La familia de Antonio y María García y sus cinco hijos viajaron desde la ciudad de Corona para participar en la XXII Misa Anual para familias con Hijos con Necesidades Especiales, patrocinada por la Oficina para Ministerios de la Diócesis de Orange y el Consorcio Hispano.
Aproximadamente, unas 800 personas se congregaron en la Catedral de Cristo donde se rindió homenaje a padres y personas que cuidan con cariño, amor y respeto a niños, adolescentes y jóvenes adultos con necesidades especiales.
Antonio García comparte la paciencia y sabiduría espiritual adquirida para enfrentar los desafíos de su hijo Víctor (21 años), quien nació con Síndrome de Down.
“Me siento elegido por Dios para cuidar a mi hijo”, subrayó Antonio, originario de Jalisco, México. “Dios me ha bendecido con un ángel de la guarda en mi propio hogar”.
En efecto, gracias al nacimiento de Víctor, él y su esposa aprendieron a dar gracias al Creador de la vida y a entregarse a la oración.
“No sabíamos rezar, pero mi hijo fue quien nos enseñó”, dijo María.
Víctor tenía 11 meses de edad y por alguna razón no quería probar alimento. Estaba sentado en su silla, mientras que sus hermanas María del Socorro, Elizabet y Antonio eran apurados por su madre. Tenían planes de salir.
“M’ijo, ¿Por qué no quieres comer?”, dijo la madre amorosa a su bebé.
La respuesta con señales del pequeño la dejó atónita.
“¡Junto sus manos como en señal de oración!”, narró María. “¡Fue una señal de Dios para que aprendiéramos a bendecir los alimentos de cada día!
A partir de esos momentos, la familia García no olvida la importancia de orar en familia.
“Todos tenemos un tesoro dentro”, expresó. “Este angelito que Dios nos regaló, nos ha unido y ha colmado con bendiciones a nuestra familia”.
Víctor y otros siete jóvenes fueron los monaguillos de esta celebración Litúrgica. “Ellos ven lo que hacen otras personas y quieren hacer lo mismo”, comentó María del Socorro García, hermana mayor de Víctor, quien se ha encargado de entrenarlo para el acto solemne. “En nada son diferentes a las demás personas, ellos buscan el amor de Dios, igual que todos”.
La Misa Anual para familias con Hijos con Necesidades Especiales, originalmente llamada “Misa de Intercesión”, vio la luz en 1993 gracias al espíritu de lucha de Diana Meyer, y su esposo, cuyo hijo nació con Síndrome de Down. Ellos recibieron el apoyo del entonces Párroco de Nuestra Señora de Guadalupe Delhi, Rev. Jaime Soto, ahora Obispo de Sacramento.
“Luego se unieron personas como Mary Russell y María Luisa Montenegro, entre muchos más”, indicó Martha Gallegos, coordinadora actual del Consorcio Hispano. “Es una labor que brinda satisfacción al alma de todos los involucrados”.
Durante la homilía, el pasado 14 de noviembre, el Diácono Guillermo Torres no solamente realzó la labor de los padres que han superado el trance de un diagnostico médico, sino el hecho de que hayan sacado fuerzas de flaqueza, mediante el amor por sus hijos y la misericordia de Dios.
“Ustedes son signos de esperanza para sus hijos y para la Iglesia”, dijo Torres. “Cuando el mundo ofrece otras alternativas, ustedes brindan amor, paciencia y luz a la vida de sus hijos”.
El Reverendísimo Kevin W. Vann, Obispo de la Diócesis de Orange, dio a conocer que como muestra de solidaridad con estas familias, se consideraría la posibilidad de cambiar la costumbre de celebrar solo una sola misa al año y establecer más actividades para los niños con necesidades especiales. El Obispo expuso que para Él, “en cada uno de estos niños especiales está el rostro de Cristo”.
“Esta misa anual es señal que Dios está con ellos”, añadió. “Como Cristo, nosotros somos su familia y si ellos son señal del mismo amor que todos debemos tener por Dios, debemos decirles que no están solos y que los vamos a apoyar”.
De esa manera, el Obispo Vann responde al llamado que hizo Su Santidad, Francisco, en febrero de este año, cuando diálogo por Internet con niños especiales de todo el mundo y a quienes envió un mensaje.
“Todos ustedes tienen un cofre y adentro hay un tesoro. Saquen el tesoro, háganlo crecer y darlo a los demás. Cada uno de nosotros tiene un tesoro dentro. Si el tesoro lo compartimos… se multiplica con lo que viene de los demás”.
Esas palabras son precisamente el testimonio de amor y vida que comparte enteramente la familia García con Víctor, su hijo especial.
“Yo veo en mi hijo a la persona más maravillosa del mundo”, dijo María García. “Por él fue que aprendimos a orar”.