En una conmovedora mezcla de tradición y triunfo, una joven celebró recientemente su Quinceañera, un ritual profundamente arraigado en América Latina que marca la transición de una niña a la adultez. Este hito tuvo un significado aún mayor, ya que simbolizó no solo su paso a la adultez, sino también su resiliencia al superar las adversidades que la vida le ha presentado.
Victoria González, al principio, no estaba muy interesada en celebrar su Quinceañera, a pesar de saber lo importante que es este ritual cultural para muchas familias latinas.
Sin embargo, después de sufrir un derrame cerebral durante un procedimiento para remover un tumor y encontrarse paralizada parcialmente y luchando por su vida en una cama de hospital, su perspectiva cambió drásticamente.
Durante sus días más desafiantes, los seres queridos de González la alentaron a seguir luchando, recordándole la “gran fiesta” que la esperaba y su deseo de bailar con ella. Contra todo pronóstico, esa celebración finalmente tuvo lugar recientemente.
Antes de las festividades, Victoria asistió a una emotiva misa, donde expresó su gratitud a Dios por su vida y por el apoyo de sus padres, familia y amigos. El servicio fue un momento significativo, que reflejó los muchos desafíos que había superado, haciendo que la celebración posterior fuera aún más significativa.
“Es un gran honor ser celebrada con una Quinceañera. Estoy muy orgullosa de mi cultura y de mi familia, especialmente por todo lo que han hecho por mí”, dijo Victoria por teléfono, pocas horas antes de dirigirse a la iglesia, donde luciría un hermoso vestido dorado adornado con decoraciones brillantes y una corona en el cabello.
“Cuando estaba en el hospital, nunca quise una gran fiesta. Pero cuando vi cuántas personas venían todos los días a ver cómo estaba, me sentí muy amada y me di cuenta de cuántas personas realmente se preocupaban por mí”, agregó Victoria.
Al arrodillarse ante el altar en la Iglesia del Sagrado Corazón de Anaheim, Victoria hizo una solemne promesa a Dios: dedicaría su vida a Su servicio y permanecería siempre agradecida por la vida que Él le había dado. Sus padres, chambelanes y seres queridos fueron testigos de este sincero voto.
El viaje de Victoria ha estado marcado por numerosos desafíos, convirtiendo su historia en un ejemplo de perseverancia y determinación frente a la adversidad. El punto de inflexión en su vida llegó cuando estaba en cuarto grado, un momento que cambió su camino para siempre.
Una noche, Victoria González sufrió un fuerte dolor de cabeza, lo que llevó a sus padres a llevarla de urgencia al hospital. Una resonancia magnética reveló lo impensable: un tumor cerebral.
Durante la operación, Victoria sufrió parálisis en su lado izquierdo, lo que la llevó a una estadía de un mes en el hospital, seguida de un extenso proceso de rehabilitación.
Su padre, Salvador González, un inmigrante de México que ha vivido en los Estados Unidos desde 1989, explicó que sus tres hijos, Victoria, Alexis y Anabel, junto con su esposa, Maria Jannef, padecen un trastorno genético conocido como Von Hippel-Lindau (VHL).
El raro síndrome es una condición hereditaria que predispone a las personas a desarrollar tumores en varios órganos, incluidos los vasos sanguíneos del cerebro, la médula espinal y los ojos.
“Hace cinco meses, los médicos nos informaron que se había formado un segundo tumor en Victoria. Nos aseguraron que no había peligro inmediato, pero en seis meses le harán otra resonancia magnética para monitorear su crecimiento y determinar los próximos pasos”, compartió Salvador González.
A pesar del nuevo diagnóstico, Salvador mantiene su fe firme y confía en la resiliencia de su hija de quince años.
“No tengo miedo”, dice, acreditando su confianza en Dios y la fortaleza de Victoria para enfrentar los desafíos que se avecinan.
“Mi hija ha superado mucho; es una guerrera”, compartió con orgullo Salvador González. “Ahora toma clases de baile en la Escuela Católica Mater Dei y hasta sueña con ser gimnasta. Estoy muy agradecido con Dios. Me siento feliz porque es muy responsable, atenta y amable”.
Este sentimiento es compartido por María Servil, tía de Salvador, quien asistió a la misa de Quinceañera de Victoria con lágrimas de alegría en sus ojos.
“Me sentí tan feliz de ver a sus padres tan contentos, y especialmente a Victoria, después de todo lo que han pasado,” dijo María a OC Catholic. “Esto es prueba del amor de Dios, ya que nos ha bendecido con el regalo de tenerla aquí con nosotros.”
Cuando se le preguntó sobre sus clases de baile y su sueño de convertirse en gimnasta después de luchar contra la parálisis cerebral, Victoria compartió que esta ambición la ha acompañado desde la infancia.
A pesar de su temor de perder todas sus habilidades después de la cirugía, se mantuvo decidida. Luchó con todas sus fuerzas, creyendo que podría superar los desafíos, tal como lo había hecho al llegar a su decimoquinto cumpleaños contra todo pronóstico.
“Cuando comencé la fisioterapia, supe que quería regresar más fuerte y mejor que antes. Practiqué y practiqué, y recuperé mis habilidades, y más”, dijo Victoria. “Me encanta bailar, y me encanta hacer volteretas, así que siempre me esfuerzo por mejorar.”
Victoria espera que su historia inspire a otros a valorar la vida y a las personas que los rodean, especialmente a sus familias.
“Estoy muy agradecida con mi familia, que me ha apoyado en todo,” dijo Victoria. “Soy muy consciente de mis tumores, pero eso nunca me detendrá de vivir mi vida al máximo. Dios me ha dado muchas oportunidades, y confío en Él y en lo que tiene planeado para mí. Me siento más fuerte que nunca, y creo que puedo y superaré los desafíos que me esperan en el futuro.”