El Centro de Investigación Pew reporta que hay más de 51 millones de católicos en los Estados Unidos, pero muchos de ellos ya no practican su fe.
Y el 13 por ciento de los adultos estadounidenses dicen que eran católicos y ahora pertenecen a otra religión, o no pertenecen a ninguna.
Los católicos que se han alejado tienen innumerables razones para dejar la Iglesia, que van desde estar demasiado ocupados para asistir a misa hasta estar en desacuerdo con las enseñanzas de la Iglesia. Un número significativo de excatólicos citan su consternación por los recientes escándalos que involucran a sacerdotes que abusan de niños, y por la percepción de falta de acción o lentitud para actuar con respecto a los escándalos por parte de los líderes de la Iglesia Católica.
En un artículo publicado en julio de 2010 en U.S. Catholic, Lorie Duquin de Williamsville, Nueva York, explica que las parroquias no pueden emplear un enfoque único para la evangelización. A través de su participación en programas de evangelización en la Diócesis de Buffalo, Duquin identificó tres categorías de católicos que no están en la iglesia: los católicos inactivos, los que están registrados en una parroquia pero no asisten regularmente a misa; los católicos alienados, los que no asisten a la iglesia y se sienten que no son bienvenidos de alguna manera; y un grupo de los no parroquianos bautizados y sin iglesia que no se involucran de forma tan activa en la vida de sus parroquias.
Programas como Católicos Regresan a Casa se esmeran por acercarse a los católicos alejados y no practicantes con mensajes de esperanza, sanación y reconciliación.
El hecho de no practicar plenamente el catolicismo es un tema tan extendido que Katie Warner, autora de Head and Heart y de la página web CatholicKatie.com, señala que el Papa Francisco advierte sobre el peligro de que los católicos sean “cristianos de segundo plano”.
“No se quede atrás cuando se trata de dar la bienvenida a los católicos que se han alejado de sus hogares”, dice Warner. “Pídele al Espíritu Santo que lo guíe hacia personas a quienes pueda animar en sus viajes de fe. Esa es ciertamente una oración que Dios ama responder. Y cuando Dios ponga a ese hijo suyo amado y errante en su camino, recuerden las palabras del Rey en el Evangelio de Mateo: “En verdad os digo que, como lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis””.
En mi caso, me amargue cuando mi padre – un católico de toda la vida y voluntario de San Vicente de Paúl – sufrió una breve enfermedad y falleció sin que nadie de la Iglesia reconociera su sufrimiento o su ausencia.Alejada de la misma Iglesia que me ofreció consuelo y gracia durante tantos años, dejé de asistir a misa excepto en Navidad y Pascua. Exploré otras iglesias. Traté de vivir una vida libre de espiritualidad. Intenté ignorar la voz insistente dentro de mí que me seguía llamando al catolicismo.
Con el tiempo me di cuenta de que por mucho que tratara de darle la espalda a mi fe, ser católica es una parte integral de lo que soy. Negar mi fe era como negar mi identidad como mujer, o como madre, o como esposa. Es una parte esencial de lo que soy.
A partir de una buena confesión y de un nuevo comienzo como católica llena de fe, he redescubierto la paz que viene de una relación creciente con Jesús.
CatholicsComeHome.org invita a los católicos alejados como yo a volver a casa al catolicismo sin juicio: “Sobre todo, no se desanimen. Las personas pueden decepcionar, pero Dios nunca nos abandona, y siempre está presente en la Iglesia Católica que fundó”.