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¿CÓMO HACER UN TRATO CON DIOS?

“DÉJAME VIVIR Y TE VOY A SERVIR DANDO TESTIMONIO DE TU GRANDEZA”, CLAMÓ EL DOCTOR JOSÉ VILLELA VIZCAYA, UN MÉDICO Y ATLETA PARALÍMPICO QUE HONRA AL SEÑOR

By JORGE LUIS MACÍAS     3/25/2019

El 19 de enero de 2010 es una fecha imborrable en la mente de José Villela Vizcaya, médico psiquiatra y miembro del Opus Dei. Ese día hizo “un trato” con Dios.

Tenía 24 años cuando un aparatoso accidente envió al entonces estudiante de medicina del hospital ABC de la ciudad de México a terminar de por vida en una silla de ruedas. 

El conductor de un camión de basura perdió el control de su pesado vehículo cayó desde un puente y aplastó el automóvil de José, quien sufrió parálisis del cuello hasta los pies.

Desde el fondo de su corazón, en su mente y alma, José pidió al Creador que le diera una oportunidad de vivir. A cambio, le ofrecía su vida para testimoniar la grandeza de su misericordia.

“Un pacto con Dios se hace de la misma forma como lo haces con un amigo”, describe José, quien ya ha recuperado la función de los brazos, manos y dedos. “Era un pacto que nos convendría a los dos. Si él me dejaba vivo, yo haría lo que estuviera en mis manos para utilizar mi testimonio para hablar de él”.

 Narró que al llegar al semáforo, en la esquina del Periférico y Rómulo O’Farril solamente sintió un fuerte sobre la cabeza.

“Al principio fue difícil entender lo que pasaba”, recordó. “Quedé paralizado del cuello a los pies”.

José reveló que sintió mucho miedo. Estaba consciente de lo que ocurría a su alrededor.

“Vino un policía y me dijo ‘vamos a llamar a alguien de tu familia’; yo le pedí  que llamara a mi papá [también de nombre José]”, contó. “Quisieron  rescatarme, pero el coche  estaba aplastado del cofre y parte del techo, y no podía moverme”.

José fue transportado a un hospital. En la ambulancia, su padre estaba con él. 

“Tan solo con vernos entendimos que no existían casualidades y que Dios nos permitía como padre e hijo, comunicarnos sin decir palabras”, dijo José. “Las palabras en mi mente eran “Papá, ayúdame, te necesito”…y él me contestó: “Aquí estoy. No voy a dejar que te pase nada’’.

Villela Vizcaya, de 32 años expresa que, antes del accidente, su fe era “jovial, pero sincera”.

“Recibí ese regalo de mis padres; ellos sembraron en mí la semillita de la fe; yo había tratado de ser una buena persona, congruente con  fe y mi vida”, dijo. “Pero nunca había tenido una experiencia de fe tan grande como verme tan vulnerable a partir de esto [el accidente]”.

“Ese accidente me ha enseñado que es bueno ser vulnerable”, declaró. “Esa vulnerabilidad me hace presentarme ante Dios en mi exacta dimensión, que es infinitamente pequeña ante él, y al mismo tiempo saber que soy lo más importante para él, como lo somos todos sus hijos”.

Pasó nueve meses hospitalizado y otros 40 días en el Instituto de Neurología Barrow, una institución hospitalaria en neuro-rehabilitación del Hospital y Centro Médico St. Joseph, en Phoenix, Arizona.

Con la ayuda de Dios, los médicos y sus ganas de vivir, ya tiene movilidad en brazos, manos y dedos.

Además, su fe adquirió madurez. Pasó a una nueva dimensión. De ser una costumbre y una simple herencia de sus padres se convirtió en una convicción que le ayudó a adquirir una nueva fortaleza que a él mismo le sorprende.

“Cuando sabes a donde vas, no hay nada que te detenga”, indicó, convencido de que su búsqueda en la vida es la eternidad. “Todo lo que Él hace y permite que suceda en mi vida adquiere esbozos de sentido en el día a día, y como amigo siempre está allí, dispuesto para echarte una mano”.

Por ello, José muestra una paz inquebrantable. Su espíritu está lleno del amor de Dios y acude a una cita bíblica para decir como san Pablo: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13).

“Necesitamos entender que, aunque le tiremos en la vida a lo más alto, es un hecho que alguna vez vamos a caer; nos vamos a equivocar y nuestras fuerzas flaquearán, pero no podemos permitir que nada no nadie nos quite la fuerza para recomenzar a caminar en Dios y levantarnos”, aconsejó.

Además, en los momentos de angustia selló en su corazón una frase de Santo Tomás Moro a su hija que estaba encarcelada. “Nada puede pasarme que Dios no quiera. Y todo lo que Él quiere, por muy malo que nos parezca, es en realidad, lo mejor”.

Hace dos años, este joven ejemplar comenzó a practicar la natación.  Es  parte de la selección de México. Actualmente se prepara para los Juegos Panamericanos de Lima, Perú, 2019 y los Juegos Paralímpicos de Tokio 2020.

Compite en la categoría S-2. De acuerdo con el nivel de discapacidad del 1-14, se encuentra entre quienes presentan la mayor severidad de lesiones físicas.

“Somos los más lentos, pero eso lo compensamos con el espíritu de Dios, que es el que nos empuja”, dijo. “Por eso, hoy sigo creyendo que la voluntad de Dios no me llevaría a donde su gracia no me protegiera”.