El de Ramona Treviño fue un mensaje de fe, de perdón y defensa de la vida. En mayo de 2011 había renunciado a su trabajo como gerente de una clínica de abortos, en Sherman, Texas.
Tres años antes, pensaba que no sería involucrada directamente con la práctica de los abortos. No sentía que sus manos estuvieran manchadas con la sangre de los inocentes sacrificados.
Descendiente de mexicanos provenientes de Michoacán, hace un siglo, Ramona de niña quiso ser monja. Sus familiares eran Católicos.
“Donde yo trabajaba era una clínica de planificación familiar”, dijo, durante su intervención en el IV Congreso Pro Vida y Evangelización, efectuado en la Escuela Preparatoria Mater Dei. “Aunque ahí no se practicaban abortos, aún era requerida para aconsejar a mujeres y referirlas a una clínica de abortos”.
Como gerente de Planned Parenthood, Ramona estaba vendiendo productos para la esterilización, pruebas de enfermedades de transmisión sexual y de planificación familiar.
Ella fue bautizada como Católica, pero nunca recibió educación sobre su fe. A los 16 años se embarazó, pero nunca le pasó por la mente deshacerse de su hija mediante un aborto. Fue respaldada por sus padres y escogió la vida para su bebé.
Treviño vivió 8 años con el progenitor de sus hijas. Denunció que era abusada física, psicológica y sexualmente. Él era un alcohólico y tenía problemas con adicción a la pornografía; pero ella no quería dejarlo.
No imaginaba tener una familia rota, y mucho menos, hacerle daño a su niña.
Con su nuevo esposo, con quien recibió el Sacramento del Matrimonio hace 9 años, su conciencia manifesto el pecado que la cegaba en Planned Parenthood ya que no veía antes las cosas claramente, relacionadas con su trabajo en esta organización abortista.
“Yo pensaba que yo era una persona importante; que ayudaría a muchas mujeres a evitar el aborto o un embarazo no planeado”, dijo. “La primera vez que tuve que referir a una mujer a un aborto fue muy difícil; yo pensé que nunca iba a tener sangre en mis manos porque los abortos los hacían en otro lugar”.
EL ROSTRO DE LA MUERTE
Ramona estaba equivocada.
No olvida el rostro de la muchacha a quien refirió para abortar. La chica lloraba y ella, en su mente, trataba de justificarse.
“Yo pensaba que no era nadie para juzgar a alguien más e interferir en la decisión que esa joven debía tomar; así fue que la referí a un lugar donde se realizan absorciones”, expresa. “Pero cuando ella salió de mi oficina comencé a llorar y pensé que había vendido mi alma al diablo”.
Por años siguió vendiendo anticonceptivos a jóvenes que llegaban a Planned Parenthood.
Como gerente tenía que cumplir con objetivos de recaudación de dinero y un número determinado de pacientes.
“No los veíamos como personas sino con señales de dólares”, expresa. “Sólo importaba el dinero, dinero, dinero; ni si los anticonceptivos hacían daño o que las mujeres embarazadas abortaran”.
Las referencias a clínicas de abortos se hacían cada vez más fáciles para Ramona.
Su conciencia ya no funcionaba. No había compasión en su corazón.
RED CATÓLICA CAMBIA
SU VIDA
Lila Rose y la red Católica Action Live mostraron en videos a gerentes de Planned Parenthood colaborando con presuntos traficantes sexuales de niñas para obtener abortos y otros servicios para prostitutas menores de edad.
Los videos de febrero de 2011 provocaron una reunión de gerentes de Planned Parenthood.
Ramona esperaba que se discutieran las formas para detectar situaciones de abuso o tráfico sexual y denunciarlo a las autoridades.
En cambio, se les habló de cómo detectar si les grababan en video o si eran parte de una operación encubierta.
“Recuerdo que me dije, ‘basta, tengo que encontrar otro trabajo’”, dijo. “Me dio asco; me dio coraje”.
Ramona se fue a casa. Desilusionada, supo que todo lo que había escuchado en la radio sobre Planned Parenthood y los abortos era realidad.
LA CARA DE SU HIJA Y LA PRESENCIA DE DIOS
Treviño conoció a una niña de 15 años que resultó embarazada e infectada de herpes. Entró a la clínica de Plan Parenthood con su papá: buscaba someterla a un aborto.
La chica ni siquiera podía sentarse. Lloraba y mostraba vergüenza en su rostro.
“Como madre, vi en ella la cara de mi hija”, expone Ramona. “Me partió el corazón, y me dije, hay que educarla y dirigirla, en vez de darle medicamento, tratamiento y una bolsa llena de anticonceptivos para que siga con una vida que nunca le va a dar felicidad, destruya su inocencia y seguirá siendo explotada”.
Preguntó a Dios. “¿Y ahora qué hago?” No imaginaba qué haría sin ese empleo ni cómo iba a suceder.ni mucho menos dar un paso de fe.
Un milagro sucedió. Escuchó de un entrenamiento para participar en la campaña “40 Días por la Vida”.
En el tercer día, los participantes oraron frente a su trabajo y ella pidió oración personal.
“Sentí la presencia de Dios en esas oraciones”, recuera. “Tal vez con sus oraciones yo podría salir de ese lugar”.
Ramona fue a la confesión con un sacerdote. Fue absuelta de sus pecados y al salir de la Iglesia lloraba profusamente.
“Mi alma se estaba regenerando”, dice entre lágrimas. “Pero irme del trabajo y dar un paso de fe no era tan fácil”.
Concluyeron los “40 Días por la Vida” y escuchó en la radio que una señora platicaba: “Usted sabe que al final de nuestras vidas nos encontramos frente a Dios y él nos preguntará ¿Usted sabía del aborto? ¿Sabía que a los niños los estaban desmembrando a un ritmo de 3,000 por día? Y tú, ¿qué hiciste?’”.
EL PERDÓN DE DIOS
La alusión a ella era directa.
“Yo no hacia los abortos, pero sí tenía sangre en las manos…en ese momento recordé las caras de todas las mujeres a quienes había referido para el aborto; por primera vez me dio miedo; sabía que iría al infierno”.
El domingo 1 de mayo de 2011, fecha de beatificación de San Juan Pablo II, Ramona Treviño y su familia estaban en misa.
Ella no sabía de la fiesta de la Divina Misericordia y escuchó las palabras: “Confía en mí… Deja todo atrás… Te perdono”.
“Dios me estaba diciendo en ese momento: deja todo y toma ese paso de fe… sígueme, aléjate de Planned Parenthood y deja todo ese pecado atrás”, relata Ramona.
Ella trabajaba solamente martes, miércoles y viernes. Despertó el martes y volvió a escuchar en su interior las palabras: “Sígueme… deja todo atrás”. Su último día de trabajo en Planned Parenthood sería el viernes 6 de mayo.
Justamente, a dos días de su despedida para siempre de la clínica abortista, llego una muchacha embarazada. Quería una referencia para abortar a su bebé.
Ramona ya no podía referir a esa chica para que matara al hijo que llevaba en su vientre. Y pidió ayuda divina.
Treviño llevó a la chica a un cuarto privado. Le contó su testimonio y embarazo a los 16 años de edad; sus logros y, a pesar de ser una mamá joven y soltera, salió adelante en la vida.
En aquel instante, la chica escogió la vida para su hijo.
Y en señal de alegría le dijo a Ramona: “¡Gracias!”
Aquel viernes 6 de mayo, Ramona entregó su carta de renuncia.
“¡Para siempre!”, celebra.
Pero le esperaba otro milagro: en agosto de 2011 centro pro-aborto de Sherman, Texas, cerró por completo: ¡Para siempre!
“Nunca olvidemos nuestras raíces, nuestra fe Católica y nuestro respeto por la vida”, recomendó a todos los asistentes del Congreso Hispano. “Siempre debemos que tener el valor de defender la vida y proclamar la grandeza de Dios en la vida de nuestros hijos”.