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JESÚS, FORMADOR MODELO DE DISCÍPULOS

“JESUCRISTO VIVO ES CAMINO DE AUTÉNTICA CONVERSIÓN Y DE RENOVADA COMUNIÓN Y SOLIDARIDAD”: GREG WALGENBACH

By JORGE LUIS MACÍAS     8/6/2019

Jesucristo es la persona principal en una relación con un discípulo misionero de la iglesia, porque sin él no sabríamos quienes somos ni a donde vamos”, aseguró Greg Walgenbach, director de la Oficina de Vida, Paz y Justicia de la Diócesis de Orange.

“¿Cuál es la receta para formar discípulos misioneros?”, preguntó. Y respondió: “Aprendiendo a formarse en una relación de amor con Jesús y María”.

Walgenbach, conferencista en el VII Seminario para Líderes organizado anualmente por el Ministerio Hispano de la Diócesis de Orange refirió diversos puntos clave para saber cómo andas y si es correcto el camino que sigues en la Iglesia, teniendo en mente a una persona sin la cual no serías quien eres.

“Todo discípulo misionero debe tener un encuentro con esa persona”, afirmó.

Citó que en el Evangelio de San Juan, -dirigiéndose a dos de sus discípulos- y viendo que Jesús pasaba, dice: «He ahí el Cordero de Dios.» Los dos discípulos le oyeron hablar así y siguieron a Jesús. Jesús se volvió, y al ver que le seguían les dice: «¿Qué buscáis?» Ellos le respondieron: «Rabbí – que quiere decir, “Maestro” – ¿dónde vives?» Les respondió: «Venid y lo veréis». Fueron, pues, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día…(Jn 1: 35-39).

Dijo que ese encuentro con Jesucristo, -al que se refirió el benemérito Papa Benedicto XVI, en el documento de Aparecida (Brasil 2007)-  representa el inicio de ese sujeto nuevo que surge en la historia y al que se llama discípulo no comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, -Cristo- que da un nuevo horizonte a la vida.

Añadió que la naturaleza misma del cristianismo consiste en reconocer la presencia de Jesucristo y seguirlo. Ésa fue la hermosa experiencia de aquellos primeros discípulos que, encontrándolo, quedaron fascinados y llenos de estupor ante la excepcionalidad de quien les hablaba, ante el modo cómo los trataba, correspondiendo al hambre y sed de vida que había en sus corazones. 

“Juan nos ha dejado plasmado el impacto que produjo la persona de Jesús en los dos primeros discípulos que lo encontraron, Juan y Andrés. Todo comienza con una pregunta: “¿Qué buscáis?” (Jn 1, 38). A esa pregunta siguió la invitación a vivir una experiencia: “Venid y lo veréis” (Jn 1, 39). 

Walgenbach  dio a conocer que en la actualidad del continente latinoamericano se levanta la misma pregunta llena de expectativa: “Maestro, ¿dónde vives?” (Jn 1, 38), ¿dónde te encontramos de manera adecuada para “abrir un auténtico proceso de conversión, comunión y solidaridad?” ¿Cuáles son los lugares, las personas, los dones que nos hablan de ti, nos ponen en comunión contigo y nos permiten ser discípulos y misioneros tuyos?

“Este encuentro lleno de amor y del Espíritu Santo es lo que dio esperanza a la Iglesia hace más de dos mil años y por ello, como misioneros discípulos tenemos que aprender lo que significa caminar con Jesús y reconocerlo en la mente, en el corazón, en el espíritu, en la parroquia, en el grupo o ministerio donde nos encontremos”, aseveró. 

“A Jesús tenemos que reconocerlo en cada momento porque él es el modelo de formador de los discípulos y abre nuestros horizontes para que aprendamos de él”.

Narró que en tiempos de Jesús, para los judíos lo más importante era que decía la Torá y como se leía la Biblia.

Ante la pregunta de “Rabí, ¿Quién eres?”, proveniente de un grupo de fariseos, parte de esa interrogante tenía que ver con el hecho de que a través de los ojos se entiende mucho de la vida.

“Parte del liderazgo como discípulos misioneros es  como vemos a los demás con los ojos de Jesús”, dijo el conferencista. “Jesús nos invita a ser parte de su vida, y podemos ver a través de sus ojos y ser parte de su cuerpo cada vez que participamos de la misa porque estamos por él, con él y en él, en la unidad del Espíritu Santo”.

Por lo anterior, expresó que para los discípulos misioneros se hace necesario proponer la Palabra de Dios como don del Padre para el encuentro con un Jesucristo vivo, que es camino de auténtica conversión y de renovada comunión y solidaridad, es decir, ser discípulos de Dios y de María, en una experiencia de fidelidad, servicio, amor y total entrega