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UN MOMENTO DECISIVO EN LA HISTORIA

EL IMPERIO ROMANO NO ERA ALIADO DE LOS CRISTIANOS —HASTA EL MANDATO DEL EMPERADOR CONSTANTINO

By DOUGLAS MORINO     4/3/2017

Pocos personajes antiguos atraen tanto interés como Constantino, el polémico líder conocido por sus hazañas en el campo de batalla y los esfuerzos para unificar el Imperio Romano.

Sin embargo, muchos estudiosos de la religión consideran que su legado más importante es la protección que brindó a los cristianos que enfrentaban persecución y la legitimación de la fe en el antiguo mundo opresor.

“Constantino fue muy bueno con los cristianos”, dice monseñor Arthur Holquin, pastor emérito de la Misión de San Juan Capistrano y vicario para el Culto Divino de la Diócesis de Orange. “Él fue fundamental porque fue el primer emperador en poner fin a la persecución patrocinada por el estado contra los cristianos”.

Constantino no trabajó solo; él tenía ayuda, la cual llegaba de una persona familiar —su madre.

Constantino y su madre, Helena, promovieron y difundieron los valores del cristianismo en un momento en que los cristianos —y todos aquellos que no seguían las creencias paganas tradicionales del Imperio Romano— enfrentaban la persecución generalizada. Las iglesias fueron incendiadas; sus costumbre y creencias prohibidas. Los cristianos eran torturados y asesinados; a menudo por decapitación o la lapidación.

“Tanto Helena y Constantino jugaron un papel fundamental en relación con la historia del cristianismo y su propagación en lo que es hoy en día la Europa del oeste”, explica Holquin. “Antes de Constantino, la religión oficial del Imperio Romano era el paganismo y la creencia en múltiples dioses. Esto no era una elección personal —era un mandato del Imperio”.

Debido a sus creencias, los cristianos no reconocían el panteón de los dioses romanos, añade Holquin. “Fue por esta razón que los cristianos eran perseguidos y martirizados”, explica.

Pero a medida que el Imperio Romano creció en tiempos de Constantino, el cristianismo llegó a ser más común entre sus ciudadanos.

La conexión de Constantino con el cristianismo comenzó en el año 312 d. C., cuando tuvo una visión en el cielo de la noche, antes de la Batalla del Puente Milvio, en el río Tíber en Roma. La visión hizo creer a Constantino que estaba bajo la guía y protección de Dios. Constantino ganó la batalla y se convirtió en el único gobernante del Imperio Romano.

Constantino emitió el Edicto de Milán en el año 313 d. C., un mandato que estableció la tolerancia de todos los credos en todo el imperio. El edicto prohibió la persecución religiosa y dio a los cristianos derechos legales. Se sentaron las bases para que el cristianismo se convirtiese en la religión del Imperio Romano, que fue declarado oficialmente por el emperador Teodosio I en el año 380 d. C.

A pesar de que Constantino no era un miembro oficial de la iglesia, él fue favorable y tolerante de la fe cristiana, explica Lawrence Cunningham, profesor emérito de Teología en la Universidad de Notre Dame. La enseñanza de la fe cristiana ayudó a promulgar nuevas leyes que castigaban los delitos contra las mujeres y los niños. Se otorgó tierras a las iglesias. Lentamente, los cristianos dejaron de estar al margen de la sociedad.

“La iglesia prosperó bajo su reinado”, dice Cunningham. “Él fue muy favorable a la aparición de la Iglesia Cristiana como una institución libre”.

El edicto también permitió a Helena, la esposa del padre de Constantino, el emperador Constancio, a comenzar su trabajo en la Tierra Santa. Constancio se divorció de Helena después del nacimiento de Constantino para casarse con Teodora, la hijastra de Maximiano, el emperador romano que después sucedió Constancio. A pesar de la vergüenza del divorcio en su momento, Helena y su hijo permanecieron cercanos a Constancio. Ella vivía en una relativa oscuridad hasta que Constantino se convirtió en emperador.

“Ella fue, de una manera muy real, una mujer despreciada”, dice el reverendo Troy Schneider, vicario parroquial de la Diócesis Católica Romana de Orange. “En esa época, el casamiento significaba un estatus social. Debido a ser víctima del desprecio social y su devoción a Cristo, se convirtió en un testigo maravilloso de la fe”.

Los eruditos religiosos creen que la lealtad de Constantino al cristianismo y su ascenso a emperador sentaron las bases para que Helena iniciara la difusión de las enseñanzas de Jesucristo. En ese momento, el Imperio Romano seguía siendo próspero, mientras que gran parte de la población del mundo sufría de la opresión religiosa y económica. El Edicto de Milán y la propagación de la popularidad del cristianismo enviaron a Helena a través de la Tierra Santa y en Palestina, donde descubrió varias reliquias importantes, incluyendo la cruz en la que Cristo fue crucificado. Ella fundó iglesias en Roma, Jerusalén y Belén, incluyendo la Iglesia de la Natividad. Los estudiosos religiosos creen que gran parte de su trabajo se llevó a cabo años más tarde: Helena se embarcó en un viaje de varios años por la Tierra Santa cuando tenía unos 80 años; viajó a través de una región muy vasta para difundir las enseñanzas de la fe cristiana.

“Palestina todavía estaba luchando con los pobres”, dice Schneider. “Helena deseaba no solo ayudar al pueblo de Palestina, sino establecerlo como el lugar del nacimiento de Cristo, y construirlo como un sitio de peregrinación. Ella sintió una llamada a caminar los pasos de Cristo”.

Hoy en día, Constantino y Helena son venerados en la fe católica por su obra. El emperador fue bautizado poco antes de morir en el año 337 d. C. Helena es venerada como santa en las iglesias Católica Romana, Ortodoxa Oriental y Luterana.

“Es increíble todo lo que hizo y sus logros fueron especialmente significativos para la época”, explica Schneider. “Helena era una mujer divorciada, pero eso no le impidió vivir una vida increíblemente plena y devota”.