Para muchos, el día de Año Nuevo es el momento para hacer resoluciones y la renovación de las promesas, grandes y pequeñas.
Pero el 1º de enero es también un día de reafirmación espiritual para los católicos que conmemoran la Solemnidad de Santa María, un día de fiesta que celebra a María como la Madre de Dios.
La Solemnidad de María es una de las solemnidades de más alto rango, o días especiales en el calendario litúrgico del rito católico romano.
La importancia de María como Madre de Dios fue anunciada formalmente en el Concilio de Éfeso en el año 431 d. C. en la que los teólogos defendieron el título de María como “Theotokos [Madre de Dios]”, que en griego significa la portadora de Dios.
“Es muy importante porque no se trata tanto de la Madre de Dios, María, sino más acerca de Jesucristo y la iglesia primitiva”, dice el fraile Troy Schneider, vicario parroquial en la Catedral de la Santa Familia en Orange.
“Ellos debían responder la pregunta: “Bueno… ¿y quién era Jesús? ¿Era Dios o era hombre? ¿O era ambos?”, dice Schneider, quien obtuvo sus títulos de licenciatura, maestría, y maestría avanzada en Teología y Estudios Religiosos en la Universidad Católica de Lovaina, con especialidad en la historia de la iglesia primitiva. “Al día de hoy, creemos que Él es ambos, pero allí, se anunció formalmente a María como la Madre de Dios, y decimos que Jesucristo…es humano y divino”.
Durante años, algo parecido a esta singular solemnidad era celebrada por muchos países en varios días, desde mayo a enero. Más tarde se convirtió en un día de fiesta universal el 11 de octubre de 1931.
Después del Vaticano II, sin embargo, el Papa Pablo VI cambió la Solemnidad de María al 1º de enero.
“El propósito de la celebración es honrar el papel de María en el misterio de la salvación y al mismo tiempo para cantar las alabanzas de la dignidad única que la convierten en “la Santa Madre…por quien se nos ha dado el don del Autor de la Vida”, de acuerdo con el papa en el Marialis Cultus de 1974. “Esta solemnidad también ofrece una excelente oportunidad para renovar la adoración que debe mostrarse al recién nacido Príncipe de la Paz, ya que una vez escuchamos de nuevo las buenas nuevas de gran gozo y oramos a Dios, a través de la intercesión de la Reina de la Paz, por el regalo inestimable de la paz”.
Para reforzar aún más este sentimiento, el Papa Pablo VI, también asignó la solemnidad en el Día Mundial de la Paz, ya que también se celebra en Año Nuevo, considerado como un día de esperanza.
“El hecho de que es el 1º de enero explica el camino de fe que solo nosotros como cristianos caminamos”, dice Schneider. “Es una afirmación de que, en efecto, Él era plenamente Dios y plenamente hombre. Es la colocación de un sello en esa creencia con la celebración de la solemnidad rápidamente después de la Navidad”.
Técnicamente, todos los domingos se consideran una solemnidad, pero hay otras celebraciones que se clasifican como una solemnidad, dependiendo de donde uno vive y que patrón o patrona representa el país, ciudad o diócesis, dice Schneider.
“Por ejemplo, la Virgen de Guadalupe no es una solemnidad en toda la iglesia”, dice Troy, en referencia a la fiesta del 12 de diciembre en la que María se le apareció al indio azteca Juan Diego. “Pero se reconoce aquí en la Diócesis de Orange y en México, en donde ella es la patrona”.
Solo un número selecto de solemnidades son universalmente reconocidas por la iglesia, incluyendo la Epifanía, la Natividad de San Juan Bautista y Todos los Santos.
“Todas estas solemnidades apuntan a Jesucristo por el ejemplo de quien sea que estemos celebrando”, explica Schnider.
Y debido a su alto rango, litúrgicamente hablando, las iglesias utilizan todas las paradas para solemnidades. Partes de la misa que no suelen ser cantadas, se cantan, y se acompaña con música.
“Se sacan las campanas y los inciensos, como se dice popularmente”, dice Schneider. “Son ocasiones para que lleguemos a otro nivel, cuando se trata de la liturgia. Estos son días especiales que deben ser días de concentración, de realmente enfocarnos en el nivel de lo que está pasando en ese momento en particular”.
Para conmemorar la solemnidad de María, Schneider recomienda reflexionar sobre la importancia de María en la vida de uno mismo y en la vida de Cristo.
“Como católicos, consideramos a María, la Madre de Dios, como nuestra propia madre, y ella representa esta relación de acoger a Cristo, guiándonos hacia Cristo en los momento difíciles y alegres”, dice. “Mientras celebramos la solemnidad, debemos meditar en la madre consoladora que recibió a Cristo en el mundo, en un momento en que el mundo no quería recibirlo. Ella lo recibió, segura y confiada, sabiendo que las promesas de tiempos antiguos se habían cumplido”.