La mayoría de los expertos del catolicismo definen el cielo como un lugar físico, pero es un lugar mucho más allá de lo terrenal y mundano, que escapa nuestra comprensión.
“Por supuesto que es un lugar real, pero no es algo que podamos señalar en un mapa”, explica Pia De Solenni, decana asociada en el campus satélite del Instituto Agustine en la Catedral de Cristo en Garden Grove. El Instituto Agustine es una universidad de estudios de postgrado en Teología y proveedor de programas de formación en la fe, con sede en Denver, Colorado.
Y, el Cielo es también un lugar donde los católicos cumplen con la esperanza de un encuentro real con Dios, dice De Solenni.
“Como lo explica C.S. Lewis: ‘los cristianos nunca dicen adiós’, y eso se debe a la esperanza que todos compartimos de ir al cielo y reencuentro con nuestros seres queridos, así como los demás cristianos, para toda la eternidad”, dice De Solenni.
Lisa Miller, quien escribía para la publicación Newsweek en el 2010 y es autora del libro “El Cielo: Nuestra fascinación con el más allá”, argumenta que el Cielo no es un lugar físico, o incluso “un proceso o un evento sobrenatural”, sino, “algo que sucede en el cerebro en el proceso de fallecer ‒una reacción químico-neurológica”.
Por supuesto, tal concepto sombrío no es aceptado en el catolicismo, pero existe un debate entre los expertos en catolicismo acerca de la naturaleza del Cielo –¿Es en realidad un lugar físico o un estado de conciencia?
En el 2015, Tim Staples, director de Apologética y Evangelización en Catholic Answers, planteó en Catholic .com que el Cielo es más un estado de conciencia que un lugar físico.
“La Iglesia enseña que el Cielo es principalmente un estado mental, en vez de simplemente un lugar”, escribe Staples. “No se puede ‘viajar’ y ‘subir’ al cielo”.
Staples escribió sobre la “visión beatífica” de ver “cara a cara a Dios” en el Cielo ‒un concepto, señala, que se encuentra en el centro de la enseñanza “infalible” de la Iglesia como explicó el papa Benedicto XII en su Constitución Dogmática, “Benedictus Deus”, del 29 de enero de 1336.
“De acuerdo con la común ordenación de Dios, las almas de todos los santos…y de los demás fieles…que murieron después de recibir el bautismo de Cristo…han estado, están y estarán en el Cielo, en el Reino de los Cielos y el Paraíso Celestial con Cristo, unidos a la compañía de los santos ángeles. Desde la pasión y muerte de Nuestro Señor Jesucristo, estas almas han visto y ven la divina esencia con una visión intuitiva, e incluso cara a cara, sin la mediación de ninguna creatura”.
Staples añade, “los bendecidos estarán es un estado de comprensión de Dios que es constante. No pueden salir del Cielo y después regresar al cielo, precisamente porque el Cielo es en principio un estado de consciencia”.
De Solenni cita la sección 326 del Catecismo de la Iglesia Católica en lo que respecta al concepto de los cielos: “En la Sagrada Escritura, la expresión ‘cielo y tierra’ significa: todo lo que existe, la creación entera. Indica también el vínculo que, en el interior de la creación, a la vez une y distingue cielo y tierra: ‘La Tierra’ es el mundo de los hombres; ‘el cielo’ o ‘los cielos’ pueden designar el firmamento, pero también el ‘lugar’ propio de Dios: ‘nuestro Padre que está en los cielos’, y por consiguiente también ‘el Cielo’, que es la gloria escatológica. Finalmente, la palabra ‘cielo’ indica el ‘lugar’ de las criaturas espirituales ‒los ángeles‒ que rodean a Dios”.
De Solenni cree que mientras que en la Tierra se vislumbra un sentido de su esencia en el más simple de los placeres, a partir de un mágico paseo por un sendero en una montaña hermosa, por ejemplo, a una copa de nuestro vino o bocado de nuestra comida favorita.
“Si observamos a estas cosas que nos brindan un gran placer, yo creo que estos son meros indicios de la paz y alegría extrema que nos espera en el Cielo”, agrega De Solenni.
Staples, en su columna del 2015, cita varios pasajes de la Biblia que aluden al cielo, como 1 Corintios 2:9 (“…cosas que ojo no vio, ni oído oyó” de lo que es el cielo); y en I Timoteo 6, que discute cómo el hombre no puede ver a Dios en ningún sentido con sus poderes naturales, pero se podría decir que los santos y todos los bienaventurados “lo han visto a Él” y que “ven” su esencia divina con una visión directa, intuitiva e intelectual.
Bueno, entonces, ¿qué es el cielo?
“El cielo es principalmente un estado de plenitud total y absoluta”, concluye Staples. “En la visión beatífica de la posesión de Dios, los bendecidos experimentarán lo que no se puede expresar en palabras; una unión radical con Dios que trasciende cualquier cosa que podamos imaginar”.
Sea lo que sea en realidad el Cielo, De Solenni sugiere considerar lo opuesto ‒el infierno‒ y nunca sentirse complaciente con la opción de pasar una eternidad en la oscuridad y la miseria.
“Al diablo le gustaría mucho”, indica ella, “hacernos creer que el infierno no existe”.