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PARA SANAR SE NECESITA GRITAR: “¡JESÚS, TEN COMPASIÓN DE MÍ!”

“TÚ Y YO SOMOS BARTIMEO CON UN NOMBRE PROPIO”, DICE EL SACERDOTE COLOMBIANO JOHN MARIO MONTOYA EN UN CONGRESO DE SANACIÓN EN ANAHEIM

By JORGE LUIS MACÍAS     8/24/2018

¿Qué es la sanación? ¿Qué se debe hacer para ser sanado? ¿Para qué quieres ser sanado? y ¿Quién puede acceder a la sanación? fueron cuatro preguntas que respondió el sacerdote colombiano John Mario Montoya, de la orden de la Congregación de Jesús y María durante un congreso de sanación interior en el Centro de Convenciones de Anaheim, el 10 de junio.

Para tal efecto, el padre Montoya se basó en la cita bíblica Mc 10:46-52 del ciego Bartimeo, a quien Jesucristo le devolvió la vista.

“…Un limosnero ciego se encontraba a la orilla del camino. Se llamaba Bartimeo (hijo de Timeo). Al enterarse de que era Jesús de Nazaret el que pasaba, empezó a gritar: «¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!» …Y él, arrojando su manto, se puso en pie de un salto y se acercó a Jesús. Jesús le preguntó: ‘¿Qué quieres que haga por ti?’ El ciego respondió: “‘Maestro, que vea’ Entonces Jesús le dijo: ‘Puedes irte; tu fe te ha salvado…’ ”.

Llama la atención que el evangelio de San Marcos identifica el nombre de la persona sanada, dijo el sacerdote, porque muchas veces las Escrituras hablan del personaje, pero no de su nombre.

El caso de Bartimeo significa una persona concreta, con una historia concreta: “porque para Dios todos somos personas que tienen nombre e historia y cuando Dios llega a una persona, llega también a su historia”.

Bartimeo era ciego. No podía distinguir los colores ni los rostros. Para él todo era tinieblas. Era un limosnero que vivía al margen del camino.

“Tú y yo somos Bartimeo con un nombre propio”, dijo el sacerdote a los fieles. “Somos ese mendigo; yo conozco a muchas mujeres a quienes sus esposos las maltratan y ellas no son capaces de defenderse porque se sienten limosneras”.

Expresó que cada vez hay más gente en la iglesia que vive en la incertidumbre, creyendo que los mayores problemas de la humanidad son las cuestiones de moral o la pobreza, y sufren de ceguera porque no pueden distinguir entre el bien y el mal.

“Estamos en una época de confusión”, dijo. “Y la peor enfermedad es la ceguera espiritual; mendigamos amor, cariño y estamos enfermos; vamos detrás de las personas, pero no buscando a Jesús”.

Aclaró, no obstante, que Bartimeo era ciego, pero no estaba sordo. Oyó que Jesús venía, se acercó y empezó a gritar: “¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!”.

El sacerdote invitó a todos a efectuar al unísono ese mismo pedido de súplica a Dios para que Jesús respondiera con su misericordia: “Pon tu corazón en mi miseria, mira mi dolor, mis sufrimientos, que te toque mi dolor, mi angustia, mis padecimientos”, clamó. “Que te conmueva, oh Señor, mi dolor”.

Ese era el grito de Bartimeo. Conmover el corazón de Jesús en su angustia y pena. Clamar por misericordia por el hijo involucrado en drogas, por el enfermo de cáncer, por la pobreza o los que sufren de  depresión.

El padre Montoya, miembro del Consejo Latinoamericano de la Renovación Carismática manifestó que para ser sanado, uno no tiene que bañarse en agua bendita o que tenga que haber un hombre o una mujer en medio del dolor.

“Para sanar, solo se necesita alguien capaz de gritar “Jesús, hijo de David, ten compasión de mi”, dijo. “Se necesitan gritones, porque el grito es la palabra del que se siente ahogado y el grito brota en aquel que se siente desesperado”.

En su disertación hizo alusión al suicidio del reconocido chef y presentador del programa de televisión “Parts Unknown”, Anthony Bourdain, quien aparentaba verse feliz.

“¿Saben porque se suicida la gente?”, preguntó. “Porque no saben que hay un ser a quien le pueden gritar:  “¡Jesús, te compasión de mí!”, y nosotros sí sabemos a quién le podemos gritar que se apiade de nuestra miseria, dolor o angustia”.

Manifestó  que quienes estaban alrededor del Señor comenzaron a decirle al ciego que no molestara, y a veces hay discípulos y servidores que estorban para que otros lleguen a Jesús y se vuelven un obstáculo.

Quieren callar a los demás, pero en medio de la multitud y el barullo aquel hombre soltó su capa y gritó con más fuerza.

“Jesús cura con su poder y te dice: ¿Qué quieres que haga por ti?”, afirmó  el padre Montoya. “¿Y para qué te sana? Para que te acerques a él y te metas en el camino del discipulado de la cruz”.

Finalmente oró por los fieles:

“Señor, yo soy Bartimeo; estoy ciego, triste y abandonado. Yo soy un Bartimeo, sáname, ten misericordia de mí, cúrame. Soy un marginado, estoy al borde del camino… Pero hoy Jesús me dice, ¿Qué quieres que haga por ti?…Y se hará en ti, según la fe que tienes”.