Con una amplia experiencia en las áreas de la salud de la mujer, la Bioética, el nuevo feminismo, el catolicismo y la cultura, es una experta en estos temas y su trabajo ha aparecido en el Wall Street Journal Europe, The Washington Post, Crux, The National Catholic Reporter, Our Sunday Visitor y otras publicaciones. Está en Roma realizando un curso de especialización sobre las claves de la gestión patrimonial y económica de la Iglesia y las bases éticas para saber cómo aplicar la Doctrina Social.
¿Es un deber de la Iglesia la auto nanciación mediante inversiones de acuerdo con la doctrina social católica?
Absolutamente. De hecho, podría decir que es algo que se espera de la Iglesia. Las diócesis y las comunidades religiosas deben invertir en fondos éticos.
La reforma del Papa Francisco se basa en la transparencia y buen uso de los bienes de la Iglesia ¿se está procediendo así en las diócesis norteamericanas?
Pienso que eso estaba en curso incluso antes de que el Papa Francisco lo pidiera. En muchos casos, podríamos incluso ofrecer buenas prácticas a instituciones eclesiásticas en otros países. Hay que recordar que los ataques a la Iglesia y algunos escándalos nos han impulsado a ser más transparentes.
Uno de los objetivos del curso es la necesidad de que la Iglesia sea ejemplar en la administración de sus bienes para dar testimonio del Evangelio. ¿Cómo lograrlo?
En primer lugar, adquiriendo una formación profesional que sea de la mejor calidad. Las personas que sirven a la Iglesia deben de ser formadas en una cultura de virtud y deben de tener una activa vida espiritual. Eso lo aprendí cuando mi marido estaba en la escuela de negocios. La conversación sobre la ética se reducía al nivel de ¿hasta dónde puedo llegar para no ir a la cárcel? Creo que nuestros seminaristas y sacerdotes deben ser instruidos en temas básicos de administración, negocios, gestión y elaboración de presupuestos y algunos sacerdotes y obispos podrían matricularse en programas de alto nivel de MBA.
Otro de los objetivos del curso es aprender a usar los activos de la Iglesia honestamente, de acuerdo con la Ley Canónica y las buenas prácticas administrativas.
Buena gestión de los bienes de la Iglesia signi ca tener más recursos para servir mejora los pobres. En mi diócesis, apoyamos a un cocinero que da de comer a 1.200 niños pobres cada noche. Pienso que la mayoría de sus donaciones viene de fuera de la Iglesia. Este hombre está proporcionando un servicio increíble que probablemente nosotros no seríamos capaces, solos, de ofrecer. No todas las obras de caridad tienen que ser gestionadas por la Iglesia.
Esta entrevista se publicó originalmente en el boletín informativo de marzo de 2018 del Centro Académico Romano Fundación.