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BASÍLICA DE GUADALUPE ABRE SUS PUERTAS A MIGRANTES

By DAVID AGREN, CATHOLIC NEWS SERVICE     11/7/2018

CÓRDOBA, México (CNS) — La caravana de migrantes que está viajando por México ha comenzado a llegar a Ciudad de México, donde la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe, el santuario mariano más visitado del mundo, ha abierto su albergue, que normalmente se usa para peregrinos, a migrantes centroamericanos.

Por lo menos 1,000 migrantes salieron el 5 de noviembre de Córdoba, a 190 millas al sureste de Ciudad de México, con la esperanza de hacer el impulso final hasta la capital. A ellos se le unió otro grupo que salió de Puebla, más cerca de Ciudad de México, donde los migrantes recibieron ayuda y durmieron en parroquias.

La caravana originó y salió de San Pedro Sula, Honduras el 12 de octubre, y creció mientras avanzaba al norte. Los migrantes han cruzado fronteras y penetrado barricadas, han dormido en aceras y en plazas y han sufrido enfermedades y heridas tras las largas caminatas bajo un clima caliente e inclemente.

Católicos que trabajan con el asunto de inmigración en América Central dicen que las caravanas se han convertido en la forma preferida de viajar para migrantes buscando pasar por México, donde comúnmente se cometen crímenes contra los migrantes que viajan solos o en grupos pequeños. Ellos dicen que se sienten más seguros viajando con las caravanas por el tema de falta de seguridad y tampoco tienen que pagar precios caros a coyotes, o contrabandistas de personas.

En entrevistas en el sur de México la mayoría de los migrantes dijeron que estaban huyendo de sus países por varias razones, incluso la violencia, la pobreza e incapacidad de cubrir sus gastos en el Triángulo Norte de Centroamérica: Honduras, Guatemala y El Salvador, tres de los países más pobres y violentos del hemisferio.

La caravana ha capturado la atención de medios de comunicación internacionales y ha sido observada por comisiones de derechos humanos de estados mexicanos, sacerdotes, religiosas y religiosos y hasta organizaciones de la sociedad civil — lo cual algunos observadores dicen que ha prevenido que la policía, queriendo evitar algún incidente vergonzoso, actúe en contra de los migrantes.

“Nos sentimos protegidos. Hay personas de los derechos humanos, monjas, la Iglesia Católica, la Cruz Roja”, dijo Edwin Paz, mecánico de 41 años de edad que salió de Honduras con su esposa — con dos meses y medio de embarazo — y un hijo adolescente.

Paz intentó cruzar México antes, hace una década, montado sobre el tren conocido como La Bestia, pero fue detenido en el norte de México por agentes de seguridad del ferrocarril que le pidieron $200, cantidad que él no tenía. Lo entregaron a la policía y fue deportado.

“Mexicanos de buen corazón han estado ayudándonos”, él dijo en un albergue en Córdoba.

Parroquias en todo el sur de México han alimentado a los migrantes y colectado ropa y zapatos para ellos. Algunos mexicanos de escasos recursos han ofrecido lo que pueden: platos con frijoles, arroz y tortillas, bolsas plásticas llenas de agua y ropa.

Un grupo de religiosos y religiosas de los Misioneros de Cristo Resucitado — que incluye enfermeras, médicos y psicólogos que trabajan con el humanitario Cáritas México — ha organizado lugares en el camino donde se pueden atender a los migrantes con problemas médicos tales como pies heridos y torcidos y niños con tos, catarro y fiebre.

“Agárrate de algo fuerte”, dijo la hermana Antonia Becerra, líder de las religiosas que están trabajando con los migrantes, durante una asamblea de los participantes en la caravana en el pueblo de Pijijiapan. “Y no hay nada más fuerte para agarrarse que Jesucristo”.

Según la caravana procedía por el estado de Veracruz en la Costa del Golfo, una zona conocida por crímenes, particularmente contra migrantes, miembros de los Misioneros de Cristo Resucitado comenzaron a ayudar a miembros de la caravana procurando transportación para ellos. Con la idea de que motoristas iban a confiar más en personas vestidas con hábitos, comenzaron a preguntarles que les ayudaran a los migrantes.

“En nombre de la caridad, por favor lleve a dos personas”, pidió el hermano Jonathan Ortiz, vestido con un hábito negro y agitando un pañuelo rojo, a un conductor cerca de Sayula, Veracruz. El conductor no recogió pasajeros, pero otros sí estuvieron dispuestos a ayudar.

Los religiosos pidieron donaciones de zapatos, mantas y abrigos mientras la caravana llegaba al centro de México, donde la altitud sobrepasa los 7,000 pies y las temperaturas nocturnas son frías.

El presidente estadounidense Donald Trump ha dicho que la caravana no será bienvenida y ha enviado soldados a la frontera con México antes de la llegada del grupo.

El gobierno mexicano le ha ofrecido permisos temporales de trabajo y beneficios sociales a personas viajando en la caravana. Un comunicado del 3 de noviembre dijo que habían llegado 5,347 migrantes de la caravana al país, mientras que se habían recibido 2,793 solicitudes de refugiados, según el gobierno mexicano.