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¿QUIÉN SIRVE A LOS SIERVOS?

UNO DE LAS HEROÍNAS ANÓNIMAS DE LA DIÓCESIS HA TRABAJADO TRAS BASTIDORES DURANTE MÁS DE 30 AÑOS

By MALIE HUDSON     12/12/2017

Joan Dressler conoce los nombres de casi todos los sacerdotes de la Diócesis. Eso es porque ella ha sido la sonrisa cálida que saluda a cada seminarista en un retiro obligatorio de pre-ordenación y a los sacerdotes visitantes que ingresan a la cocina de la ‘Casa de oración para los sacerdotes’ durante los últimos 30 años.

“Ella los conoce a todos cuando están a punto de ser ordenados. Es una persona muy maternal y, como alguien que ha criado a una gran familia, tiene un buen criterio sobre las personas. Ella sabe cómo ser comprensiva y amable con los sacerdotes desde el momento en que están cerca de ser ordenados”, explica el padre Gordon Moreland, SJ. El exdirector de la ‘Casa de oración para los sacerdotes’; fue director por casi 32 años. El padre Moreland contrató a Dressler en 1987. “A menudo, los sacerdotes entraban y la veían en la cocina, incluso antes que yo los conociera cuando venían a mí en busca de algo que necesitaban. Ella es amiga de muchos de los sacerdotes de la Diócesis”.

La casa de oración para los sacerdotes en Orange es una casa de retiros para el clero local. Incluye dos capillas, casitas con capacidad para hasta ocho visitantes y ofrece confesiones, guía espiritual, así como retiros de días y semanas de duración. Dressler ha trabajado como cocinera en la ‘Casa de oración’ durante casi 30 años. Cuando es necesario, conduce 22 millas desde su casa en Laguna Woods para preparar una cena para un grupo grande reunido en la ‘Casa de oración’.

“Ella siempre pregunta qué sacerdotes están de visita y qué les gustaría comer. Ella realmente brinda una presencia cariñosa y afectuosa a quienes acuden a la Casa de oración”, indica el padre Domenico Di Raimondo, MSpS, quien se convirtió en el nuevo director de la ‘Casa de oración’ el pasado agosto. “A veces ella dice: ‘bueno, podría jubilarme, pero la ‘Casa de oración’ significa mucho para mí, y los sacerdotes también tienen un gran significado’. Ella asegura que estamos aquí con una misión. No considera su presencia aquí como un trabajo, lo ve más como una misión, una vocación, un llamado de Dios”.

Dressler, la menor de siete hermanos creció en una familia católica en Long Beach durante la Segunda Guerra Mundial. Ella dice que fue una época difícil de vivir, e hizo su contribución.

Su madre, una devota católica, bautizó a todos sus siete hijos en la parroquia Santos Inocentes de Long Beach. El primer recuerdo de Dressler sobre el voluntariado fue ayudar a su madre a limpiar los manteles del altar a los 10 años.

“Mi madre siempre lavaba las sábanas y los sacerdotes las traían y las dejaban en el patio. Las enjuagábamos y tenían césped por todos lados. En aquellos días no teníamos lavadora o secadora automáticas. Teníamos que retorcerlas y lavarlas”, explica. “El padre se molestaba mucho porque tenía que sacudirlas a todas nuevamente, y dejarlas secar. Muchas veces debíamos caminar para entregar las sábanas a la iglesia, lo cual era bastante lejos”.

Dressler asistió a la secundaria Long Beach Polytechnic High School y se casó poco después de su graduación, crío a siete hijos, todos los cuales fueron bautizados en la Parroquia de los Santos Inocentes, y por el mismo sacerdote que la bautizó cuando era una bebé.

“Tres de mis hijos asistieron a la Escuela de Santos Inocentes, y las monjas carmelitas querían que yo hiciera muñecas para las monjas para enviarlas a sus padres, con una réplica de su atuendo”, dice. “También fui voluntaria, una vez a la semana, en la escuela parroquial, y permití que las hermanas carmelitas utilizaran mis horas para una madre con hijos en la escuela que no podía pedir tiempo libre para ayudar en la escuela. Después, enseñé a tejer a los alumnos del octavo grado durante casi dos años, cuando aún tenían el programa”.

En 1968, ella y su esposo se mudaron, junto a su creciente familia, a una casa más grande en un vecindario de Cypress, y a ocho casas de la Parroquia St. Irenaeus, donde asistió como sacristán y creó arreglos florales para los funerales y las bodas en los fines de semana, al mismo tiempo que trabajaba a tiempo completo en la florería Wayne’s Flowers. Finalmente fue contratada como cocinera para la rectoría parroquial en 1981 y continúo durante cinco años. Mas tarde, el padre Moreland la contrató para trabajar como cocinera en la ‘Casa de oración’ en 1987. Con los años, también ha decorado la residencia de los obispos para Navidad y prepara los arreglos florales para las ordenaciones; también ha tejido y cosido los manteles para el altar.

“Probablemente estuve en casi todos los tabernáculos en el condado de Orange, ayudando con la preparación de las diferentes misas”, se sonríe.

El invalorable trabajo de Dressler no pasó desapercibido. Para honrar su obra en la Iglesia, fue elegida para servir como sacristán durante una misa celebrada por el papa Juan Pablo II en el Estadio de los Dodgers en 1987.

“Fue un gran honor, pero en realidad no lo comprendí hasta que todo había terminado, incluso cuando el papa puso las cuentas del Rosario en mi mano, el que todavía llevo en mi bolsa hasta el día de hoy”, dice. “Estaba totalmente enfocada en el trabajo. Solo quería que todo estuviera perfecto”.

A los 83 años, Dressler podría jubilarse fácilmente, pero ama el trabajo que ejerce en la Iglesia y respeta a los sacerdotes a los que sirve.

“Tengo un gran amor por el Señor. Si no fuera por mi fe, no estaría aquí hoy”, enfatizó.