Con “La guerra de las galaxias: El despertar de la Fuerza” (Disney), la saga más popular de la historia del cine reaparece después de una ausencia de 10 años.
Esta es la séptima entrega de la franquicia, así como el primer largometraje en una tercera trilogía. Al igual que sus predecesores, es esencialmente una película ideal para las familias, con tan solo interludios de peligro y llamados al combate.
En los mandos se encuentra J.J. Abrams, creador de la serie de televisión “Lost”, y el hombre que rejuveneció otra franquicia de ciencia ficción icónica en el 2009, “Viaje a las estrellas”. La contratación de Abrams fue una decisión inteligente, sobre todo porque el audaz director —que también co-escribió el guion junto a Lawrence Kasdan y Michael Arndt— pudo respaldar con mano firme el proyecto y permitirle al productor, George Lucas, concentrarse en la venta de Lucasfilm a Walt Disney Co.
Se tomaron pocos riesgos, sobre todo en el aspecto técnico. Los efectos visuales no son nuevos o impresionantes, pero son lo suficientemente bien elaborados para transportar a los espectadores a donde la película los lleva.
El objetivo principal parece haber sido la de traspasar con seguridad una propiedad querida y lucrativa de una generación a la siguiente. Esto aplica al talento detrás de escena (como se mencionó anteriormente), la base de seguidores y el elenco de personajes. El abundante buen humor y la introducción de un par de héroes nuevos y convincentes, ambos retratados con vitalidad incontenible, son las claves para una transferencia exitosa.
Gracias a una trama accesible, los neófitos de “la Guerra de las galaxias”, si es que existen, no quedarán a la deriva en una galaxia prohibida y extraña, pero sí, muy lejana. Y hay suficiente complejidad y sub tramas alusivas para satisfacer a aquellos totalmente inmersos en la saga.
“El despertar de la Fuerza” toma lugar 30 años después del episodio VI “El regreso del Jedi”. Luke Skywalker (Mark Hamill), el último guerrero que lucha en nombre de la caballeresca Orden Jedi, se ha exiliado a sí mismo.
Su hermana gemela, Leia (Carrie Fisher), la general que lidera la Resistencia, aliados con los jedis (sucesora de la Alianza Rebelde), quiere encontrarlo. También lo busca la Primera Orden, un ejército al servicio del Lado Oscuro. Orquestada por el líder supremo Snoke (Andy Serkis), esta secta fascista está empeñada en matar a Luke e impedir el levantamiento de los jedis.
Leia envía a su mejor piloto de combate, Poe Dameron (Oscar Isaac), al planeta desértico Jakku para buscar información sobre el paradero de Luke. Cuando Poe y su androide BB-8 se separan en una escaramuza, la máquina esferoide se encuentra con la joven caza tesoros Rey (Daisy Ridley), y un soldado imperial de la Primera Orden descontento llamado Fin (John Boyega).
Con la Primera Orden planificando otro ataque, Rey, Finn y BB-8 se encuentran con una nave familiar, oxidada y estacionada en un depósito de chatarra en el desierto. Dado que esta nave resulta ser el Halcón Milenario, no pasa mucho tiempo antes de que aparezcan el comandante de esta famosa nave, Han Solo (Harrison Ford), y su peludo copiloto, Chewbacca (Peter Mayhew). Los androides C-3PO y R2-D2 hacen breves apariciones después.
El antagonista principal de los buenos es Kylo Ren (Adam Driver), descendiente del villano Darth Vader y un discípulo de Snoke, quien está tan dividido entre el lado del bien y el mal del conflicto que tiene problemas terribles de ira. Y más preocupante aún, la Primera Orden tiene un arma nueva y altamente destructiva que hace que la Estrella de la Muerte de los capítulos anteriores se vean como un juguete infantil.
La acción llega al máximo en un duelo de sables de luz en un bosque cubierto de nieve que termina con demasiada rapidez. Abrams nunca pierde el tiempo, que, como regla general, es una virtud. Sin embargo, debido a que no es un gran estilista visual, su puesta en escena y el encuadre a menudo carecen del toque artístico.
Esto hace que los espectadores quieran que Abrams alargue las secuencias con más brillo. Su enfoque, sin embargo, es en la lucidez y el desarrollo del personaje. Cuando se trata de la apariencia de la película, se apega a la plantilla de “La guerra de las galaxias”. A fin de cuentas, ese es un compromiso más aceptable.
Si acaso en algún momento usted sospecha que podría ver el reencuentro de un antiguo programa de televisión —la majestuosa música de John Williams ayuda a ese sentimiento en cierto grado— se atribuye en gran medida a la manera rígida en que aparecen Ford y Fisher.
No es una crítica a la edad. Es una crítica a la actuación de la pareja y, de manera más positiva, el resultado del contraste entre su actuación y las actuaciones frescas y energizadas de Ridley y Boyega. El experimentado dúo aparece anticuado en comparación.
No hay duda que no ha habido una película anticipada tan amplia e intensamente. Alimentada por tácticas publicitarias, una avalancha de publicidad y un exceso de mercancía, este frenesí puede ocultar algunas de las cosas que han hecho de “La guerra de las galaxias” un ícono cultural de todos los tiempos.
Incluyen: un guion entretenido de la lucha perenne entre el bien y el mal; héroes adorables y villanos dignos de abucheos, ambos diseñados con características míticas; una visión de ciencia ficción integrada; persecuciones, batallas y escenas de acción fascinantes; y la celebración de los valores clásicos como el coraje, el honor y la lealtad.
Desde el principio, Ray y Finn se alientan repitiendo la misma frase: “Puedo hacerlo…puedo hacerlo”. Tal vez la concientización de la importancia de la confianza en sí mismo y la necesidad de siempre dar el mejor esfuerzo son los aportes principales de “El despertar de la Fuerza”. Al mostrar estas mismas cualidades, el director Abrams y su equipo logran el resultado — y mucho más.
La película contiene mucha violencia fantasiosa y estilizada. La clasificación de Catholic News Service es de A-II — Adultos y adolescentes. La Asociación Cinematográfica de Estados Unidos la clasificó como PG-13 — Se sugiere la supervisión de los padres. El contenido puede ser inapropiado para niños menores de 13 años.