¿CÓMO ESTÁ EL de Dios?” … ¡Bendecido! Ambas frases han sido siempre la pregunta y respuesta de saludo de los católicos carismáticos cuando acuden a eventos masivos de sanación y congresos.La interrogante provino de labios del diácono Guillermo Torres, a los miem-bros de la Comisión Diocesana de Or-ange de la Renovación Carismática, en el inicio del Congreso de familias 2020, celebrado en la iglesia de San José, en la ciudad de Santa Ana.
Y la respuesta al unísono de “¡Bende-cidos!”, provino de aproximadamente 30 asistentes a la celebración, una situación de la distinta realidad de las familias, que, por miles se congregaban antes de la pandemia de COVID-19, la enfermadad que ha cobrado la vida de centena-res de miles de estadounidenses.
La pregunta y la respuesta llenó el corazón de los fieles. Ellos solamente podían ver la mitad de sus rostros.
Todos usaban mascarilla para evitar cualquier contagio. Otros tantos seguían la transmisión a través de las redes sociales.
Además, antes de entrar a la iglesia, a cada uno se les tomó la temperatura.
Las medidas de precaución sanitaria muestran que se vive una realidad dis-tinta en la iglesia.Sin embargo, la realidad de la presencia del Espíritu Santo se sentía en el ambiente festivo, en la profundidad de cada oración, en la alegría y meditaciónde los cantos y en el llamado a vivir en el amor a Dios.
“Tenemos que analizar la realidad y los desafíos de nuestras familias, en estos momentos”, dijo Torres. “Tenemos que ver hacia el futuro como esta pan-demia nos va a cambiar como sociedad, familia e iglesia”.
Durante la apertura del Congreso “Familias Unidas en el Amor de Dios”, transmitido virtualmente frente al altar de la iglesia de San José, Torres dijo que el ritmo de vida de las familias ha cambiado para todos.
“Después ser una sociedad en constante movimiento; todos, la incerti-dumbre nos ha hecho parar; siempre estábamos haciendo algo: niños, jóvenes y adultos”, dijo. “Los itinerarios llenos de compromisos ya no están; las reuniones se hacen por Zoom u otros medios tecnológicos; la realidad es nueva y es un gran desafío…sabemos que muchos matrimonios se han separado o los hijos adolescentes no quieren tener contacto con los padres y se encierran en sus cuartos”
.Por lo anterior, dijo que es esencial que la pandemia no separe el amor de las familias, que no le quite la esencia de ser la iglesia doméstica donde crece la fe.
“Tenemos que analizar la realidad física, emocional y espiritual que vivimos”, añadió. “Una rutina nos ayudaba a ser disciplinados, pero también es impor-tantísimo analizar que la salud mental ha sido afectada por la depresión de estar enclaustrados, del temor e incerti-dumbre de no saber cuándo parará esto (la pandemia) que quita la tranquilidad a las familias”.
Dijo que su temor personal era que, al salir del claustro provocado por la pandemia del coronavirus, las bancas de las iglesias se queden vacías, las comu-nidades de fe “se achiquen y que el fuego del espíritu Santo que nos unía se enfríe y se apague en algunas personas”.
Sin embargo, aseguró que tiene esperanza de que cada católico tome con firmeza la responsabilidad de su trabajo en la Iglesia, con ayudar a la fe de las personas, las familias y a renovar la flama que se ha apagado en algunos corazones
.“Que no se apague la flama de nues-tra fe, para que, cuando salgamos del claustro, regresemos todos a la casa de Dios”, es el reto, dijo. “Es una dura re-alidad que vivimos, pero a nosotros nos mueve el espíritu Santo, y por la gracia del Señor vamos a salir de todo esto”.
El diácono Guillermo Torres precisó que en los momentos de la historia que está viviendo la humanidad, eventos como el Congreso de la Familia ayudan a mantener las familias unidas en el amor.
Por ello, recordó que un fariseo se acercó a Jesús para preguntarle cual era el más grande mandamiento, y, como en el pueblo judío la Ley Mosaica consistía en 613 leyes, la pregunta confundiría, pero, en su infinita sabiduría él contestó: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el gran mandamiento, el primero. Pero hay otro muy parecido: Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.
‘Siempre vemos dos argumentos: el amor a Dios y el amor al prójimo, pero en el fondo el Evangelio habla de tres amores: el amor a Dios, al prójimo y a ti mismo; yo no puedo amar a Dios si no conozco el amor; ni al prójimo si no me amo a mí mismo y en la historia de la salvación del género humano, desde que Dios decide soplar su Espíritu sobre el ser humano, su infinito amor y misericordia siempre nos ha acompañado a través de la historia de la salvación y es ahora, más que nunca que Dios está con nosotros y Él nos ayudará a renovar la flama de la fe y del amor”.