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BAILAR JUNTOS

Cuando los padres modelan cotidianamente el ‘amor inteligente’, los niños se benefician

By LARRY URISH     12/1/2015

Imagínese esto: Una familia de cinco se sienta alrededor de la mesa en el comedor en un sábado por la mañana, disfrutando del desayuno juntos. Mamá, papá y los hijos hablan de la llegada del fin de semana, de fondo, música pop desde una bocina para iPod, cerca de la despensa.

Cuando del iPod empieza a sonar la canción de Eric Clapton, ‘Wonderful Tonight’, papá deja el tenedor sobre la mesa, se levanta, toma de la mano a su esposa y le dice: “Señora, ¿me concede este baile?” Mientras se escucha la voz romántica de Eric Clapton por todo el comedor, la pareja baila alrededor de la cocina.

Estos padres no solo están disfrutando de un momento espontáneo de felicidad. Mientras bailan juntos y se mueven alrededor del comedor al unísono, le están dando a sus hijos un regalo invaluable que van a atesorar por el resto de sus vidas: le están enseñando a sus hijos a amar.

Los niños se benefician en gran medida cuando los padres muestran afecto uno hacia el otro de forma periódica. Esto los hace sentir seguros, al saber que sus padres están comprometidos el uno al otro, y envía una señal de estabilidad en el hogar. Lo más importante, los hijos cuyos padres muestran afecto experimentan de primera mano qué es el amor.

Ser buenos padres implica más que alimentar, vestir y proteger a los hijos; incluye el enseñarles cómo establecer relaciones saludables. Y demostrarlo
con hechos es mucho más que sólo hablar de ello.

“Los padres enseñan a sus hijos sobre el amor con su propio ejemplo de conducta”, explica Claire Frazier-Yzaguirre, terapeuta matrimonial y familiar católica que, con su esposo, el Dr. John Yzaguirre, administran ‘Thriving Families’, con sede en Irvine. “Los padres deben practicar lo que predican. Si los niños observan a mamá y papá ‘predicar con ejemplo’, es contundente. Su reputación con los niños aumentará”.

Ofrecer ejemplos de amor y afecto es simple. Los padres pueden saludarse cada mañana con un beso y un “te amo”, abrazarse, tomarse de las manos, hacerse masaje en el cuello —o bailar juntos en la cocina. También pueden dejarse notas discretas de amor que los niños puedan leer, prepararse una cena, disfrutar de una cita por la noche y alagarse entre ellos, entre muchas otras cosas.

Frazier-Yzaguirre dice que se trata de una “empatía robusta”: la capacidad de amar de la manera que queremos ser amados. Un factor clave es lo que ella llama “amor inteligente”, una práctica que implica mucho más que simplemente mostrar gestos amorosos.

“El primer paso es estar realmente interesados el uno del otro”, explica. “Estar genuinamente interesados en las otras personas en la familia. El segundo paso es encontrar el tiempo para enterarse de las necesidades y deseos de cada uno. Preguntar simplemente: ‘¿qué necesitas?’ Eso se llama la pregunta de la empatía”. El tercer paso, agrega Frazier-Yzaguirre, toma lo que dice el famoso eslogan de Nike: ‘Hazlo’. “El demostrar consistentemente lo que sabe acerca de sus seres queridos con acciones transmite amor de una manera muy concreta”, indica.

¿En dónde deben los padres marcar los límites cuando se trata de mostrar afecto? ¿Qué es demasiado? “Si los padres están sincronizados a las necesidades de sus hijos, ellos sabrán automáticamente lo que es apropiado para su edad”, dice Frazier-Yzaguirre. ¿Los niños sentirán vergüenza? A veces, pero esos momentos de “ewww” los beneficiará, y lo sentirán de una manera profunda.

El dar ejemplos de amor y afecto tiene elementos espirituales.

“Cuando hablamos de la buena crianza de nuestros niños —al enseñarles a tener empatía, amar y perdonar— eso es un reflejo de la imagen de Dios”, dice Frazier-Yzaguirre. “Cuando Jesús estaba cerca de su muerte, dijo: ‘Amaos los unos a los otros como yo os he amado’”.

Esta es la temporada para hacer precisamente eso, añade.

“Al acercarnos al Adviento, preparemos un espacio para Jesús en nuestro hogar; lo haremos mediante ‘el amor inteligente’”.