SANTIAGO, Chile (CNS) — Durante una tarde caliente y soleada de primavera 100,000 cristianos de todos los estilos de vida viajaron hasta al centro de la ciudad para celebrar la vida. El paseo peatonal de Santiago, Paseo Bulnes, estaba lleno de gente de todo Chile. Muchos de ellos estaban nítidamente vestidos: los hombres en pantalones y camisas de vestir, las mujeres vestidas como si fuesen a la iglesia.
Los policías, en sus recién planchados uniformes verdes, observaban mientras los participantes llenaban la calle el 3 de septiembre. Pronto esta estaba llena, y la audiencia levantaba en el aire estrellas blancas que fueron entregadas por voluntarios. La gente cantó, comió helado y se saludó entre sí con entusiasmo. Monjas, sacerdotes, familias y estudiantes de todos los segmentos de la sociedad se unieron a la celebración. Muchos de los participantes tenían banderines diciendo cosas como “Chile no mates,” llamando a la gente a no abortar sus bebés.
El tema del festival era celebrar la vida en todas sus distintas formas, desde donar órganos hasta ayudar a los vulnerables, pero el aborto fue el enfoque principal. El aborto fue prohibido en Chile en 1989 en uno de los últimos actos del gobierno militar del general Augusto Pinochet.
En marzo la cámara baja del Congreso de Chile aprobó una propuesta que permitiría el aborto en caso de violación sexual, cuando hay riesgo de salud para la madre o cuando el feto no es viable. El borrador todavía necesita aprobación del Senado para convertirse en ley.
El festival de tres horas fue una mezcla de grupos musicales jóvenes y algunos testimonios muy potentes de parte de personas como Massiel Moreno. Su madre fue violada sexualmente y tuvo un aborto ilegal que resultó mal. Como resultado, Moreno nació con parálisis cerebral. Durante un emotivo discurso él dijo: “Fui adoptado por una familia amorosa que no podía tener hijos. Ellos hicieron por mí lo mejor que pudieron y aquí estoy hoy, casado y con una hermosa hija de 9 meses de edad, la continuación del regalo de la vida que Dios me dio”.
Chile es un país ampliamente cristiano, con aproximadamente el 55 por ciento de la gente profesando el catolicismo, aunque el número que practica el credo se está reduciendo. El 13 por ciento de los chilenos es protestante o evangélico.
El debate del aborto es intenso y emocional. La presidenta Michelle Bachelet está empeñada en que la ley debe aprobarse y la Iglesia Católica es vocal en su oposición. Funcionarios eclesiásticos dijeron que uno de los propósitos del festival era enviarle un mensaje claro al resto del país sobre la postura de la iglesia: los niños tienen el derecho de nacer, cualquiera que sea la situación. Los voluntarios pasaron la tarde pidiéndole a los participantes del festival que firmaran una petición oponiéndose a la legislación.
El aborto no fue el único tema sobre la vida incluido en el programa. Parada en la tarima principal al lado de su esposo y sus hijos, Claudia Valdés le contó a la audiencia sobre su hija, Jacinta Zanartu. Valdés contó sobre la enfermedad progresivamente degenerativa de su hija que había conmovido la nación e inspiró a una familia a permitir la donación de un corazón y pulmones que ayudaron a Jacinta a vivir un poco más de tiempo.
“Cuando uno dona un órgano uno nace otra vez. Esta no es una historia feliz, nuestra adorable hija está muerta”, dijo Valdés. “Pero siempre estaré agradecida a la familia maravillosa y valiente que, a pesar del inmenso dolor que estaba sintiendo por la pérdida de su hijo, decidió … darnos el regalo de la vida”.
El cardenal Ricardo Ezzati de Santiago, quien ha trabajado en asuntos de la vida con otras iglesias cristianas, le dijo a los participantes: “La vida es un preciado regalo de Dios, el regalo más invaluable que uno jamás podrá tener. Es importante que ayudemos a la gente a vivir con dignidad: los niños abandonados, las mujeres que sufren la violencia doméstica y los indigentes. Hoy quiero que todos griten fuerte y claro que están diciéndole ‘sí’ a la vida”.