Nota del editor

CÓMO SE HA CREADO

By PATRICK MOTT, EDITOR DE ORANGE COUNTY CATHOLIC EN ESPAÑOL     10/4/2015

Los seres humanos pueden ser la única forma de vida en el planeta que, con regularidad, e incluso voluntariamente y con impaciencia, olvidan cómo ser lo que estaban hechos para ser.

Todos los perros y los gatos, las rosas y los naranjos, las aves y los peces y caballos se comportan exactamente como fueron creados, obedeciendo a su verdadera naturaleza y se ajustan perfectamente en la gran imagen, sin la carga de un exceso de imaginación o tentación.

Pero los hombres y las mujeres son diferentes. Hemos sido creados con libre albedrío, afrontando opciones y agobiados por la realidad del pecado; podemos encontrar fáciles, convenientes, deseables o incluso agradables maneras de actuar que son contrarias a nuestro verdadero yo, y en contra de nuestra propia naturaleza. Ya sea por la fuerza de la voluntad o por la erosión simple de nuestra mejor identidad por el hábito irreflexivo, podemos estar sorprendidos enormemente por un recordatorio repentino de que nuestro camino verdadero está en otra dirección.

En estos momentos cruciales de nuestras vidas y en el curso de la historia, tenemos que mostrar realmente dónde podemos encontrar lo que Lincoln llamó los mejores ángeles de nuestra naturaleza.

Pasa el Papa Francisco.

A lo largo de seis días extraordinarios y cientos de momentos imborrables, la semana pasada el Pontífice presentó a los estadounidenses una serie de lecciones de santidad. Eran, de hecho, tanto lecciones como recordatorios –conmovedores de la memoria colectiva y una iluminación-, que nos obligan a escuchar de nuevo a los tiempos en que la presencia de la gracia era clara y cuando nuestros corazones le respondieron con entusiasmo.

Esas lecciones y recordatorios no llegaron tanto en grandiosas ocasiones como el discurso del Santo Padre en el Congreso o la Asamblea General de la ONU, sino en los abrazos espontáneos de los niños, los enfermos, los ancianos, los presos y las personas comunes en las filas acordonadas con lágrimas en sus ojos. Llegaron uno tras otro durante la notable homilía de Francisco -totalmente fuera de guion- del Sábado por la noche, durante el Festival de la Familia. Llegaron cada vez que él sonrió, -era infatigable- e irradiaban un entusiasmo y la alegría que tenía el poder para abrazar, consolar y animar directamente a través de la pantalla de televisión.

Todos los escritos y homilías de Francisco, ensalzando lo que él llama la “cultura del encuentro” no podía acercarse a la eficacia ardiente y completar el compromiso de su presencia notable en Washington, Nueva York y Filadelfia. Él era, como Jesús, activamente y con júbilo quien nos mostró cómo podemos llegar a ser lo mejor posible. Si sus ejemplos nos encantaron y nos asombraron, fue el asombro que nace del reconocimiento de que lo que estábamos viendo y oyendo era como un ser humano totalmente auténtico y santo existe en el mundo. Él nos estaba retornando a casa.

Fue la semilla que cayó en buena tierra.