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CRISTO NUESTRA ESPERANZA: EN CADA ETAPA DE LA VIDA

Mes Respetemos la Vida

By Por el Más Rev. Kevin W. Vann, Obispo de Orange     10/7/2019

Mientras nuestro compromiso de afirmar y defender la vida y la dignidad de la persona humana es durante todo el año, la Iglesia Católica en los Estados Unidos reserva cada octubre como Mes Respetemos la Vida.

El tema de este año, “Cristo Nuestra Esperanza: En Cada Etapa de la Vida”, es particularmente apropiado para estos tiempos en los que la dignidad de las personas humanas está siendo atacada de muchas diferentes maneras.

Ante la creciente polarización, la expansión del aborto en varios de nuestros estados y los intentos de hacerlo en otros (mi estado natal de Illinois, por ejemplo, y Nueva York), la insensibilidad hacia los migrantes, el culpar a otros por las personas que luchan con la falta de vivienda, la violencia doméstica, el suicidio asistido y la indiferencia ante las amenazas a nuestro hogar común, no podemos dejar de sentirnos abrumados a veces por lo que parecen ser problemas tan interconectados y profundamente arraigados.

En el Evangelio del Domingo Respetemos la Vida, en respuesta al clamor de los apóstoles a nuestro Señor Jesús “Aumenta nuestra fe”, Él responde con el ejemplo de un árbol de morera. Ahora, el árbol de morera es un árbol bastante grande con un extenso sistema de raíces. La idea de que podría ser arrancado y replantado en las aguas profundas del mar es incomprensible. Y sin embargo, el Señor dice que “Si tuvieran fe del tamaño de una semilla de mostaza…” incluso lo inesperado y aparentemente imposible es posible para Dios.

Anticipándose a la llamada a la fe de nuestro Señor, el profeta Habacuc también luchó con la situación desesperada frente a él: “Denunciaré a gritos la violencia que reina, sin que vengas a salvarme… Ante mí no hay más que asaltos y violencias, y surgen rebeliones y desordenes.

No somos los primeros en vivir en tiempos de angustia y discordia, en sentirnos abrumados por los cambios en el mundo que nos rodea que no siempre parecen ser para mejor.

Pero la respuesta del Señor a Habacuc es instructiva:

“Escribe la visión que te he manifestado,
ponla clara en tablillas
para que se pueda leer de corrido.
Esta visión espera su debido tiempo,

pero se cumplirá al fin y no fallará;

si se demora en llegar, espérala,

pues vendrá ciertamente y sin retraso.

El que vacila nunca contara con mí

favor, el justo si vivirá por su fidelidad.”

Nuestro destino “el dilatar más y más el reino de Dios, incoado por el mismo Dios en la tierra, hasta que al final de los tiempos El mismo también lo consume.” (El Catecismo citando Lumen Gentium)

Esas son las aguas profundas a las que estamos llamados y donde todo lo que disminuye y destruye la vida y la dignidad humana puede ser desenredado, arrancado y replantado a florecer para siempre.

Bajo esta luz, como poderoso ejemplo de estas profundidades de fe, deseo rendir homenaje a las mujeres que me enseñaron y han sido testigos de lo sagrado de la vida humana, especialmente antes del nacimiento: Mi madre, Theresa Vann, que enseñó la enfermería de maternidad durante años, y que regresó a la escuela para obtener dos maestrías mientras nos criaba a los seis para que pudiera enseñar valores pro-vida a las estudiantes de enfermería; La Sra. Joan Reardon, la Sra. Fritzi Belz y la Sra. Carolyn Bodewes que comenzaron el “Centro de Cudado” en Springfield, Illinois con la ayuda del Hospital Saint John para que pudieran ayudar a las madres embarazadas antes del nacimiento y después para que entonces no se vieran obligadas a elegir el aborto; y finalmente una niña prematura de quien saqué sangre hace muchos años en el Centro Neonatal de Alto Riesgo en el Hospital Saint John en Springfield, Illinois. La sostuve en una mano para poder extraer sangre de su talón por gases sanguíneos para que pudiera sobrevivir. Ella era del tamaño de alguna de la vida que ahora se aborta.

Jesús nos pide a ustedes y a mí, a todos nosotros, que seamos luz en las tinieblas, que ardan con pasión por Dios y por las personas “con la ayuda del Espíritu Santo que mora en nosotros.” Espíritu de Dios, concédenos compasión y misericordia por todos aquellos que están lastimando y cuya vida y dignidad están amenazadas. Padre de nuestro Señor Jesucristo, haznos a nosotros, a nuestras familias y a nuestras parroquias discípulos misioneros de tu Hijo y centros de alcance misionero de tal manera que este mundo vea la visión alternativa de un pueblo que valora toda vida. Que nos aferremos a Cristo, nuestra esperanza.