblo a un cambio de vida y el Hijo: Jesús, quien anuncia su propia muerte.
Afirmó que Dios nos acompaña con paciencia, no tiene límite de tiempo y vuelve a enviar trabajadores a su viña.
“Dios no se cansa”, aseveró. “Envía al Papa Francisco, a los obispos, diáconos, sacerdotes, predicadores, consagrados, laicos y acontecimientos para exhortarnos a escuchar la voz de Dios y no endurecer el corazón”.
POR QUÉ EL CORAZÓN DEL HOMBRE SE ENDURECES ubrayó que los sacerdotes, consagrados, laicos y servidores de la Iglesia se nutren con la Palabra de Dios, porque el corazón se anestesia y se endurece.
“Se bloquean las gracias del Señor y actuamos como los viñadores asesinos porque, des afortunadamente ponemos los ojos en el hombre y pecamos por no ver la creación de Dios; pero si abrimos el corazón, Dios nos puede hablar a través de un hermano que proclama la Palabra de Jesús, que es eficaz, penetra en el alma y produce frutos porque es la Palabra viva de Jesús”.
Ella encontró tres respuestas del por qué el corazón del hombre se endurece: 1) el sufrimiento, especialmente en tiempos de la pandemia donde se pudo haber perdido a un ser querido y haber pasado un duelo o no haberlo asumido desde Dios, por haber perdido el trabajo, la salud, el matrimonio o haber perdido la estabilidad económica.
“En la parábola de los viñadores asesinos, debido a su endurecimiento de corazón, apalean, apedrean y matan”, expresó Lorena Hernández. “A veces el sufrimiento deshumaniza al ser humano y nos amarga la vida, por el sufrimiento no asumido desde Dios que nos lleva a la injusticia, a la calumnia, a la ingratitud, la traición, la infidelidad y en este duelo se endurece el alma”.
La segunda repuesta es el desamor.
“Cuando nacemos en una familia disfuncional, donde hay agresión física, emocional y no manifestaciones de amor el corazón se endurece porque no ha conocido el amor, se ve a la persona triste y amargada”, dijo la predicadora.
“En la cultura cristiana se usa el verbo amar, ser la mejor versión de ti mismo, se cultiva el ser interior, el gozo espiritual y cuando se sirve en la Iglesia se crece en Dios que siempre viene en la búsqueda de nosotros”.
La última respuesta es el pecado que, visto desde cualquier ángulo ensombrece la razón, lastima el alma y provoca el endurecimiento del corazón que lleva al ser humano a querer justificar las malas acciones y aniquila la conciencia.