Los siete sacramentos —los símbolos divinos que revelan a Jesús— son, por supuesto, la piedra angular del catolicismo. Entonces, ¿cómo puede un católico vivir como si el sacramento del matrimonio ya no fuese importante? Más aún, ¿acaso es el matrimonio en sí menos relevante?
De acuerdo con el Centro de Investigación Pew, en el 2014 solo la mitad de todos los estadounidenses estaban casados, en comparación al 72 por ciento en 1960. Otro estudio realizado por el mismo grupo mostró que casi cuatro de cada 10 estadounidenses piensan que el matrimonio se está convirtiendo en algo obsoleto. Y un tercer estudio realizado por el Pew encontró que solo el 39 por ciento de la generación del milenio ven al matrimonio como una prioridad.
Por lo menos, los católicos practicantes consideran este sacramento como algo importante, ¿cierto? Las estadísticas de divorcio son por sí solas irrefutables.
No tan rápido. Distintos estudios realizados por una variedad de organizaciones informan que la tasa de divorcio entre las parejas católicas es significativamente inferior al promedio; y que la religión de la pareja no tiene relación alguna con las posibilidades de divorcio; y que la tasa de divorcio entre las parejas agnósticas o ateas es inferior al de las parejas cristianas. Todo depende de quién hace el estudio.
De acuerdo con un estudio realizado por el Grupo de Investigación Barna, por ejemplo, el 34 por ciento de las parejas protestantes encuestadas terminan en divorcio, comparado al 28 por ciento de los católicos. Otro medio de comunicación, sin embargo, concluye —a partir de los mismos datos de Barna— que mientras que más del 32 por ciento de los cristianos se divorcian, el 30 por ciento de los agnósticos y ateos también se han divorciado.
¿Confundidos? No se preocupe. Porque cuando se aplica a usted y su cónyuge solamente, los promedios pierden su valor.
Una historia sencilla puede ilustrar el por qué: Un día, un estadístico que no sabía nadar se ahogó en un lago que sabía tenía una profundidad promedio de 2 pies. ¿Cómo? Tenía 8 pies de profundidad en el lugar donde decidió saltar. De la misma manera, usted y su cónyuge son solo una pareja; no son el promedio.
“Cada vez que lee una estadística, vale la pena hacer algunas preguntas básicas: ¿Quién contó esto? ¿Por qué lo contaron? ¿Cómo hicieron el conteo?”, aconseja el Dr. Joel Best, autor del libro “Damned Lies and Statistics” [Malditas mentiras y estadísticas], y profesor de Sociología y Justicia Penal en la Universidad de Delaware. “Creo que los defensores creen que saben la verdad, y se convierten en críticos a la ofensiva cuando se enfrentan con números que no les gustan, y sus estándares tienden a relajarse cuando se enfrentan a un número que se adapte a su punto de vista”.
Al final del día, de la misma manera que la fe trasciende los límites de la razón, los sacramentos trascienden los números simples. Así que le decimos adiós a estos números.
Ningún sacramento puede discutirse sin hablar de sus gracias, la manera de describir cómo Dios participa de la vida divina con sus fieles.
“Cada sacramento le ofrece a usted una gracia específica para vivir el sacramento”, dice Georgeann Lovett, directora y fundadora de la Oficina de Vida, Justicia y Paz de la diócesis. “Sin embargo, aunque Dios está constantemente ofreciéndole la gracia —a través de experiencias, oportunidades y personas— usted debe estar dispuesto a recibir esa gracia”.
A través de las Gracias del Sacramento Matrimonial, las parejas casadas participan activa y de manera mutua en la vida de Dios. Sin embargo, incluso si se eliminara por completo a Dios y la espiritualidad de la ecuación, aplicar los elementos del mundo real y de sentido común de estas gracias pueden ayudar a cualquier pareja casada.
La Iglesia Católica resume las gracias del matrimonio en el amor unificador y el amor procreativo. Con el amor unificador, las parejas casadas reciben la fuerza para permanecer juntos y crecer juntos a lo largo de sus vidas. Y con el amor de procreación comparte su ser con otros.
Se presenta en muchas maneras.
“Usted experimenta el amor desinteresado de Cristo”, dijo Michael Donaldson, director de cuidado pastoral para las familias en todas las etapas de la diócesis. “También experimenta la alegría de servir a su cónyuge sin ningún tipo de condiciones. Es una alegría natural. Y su cónyuge lo ayuda a ser una mejor persona —pero no para pedirle que cambie. Los dos son personas independientes. Su cónyuge está ahí para ayudarle a ser una mejor persona”.
Le recuerda a Lovett su cita favorita de la película de Jack Nicholson “AS Good As it Gets”: “En la película, él le dice a su compañera: ‘Haces que quiera ser un mejor hombre’. El matrimonio hace eso. Permite a las personas ser más cuidadosas, amorosas y compasivos”.
Su marido, Rich, es diácono en la catedral de la Sagrada Familia en Orange. Juntos, imparten el programa —muy recomendable— “Matrimonio en el Señor”, durante cuatro noches para aquellos que están planificando su matrimonio.
Con el amor de procreación, llegan los niños.
“Cuando llega el fruto de los niños”, dice Donaldson, “usted tiene el honor de cuidar de otros seres humanos y ayudarles a que crezcan en la fe, ser fuertes y buenos adultos jóvenes”.
A pesar de todos los beneficios, la institución del matrimonio parece que se encuentra en un terreno inestable. El papa Francisco se preocupa sobre el tratamiento frívolo del matrimonio en la sociedad de hoy en día de “tenerlo ahora” y “usar y tirar·. Su mensaje invita a la reflexión:
“La familia se ve amenazada por los crecientes esfuerzos de parte de algunos en redefinir la institución misma del matrimonio, en base al relativismo, a la cultura de lo efímero, a la falta de apertura hacia la vida…Les pido que se rebelen contra esa cultura que ve al matrimonio como algo temporal y que, en última instancia, cree que usted es incapaz de la responsabilidad, que cree que usted es incapaz del amor verdadero. Tengo confianza en ustedes y rezo por vosotros”.
Si bien las estadísticas pueden no tener sentido, las palabras sabias del papa Francisco siempre parecen tener sentido.