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CUANDO DIOS CURA EL ALMA DE SUS HIJOS

UNA ORACIÓN DE SANACIÓN LIBERA A MARÍA, A QUIEN EL SEÑOR LA BAJÓ “DEL TACÓN DE SU SOBERBIA” POR NO QUERER PERDONAR

By JORGE LUIS MACÍAS     5/21/2018

Voy a meter mi mano a tu corazón y sacaré espinas. Tú llorarás, pero yo sangraré… Pero te quiero para que lleves mi Palabra a todo el mundo y hoy sabrás perdonar todo el daño que te han hecho, y el daño que tú también has hecho”.

Dios impregnó esas palabras el corazón de María Martínez, integrante del ministerio de intercesión “Pan de Vida” y feligrés de la Catedral de Cristo, durante el IX Congreso para Líderes de la Renovación Carismática del Condado de Orange.

Años atrás, el Señor ya la había sanado de una caída que le impidió caminar por siete meses y de dos operaciones con presencia de cáncer.

Pero ella necesitaba sanar el alma. 

María narró a OC Catholic que pasaron los años y no podía perdonar a una persona que quiso mucho y traicionó su confianza.

“Hoy te voy a sanar”, fueron las palabras que llevaba en su corazón, antes del evento.

El regalo que Dios le tenía reservado ocurrió después de una oración poderosa que dirigió Jim Murphy, presidente del Servicio Internacional de Renovación Carismática Católica.

“Señor, quiero pedirte tu perdón por cada ocasión en que he convertido mi ministerio en un libro; por las veces que puse un trabajo antes que mi relación contigo… Perdóname porque me dejé llevar por el ego, antes que por tu Espíritu Santo.

Te pido perdón por mi arrogancia; por mi orgullo; porque yo andaba tan ocupado en el ministerio y ya no tenía tiempo para ti. 

Que yo sea humilde y obediente. Derrama tu espíritu sobre nosotros. Señor, escucha nuestra oración y renueva nuestros corazones. Tú, muchas veces nos has invitado y te hemos dado la espalda, pero Tú no nos juzgas ni nos condenas; nos sanas, nos renuevas y nuevamente envías la sanación en el poder de tu Espíritu. Desde lo alto, ven Espíritu Santo. Tú eres mi fuerza”.

Cuando el orador dijo: “A ti te estoy hablando”, María se soltó en llanto. Lágrimas de sanación rodaron por sus mejillas.

Con el paso de los días, aquella la moción interior en el alma de esta mujer mexicana, de 52 años, la llevó a discernir lo que Dios quería de ella.

“El Señor quería que llevara la Sagrada Eucaristía a los presos en la cárcel Theo Lacy del condado de Orange y les hablara de Él”, dijo María. “Ahí había presos de todo el mundo. Y comprendí ‘Oh Señor, es aquí donde tú quieres que lleve una esperanza a los demás’”.

Su siguiente llamado a evangelizar fue la invitación para imponer la ceniza a los fieles, en el primer día de la cuaresma de este año.

Pero, antes de sanar del alma, en 2008 Dios la había sanado físicamente. No podía caminar, a causa de una caída en un salón de cosmetología. Por accidente, el tacón de su zapato se enredó en el cable de la secadora de pelo.

“Me lastimé la columna vertebral y caminaba poquito”, recordó. “Tenía que llevar una andadera”.

Enferma como estaba, María fue invitada a un retiro en la Iglesia de San Calixto. Su familia no quería que fuera.

“Allí le pedí una oportunidad a mi Señor y al final, mi esposo y mi familia me vieron bailar y brincar de gozo, estaban felices de mi sanación” dijo. “Esa vez le dije a mi Señor, haz lo que tengas que hacer de mí. Si mi trabajo me aparta de ti, tú te encargarás de lo demás.

En 2015, María debió enfrentarse a la extracción de la matriz porque había síntomas de cáncer; luego, de un tumor en el hígado.

Iba a ser sometida a una tercera cirugía y junto con su esposo, José Martínez, comenzaron una novena eucarística. Mal como estaba, iba a misa, pero un día sintió ganas de vomitar, apenas después de haber comulgado. 

“Yo no le podía fallar a mi Dios, aunque el estómago me revoloteaba. Luego pensé que el Señor estaba comenzando a hacer su obra”, recordó. “En el último día de la novena ya estaba en el hospital, y le pedí a una hermana que me trajera la Eucaristía”.

Pero ¿cómo si te van a operar?, preguntó la amiga. María debería estar en ayuno total.

Le habían dado un medicamento para que no sintiera dolor.

“Vamos a ponerte una inyección en la espalda”, le dijeron.

Y ella respondió: “Tú dale. Y pensé que lo saquen a Él [a Jesús Eucaristía] si pueden”. La operación tardó cinco horas. Por la tarde ya caminaba sola y los médicos estaban impresionados. El cáncer desapareció.