From the Bishop

UNA REFLEXIÓN DE GRATITUD PARA DOS ILLINOISANOS, DE OTRO ANTIGUO ILLINOISAN

By EL REVERENDÍSIMO KEVIN W. VANN, OBISPO DE ORANGE     11/2/2020

 

Esta noche, mientras  escri-bo estas reflexiones, pienso en mi origen en el medio oeste de Illinois y en una canción cuyas palabras son: “Por los ríos que fluyen suavemente, Illinois, Illinois”. Pienso en las hojas que están cambiando en este momento y en la escarcha, la lluvia y la nieve que se avecina.

Recuerdo las lecciones de vida que aprendí de mis padres, amigos y familiares que estaban arraigados en el suelo de Illinois y sus cultivos y el cambio de estaciones. Y esos me llevan, también, a la gente de Illinois.

 Y me gustaría agradecer a dos de ellos en este momento, separados por años, pero no separados por la Fe y su testimonio.Me gustaría felicitar y reconocer a mi amigo el arzobispo Wilton Gregory de Washington, D.C., cuya nominación al Colegio de Cardenales acaba de anun-ciar nuestro Santo Padre el Papa Fran-cisco en Roma. Yo era un “downstater”pero él creció en Chicago.

Tuvimos las mismas influencias que nos ayudaron a escuchar la voz del Señor de “VEN, SÍGUEME”

. Personalmente, como sacerdote tuve la bendición de conoc-erlo cuando solía estar en Chicago para trabajar en el Tribunal de Apelaciones de la provincia de Illinois. Una vez, estaba caminando hacia la Catedral del Santo Nombre y pude detenerme y vis-itarla. Cuando era obispo de Belleville, era nuestro vecino del sur de Springfield y lo visitábamos en reuniones provin-ciales en varias ocasiones.

Su amor por la Liturgia, desde este tiempo en Roma donde obtuvo un Doctorado en Liturgia de San Anselmo, se mostró en su cuidado por la Liturgia y la forma en que celebraba la Misa.

Estoy seguro de que fue su amor por la Liturgia lo que fortaleció él en los desafíos de sus años como presidente de la Conferencia de  Obispos Católicos de los Estados Unidos y su compromiso continuo con la justi-cia racial, arraigado en su fe y vocación.

Ahora me gustaría referirme a otro nativo de Illinois, también afroamer-icano, el padre Augustine Tolton, un exesclavo, que nació el 1 de abril de 1854 en el condado de Ralls, Missouri, y mu-rió de un golpe de calor el 9 de julio de 1897 mientras era pastor de Parroquia de Santa Mónica en Chicago.

Augustine siempre quiso ser sacerdote, creció en Quincy, Illinois, y fue alentado por su pastor en Quincy, el padre Peter McGirr, quien se enfrentó al racismo de la época y animó al joven Agustín en su vocaci,  y finalmente lo ayudó a ingresar al seminario de Propaganda Fide en Roma cuando ningún seminario en los Esta-dos Unidos lo aceptaría.

Su fidelidad y perseverancia, y su amor por aquellos a quienes sirvió, a pesar del racismo en Quincy, Illinois, continúan siendo un gran testimonio de santidad y un testi-monio de verdad, justicia y amor. Sabía del P. Tolton cuando me detuve en su tumba, en el cementerio de St. Peter en Quincy.

El padre Tolton, desde su lugar en la Eternidad, estoy seguro de que está muy agradecido y orgulloso de ver a un afroamericano, el arzobispo Gregory,  como él mismo, también de Illinois, en ocupar su lugar en el Colegio de Carde-nales como uno de los del Colegio de asesores del Santo Padre.

De otro orgulloso ciudadano de Illinois y agradecido al Señor por el testimonio de ambos.