En el contexto de los Jubileos se afirma que Jesús es la Misericordia Encarnada.
“El amor y la misericordia infinita de Dios se han hecho visibles para nosotros desde que el Hijo Unigénito de Dios se encarnó en el seno de María”, expresó Roberto Rojas, Asesor Nacional de Enlace Hispano de Catholic Relief Services (CRS), durante el taller denominado “El Año Jubilar de la Misericordia en el contexto histórico de los Jubileos”.
En marzo del 2015, el Papa Francisco anunció en la Basílica de San Pedro, la celebración de un Año Santo extraordinario. Se inició con la apertura de la Puerta Santa en la Basílica Vaticana durante la solemnidad de la Inmaculada Concepción, el 8 de diciembre y concluirá el 20 de noviembre de 2016 con la solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo Rey del Universo.
El Santo Padre explicó que la Iglesia tiene necesidad de este momento extraordinario, puesto que, en nuestra época, de profundos cambios, está llamada a ofrecer su contribución, haciendo visibles los signos de la presencia y de la cercanía de Dios.
“Por eso se dice en este año santo de la misericordia que Cristo es “la Misericordia de Dios Encarnada”, precisó Rojas. “Desde que Él vino al mundo, la misericordia infinita de Dios “puso su morada entre nosotros”. (Juan 1, 14).
De ese modo el Jubileo es un tiempo favorable para que contemplando la Divina Misericordia, que supera todo límite humano y resplandece sobre la oscuridad del pecado, el ser humano pueda llegar a ser testigo más convencido y eficaz.
En el desarrollo histórico-espiritual de los Jubileos en la historia de la Iglesia, es el evangelista San Lucas quien nos abre la puerta “Santa” para entender el corazón misericordioso de Jesús.
“El Evangelio de Lucas es el Evangelio de los grandes perdones”, comentó Rojas. “Sus páginas hablan de la ternura de Dios. Sólo San Lucas relata ‘el perdón a la pecadora que lavó los pies de Jesús con sus lágrimas’; la parábola de la ‘oveja perdida’; la del ‘Hijo Pródigo’; ‘la historia de Zaqueo’, el cobrador de impuestos arrepentido; del ‘buen ladrón’; etc. Solo en Lucas leemos: ‘No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores’. Sólo en Lucas se nos explica que ser ‘perfectos como Dios’ significa: ‘Ser misericordiosos como el Padre es misericordioso’, explico Roberto Rojas”.
Rojas aseguró que la Iglesia está llamada a hacer visibles los signos de la presencia y la cercanía de Dios y en lo más profundo de su ser es una invitación siempre abierta a vivir en comunión (comunidad) con Dios y entre nosotros, sin discriminaciones ni marginaciones de ningún tipo. Y también, es un continuar la misión de Cristo de hacer sentir la ternura y el perdón de Dios para con los pecadores y con los que más sufren, hasta el final de los tiempos.
“Nosotros como iglesia somos el Cuerpo Místico de Cristo en el mundo”, añadió. “Como Iglesia, no simplemente somos la Iglesia de Cristo. Nosotros estamos llamados, como Iglesia, a encarnar la misericordia; de otra manera fracasamos en lo más esencial de nuestra misión. A través de Cristo y de la Iglesia –Cuerpo Místico de Cristo, se instaura al perdón y la reconciliación”.
El Jubileo de la Misericordia tiene lugar en el quincuagésimo aniversario de la clausura del Concilio Vaticano II; ocurrido en 1965. La celebración de este aniversario ha sido un impulso para que la Iglesia continúe su obra misericordiosa, iniciada con el Concilio Vaticano II. Primordialmente cuando nuestro país, y el mundo, confrontan tiempos de adversidad debido a la violencia.
“En este Año Santo de la Misericordia, la Iglesia nos recuerda que ‘nada es imposible para Dios’. No hay pecado que Dios no pueda perdonar. Nunca nuestros pecados son tan graves o tan numerosos que Dios no pueda perdonarlos”, expresó Rojas. “El Papa Francisco nos recuerda en este año santo que los pecados juntos de toda la humanidad, a través de toda la historia, presentes, pasados y futuros, no son más que una gota de agua que se funde en el mar infinito de la Misericordia de Dios. En este año santo, de un modo especial, Dios nos invita al arrepentimiento y a pedir perdón para experimentar Su Misericordia”.
La Iglesia Católica ha dado al Jubileo un significado más espiritual, un perdón general, una indulgencia abierta a todos y la posibilidad de renovar nuestra relación con Dios y con el prójimo. Aunque también requerimos profundizar en nuestra fe y vivir con un compromiso renovado, que brota del testimonio cristiano del ser bautizados.
“En lo personal, estoy convencido de que la fe y el compromiso con Cristo no son profundos y no llegan a la madurez hasta que no salimos de nosotros mismos para un encuentro con Cristo en los demás. Especialmente en los que más sufren, en los más pobres, en los marginados, en los que son invisibles para la sociedad, en los que no cuentan”, respondió Rojas a una pregunta de O.C. Catholic en Español.
“Todo en la vida espiritual (oraciones, sacrificios, alabanzas, etc.) y todo en la enseñanza de Iglesia de Cristo (sacramentos, dogmas, etc.,) promueven un encuentro con Cristo en la persona de nuestros hermanos que más sufren. Como el Hijo unigénito fue enviado por el Padre a nuestro encuentro para salvarnos, y mostrarnos la misericordia de Dios, así nosotros somos enviados al encuentro de los que están en las periferias de la iglesia y de la sociedad”.
De ese modo, el Jubileo es un tiempo favorable para que contemplando la Divina Misericordia, que supera todo límite humano y resplandece sobre la oscuridad del pecado, el cristiano pueda llegar a ser un testigo más convencido del Amor y la Misericordia de Dios.
“En mi humilde opinión, el más sublime nombre de Dios es Misericordia”, dijo Rojas. “Y es San Lucas quien de alguna manera nos abre la puerta para entender el Corazón Misericordioso de Jesucristo”.