LA ESCASEZ DE SACERDOTES en la Iglesia Católica ha sido una preocupación constante algunos la llamarían crisis- durante décadas. Las cifras son alecciona doras: Entre 1980 y 2012, la proporción de católicos por sacerdote en todo el mundo pasó de 1,895 a 2,965. El pasado mes de octubre, el Vaticano informó de que esta proporción es ahora de 3,210 católicos por sacerdote.
La buena noticia en el frente interno es que la Diócesis de Orange no entrará en modo de pánico por el momento.
Aunque más clérigos son siempre bien venidos a cualquier diócesis, el número de sacerdotes y diáconos, así como los que están en formación, se mantiene en un nivel saludable.
“Si se comparan [las cifras] ahora con las de hace 50 años, hay una discrepancia en el número de sacerdotes”, dice Brandon Dang, director de vocacion es de la diócesis. “Y aunque en general siempre podemos utilizar más hombres buenos que respondan a la llamada al sacerdocio, a nivel local tenemos la bendición de tener un buen número de sacerdotes, en relación con otras diócesis”.
El padre Brandon señala que se estima que entre 150 y 200 sacer dotes prestan servicio en la diócesis, y que 23 hombres están actualmente en formación para servir después de ser ordenados. Además, 148 diáconos activos llaman a la Diócesis de Orange su hogar, dice el diácono Frank Chávez, director de la Oficina del Diaconado.
“No hay falta de interés en el diaco nado”, dice el diácono Frank. “Esta mos creciendo de manera vertiginosa, y no reclutamos”. Sin embargo, añade, “siempre es bueno tener más diáconos.
En vejecemos y nos jubilamos, así que tenemos que conseguir hombres más jóvenes para cuidar ese desgaste.”
Trece hombres serán ordenados como diáconos este otoño, y el diácono Frank señala que actualmente hay 20 hombres en la clase de diáconos de 2023. “Pon-go un aviso a los sacerdotes para que propongan hombres para la formación diaconal, y [conseguir hombres interesados] no suele ser un gran esfuerzo”, dice.
“No elegimos a todos para la formación, ya que el proceso de discernimiento durante los primeros seis meses es muy exigente. Normalmente, los chicos que superan ese periodo acaban terminando.
Podemos perder dos o tres por clase.
“Todas las parro quias de la diócesis excepto dos tienen al menos un diácono”, dice el diácono Frank, y añade que la necesidad de diáconos de habla hispana en los vecindarios hispanos es mayor. “Pueden ser bilingües o incluso monolingües”.
El obispo Kevin W. Vann ha animado al padre Brandon, director de vocaciones desde julio de 2019, a aplicar su juventud y entusiasmo para apelar a los hombres interesados en considerar el sacerdocio como una vocación de por vida. “Ser un testigo y utilizar todas las herra mientas de nuestro arsenal incluy endo los medios sociales, el trabajo en las parroquias y el alcance nos informa mientras determinamos la mejor manera de crear discípulos misioneros que se convertirán en los líderes del trabajo de evangelización”, dice el padre Brandon.
Considera que hay dos elementos esenciales para mantener su trabajo en línea con el Plan Estratégico del obispo Vann: “Debemos de sarrollar una identidad sacerdotal como padres espirituales de los feligreses. Y debemos ayudar en el aspecto de la predicación del sacerdocio.
Es evidente que mucha gente da mucha importancia a lo que dice su sacerdote”.
Guiar a los hombres buenos a través de la formación del clero no está exento de desafíos. “La clase [del diaconado] que se ordenó comenzó con unos 80 hombres”, dice el diácono Frank. “Durante el proceso de discernimiento, abandonan o no son seleccionados. Había 16 que seguían allí después de seis meses”.
Mientras que algunos aprenden rápid amente que no cumplen los requisitos, otros encuentran la dedicación y el compromiso demasiado exigentes. “Pero no hace falta ser diácono para servir en la Iglesia”, dice el diácono Frank. “Mira lo que hacen nuestros laicos. Hay muchas oportunidades para ayudar”.
Y lo que el padre Brandon señala sobre el número de sacerdotes en la Dióce-sis ciertamente se aplica a los diáconos: “Preferimos la calidad a la cantidad”.
La pandemia de COVID ha tenido un impacto significativo en el trabajo y la formación de los sacerdotes y diáconos de la Diócesis. El diácono Frank tiene una triste observación: “Hemos estado haciendo montones de rosarios, vigilias y servicios en tumbas. Siempre me encuen-tro con otros diáconos en el cementerio. … Es un honor estar con gente que sufre, y nosotros, como representantes de la Iglesia, podemos estar con ellos en un momento muy privado de sus vidas”.
Las clases de formación y las re-uniones con los diáconos también se han visto afectadas. “El zoom ha tenido un gran impacto”, dice el diácono Frank.
“Funciona, pero no es lo mejor. Por ejemplo, en la formación, tenemos hombres y sus esposas que están pasando por un proceso difícil”. No compartir eso con ellos en persona, dice, ha sido difícil. “Y personalmente, tengo la fatiga del Zoom”.
El padre Brandon coincide. A nivel administrativo, se ha reunido con los discernidores [aquellos que reflexionan so-bre la vida como sacerdote] en el exterior, en el interior y en el Zoom. “Pero a un nivel más profundo, les falta un elemento clave que a todos les ha faltado durante el COVID: la conexión humana personal”.
Las próximas ordenaciones de sacerdotes y diáconos tendrán lugar en la Catedral de Cristo el 12 de junio y el 23 de octubre, respectivamente.
Lo que el padre Brandon recuerda continuamente a los discernidores y a los sacerdotes que pasan por el proceso de ordenación se aplica a los diáconos – y a todos los católicos:
“Lo que sigo recalcando es que, en última instancia, se trata de cuidar y amar a la gente”.