Es de vital importancia que los catequistas hagan conciencia de su vocación, misión y la metodología que emplean para ser portadores de la misericordia de Dios.
Así lo expresó la Hermana Carmen Juárez, integrante de la comunidad religiosa de las Misioneras Eucarísticas de la Santísima Trinidad (MESST) de Garden Grove. “Debemos darnos cuenta que somos hijos de Dios, y por ese motivo estamos gozando de Su misericordia”.
En su disertación durante los cursos de verano ofrecidos en el Centro Pastoral de la Diócesis de Orange, la religiosa hizo alusión a la Bula de convocación del Jubileo “Misericordiae Vultus” (El Rostro de la Misericordia) del Papa Francisco.
Juárez expresó que, “en su acción pastoral los catequistas tienen la misión de anunciar la misericordia de Dios, ‘corazón palpitante del Evangelio’, y que por medio de ellos se debe alcanzar la mente y el corazón de toda persona. Los catequistas están llamados a ser Jesús, el rostro de la misericordia que vean los creyentes”
La religiosa expresó que no solamente es necesario rezar y repetir oraciones, sino entender que la misericordia es como esa fuerza que impulsa al cristiano a entregarse, a amar y dar la vida para que, a través de la catequesis lleve la misericordia de Dios a los niños y jóvenes.
“Tienen que encontrarse con Dios y pedirle la fuerza de su Espíritu para que sea él quien se haga vivo en su palabra y en su ejemplo”, exhortó a los católicos. “Es necesario que [los catequistas] estén conscientes de que su vocación desempeñada en la parroquia va más allá de una clase… Es toda su vida, su persona y el testimonio lo que exponen a los demás y porque nadie puede quedar impasible después de recibir la Eucaristía”.
En el taller interactivo de tres días, Juárez exhortó a los catequistas a hacer conciencia de su ser como hijos de Dios, que tienen una dignidad y a descubrir el por qué Dios los ha llamado a esta vocación en el seno de la Iglesia.
“Yo tengo la certeza que soy discípula de Jesús y que él siempre está a mi lado para ayudarme”, dijo Tulia Magarro, catequista desde 1989. “Si uno se concientiza, él siempre camina con nosotros, nos cuida, nos sana y nos ayuda a todos”.
Al comienzo, la Hermana Juárez citó el llamado de Dios a Abraham en las Sagradas Escrituras: “Deja tu tierra natal y la casa de tu padre, y ve al país que yo te mostraré. Yo haré de ti una gran nación y te bendeciré…” (Génesis 12:1-3ss).
También recordó el llamado de la misión que Dios dio a Moisés, -quien asumió y cumplió su misión de liberar al Pueblo de Dios de la esclavitud en Egipto- narrado en el Libro del Éxodo, no sin grandes dificultades y que él “prefirió compartir los sufrimientos del Pueblo de Dios, antes que gozar los placeres efímeros del pecado, y se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible”. (Hebreos 11, 25-27).
Dijo que la misión concreta de los catequistas tiene que ver con ser portadores de la misericordia de Dios ya recibida desde el bautismo, con las características reconocidas del llamado, “porque cuando dirigen sus clases van a estar frente a “personitas” de quienes tienen que descubrir su capacidad y dignidad humana”.
“Se trata de hablar a los niños de lo más profundo, de las cosas que trascienden, no de las cosas finitas”, dijo la Hermana Juárez. “Se trata de una metodología de trabajo donde debemos darnos cuenta que somos personas bautizadas, hechas a imagen y semejanza de Dios, y que hemos recibido la fe y los dones del Espíritu Santo a través de otras personas que Dios ha puesto en nuestro camino”.
Respecto a la metodología que deberían implementar los catequistas, expuso que es primordial tratar a los demás como personas con la conciencia que implica reconocer su dignidad, llamarles por su nombre y descubrir en ellos que también pueden ser portadores de la misericordia de Dios, sacar su potencial y hacérselos saber.
“Todos somos capaces de ser misericordiosos y de dar palabras de consuelo, porque uno mismo ya es portador de la misericordia”, dijo Alma Polanco, feligrés de la Iglesia Nuestra Señora de Guadalupe, en Santa Ana.
Por su parte, Leticia García, de la parroquia Santa Ángela Merici, de la ciudad de Brea, opinó: “La misericordia de Jesús y nuestra misión como catequistas tiene que estar centrada en Él”.
“El Papa Francisco nos ha dicho que la primera verdad de la Iglesia es el amor de Cristo, y donde está la Iglesia ahí está presente Él”, añadió. “Es en ese momento donde nosotros debemos encontrar la evidente misericordia de Dios y ofrecerla en nuestras parroquias, en la familia, en la comunidad y dondequiera que haya cristianos necesitado de sentir el amor
de Dios”.