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UN MINISTERIO EN LA PLAYA

EL PADRE JIM RIES COMBINA SU FE CON SU AFICIÓN POR EL MAR DURANTE SUS VISITAS SEMANALES A LA PLAYA DE SAN CLEMENTE

By LARRY URISH     5/16/2017

No es necesario vivir en un rinconcito soleado del paraíso con el fin de vivir el bendecido estilo de vida católico, pero quizá sí ayude.

Los católicos de todo el mundo, independientemente de las condiciones de vida o su destino, sin duda son bendecidos con las enseñanzas de la Iglesia, y cada fiel tiene la oportunidad —muchos sostienen que es una responsabilidad sagrada— de ser compasivo, generoso y perspicaz como resultado de estas enseñanzas. Esto lo logran decenas de miles de files aquí en el condado de Orange, famoso por sus parques temático de fama mundial, el pujante sector industrial y un clima templado. También famosas, las playas del condado de Orange, unidas entre sí a lo largo de 42 millas de costas atractivas desde Seal Beach hasta San Clemente.

Los visitantes a nuestras playas pueden explorar pozas de mar, relajarse en la arena, surcar las olas sobre una tabla de surfing, descender a las profundidades del mar con equipo de buceo, pedalear por los senderos para bicicletas, ir a confesarse, pescar, reunirse alrededor de una fogata…

Un segundo… ¿Ir al confesionario en la playa? ¿En serio?

Sí, en serio; es posible. De hecho, sucede todas las semanas, gracias a la dedicación del padre Jim Ries, el párroco de la Iglesia Católica Nuestra Señora de Fátima en San Clemente. Por dos años, él ha escuchado confesiones en la playa todo el año, todos los jueves a las 7 p.m.

“Me gusta ver el atardecer de todos modos”, dice el padre Jim. “Así que un día pensé: ‘Mientras estoy aquí, puede escuchar confesiones’. Hablé con algunas personas en la parroquia, y lo anunciaron durante la misa del domingo”.

“Tomé camino hasta el Parque del Mar y coloqué una mesa de picnic”. El padre Jim vive en el hogar de sacerdotes a dos cuadras de la playa, a cerca de una milla de su parroquia. “Una vez empecé, más y más personas se fueron enterando. Ahora, los que quieren confesarse forman una pequeña línea”.

Tal vez sea buena suerte, o quizá es intervención divina, pero la obra del padre Jim en el borde occidental de América del Norte encaja muy bien con su primer amor: el mar. En su micro-biografía en Twitter dice: “Mi sueño era trabajar con Jacques Cousteau, pero Dios me llamó al sacerdocio… Me encanta el sonido de las olas”.

“Mi especialidad en la Universidad Long Beach State era Biología Marina”, cuenta el padre Jim. “Me encanta el océano y todo sobre él. Miraba los documentales de Cousteau en la televisión y realmente me sentía atraído a ese campo”.

Más tarde cambió a pre-medicina, en gran parte para investigar su enfermedad, la enfermedad de Charcot-Marie Tooth, un grupo de trastornos hereditarios del sistema nervioso periférico que afecta las funciones motoras y sensoriales.

Sin embargo, Dios tenía otro plan.

“Pasé por un proceso de conversión y empecé a participar mucho más en la iglesia”, explica el padre Jim. “Con el tiempo, me di cuenta que pasaba mucho más tiempo en actividades relacionadas con la iglesia que en cualquier otra cosa. Exploré el sacerdocio, y parecía ser una buena opción. Así que proseguí en esa dirección”.

Su transformación espiritual no fue tan rápida como “de pronto decidí seguir a Jesús”, por así decirlo.

“Durante un período de tres a cuatro años, Dios empezó su transformación en mí hasta que dije que sí”.

El padre Jim estudió para el sacerdocio en el Seminario de San Juan, en Camarillo, y en el pasar de los años ha prestado servicios en varias parroquias de la diócesis: San José, en Placentia; San Norberto, en Orange; San Ireneo, en Cypress; y Santa María en Fullerton. En Nuestra Señora de Fátima ha estado por tres años, a una corta distancia del sonido de las olas.

El padre Jim se encontraba en la playa mientras hablaba por teléfono para la entrevista con Orange County Catholic sobre su vocación y servicio. “La playa es un lugar hermoso”, dijo. “Nunca sabes lo que vas a ver”. Y como si estuviera en sincronización, añadió de repente: “¡Wow! ¡Un tiburón! Parece que mide como cinco o seis pies de largo. Está en las olas, simplemente merodeando por aquí”.

El padre Jim escucha confesiones hasta las 8 p.m., pero se queda hasta casi las 8:45 p.m. “Hay muchas personas al atardecer”, dice. “A veces tenemos que susurrar durante la confesión para que los otros no escuchen lo que estamos hablando…Mientras estoy allí, me gusta pasar más tiempo con cada persona, y he llegado a conocer a muchos de los que regresan habitualmente un poco mejor”.

La dedicación del padre Jim hacia los demás en su tiempo libre no es ninguna sorpresa para Debbie Leaverton, la directora de Corresponsabilidad educativa y servicios pastorales en la Fundación Orange Catholic.

“Trabajé con el padre Jim cuando era el pastor de Santa María en el 2003 en iniciativas de corresponsabilidad para su parroquia”, explica Leaverton. “Él siempre ha estado interesado en el importante mensaje de corresponsabilidad”.

“El padre Jim toma iniciativa y aporta nuevas ideas en sus parroquias…Sé que muchas personas interactúan con él en la playa, católicos o no. Es su manera positiva de evangelizar”.

El padre Jim continuará con su labor de amor, con su primer amor como trasfondo, en el futuro cercano. “Me gusta estar en contacto con la naturaleza, admirando el mar y las puestas de sol. También me gusta trabajar en el ministerio de Dios y ser intercesor para que sean perdonados los pecados de las personas”.