Maricela Collazo y Adrián Castañeda se dieron el “Sí” delante de Dios, al casarse por la Iglesia y recibir la bendición sacerdotal en su matrimonio, después de vivir como pareja civil por 25 años y procrear cinco hijos.
Además de Maricela y Adrián, otras once parejas fueron parte de las bodas comunitarias que se celebran dos veces por año en la Iglesia de San Bonifacio, en Anaheim.
Pero antes de rendir cuentas ante Dios, Adrián tuvo que arreglar la anulación de un matrimonio que nunca se consumó.
“Tenía 18 años cuando tuve relaciones con una muchacha, fui amenazado y me engañaron de que estaba embarazada”, recuerda Adrián. “Los padres de ella me decían que le tenía que cumplir”.
En aquel tiempo, sus propios padres se separaron. La ausencia paternal lo llevó a la depresión y a inclinarse hacia la reparación de su falta.
Adrián no había llegado a la Iglesia libremente y sin reservas para el matrimonio. Se casó, pero con el paso de los meses descubrió que vivía en una mentira: su vida eran pleitos, humillaciones, desatenciones.
Lo peor: nunca hubo embarazo en su pareja. Y no sabía cómo podría anular ese matrimonio.
Adrián emigró a Estados Unidos y en Los Ángeles conoció a Maricela. Ella cosía ropa en un taller y él estaba en el área de envíos.
“Nos casamos por lo civil y le doy gracias a Dios que ella aguantó mis sobresaltos e insultos”, dice agradecido. “En cierta forma tenía resentimientos de no querer escapar de lo malo que me había pasado”.
Estuvieron a punto de separarse, pero los rezos de ella y sus pedidos a Dios por su casa y por sus cinco hijos: Adrián, Anahí, Katherine, Adriana y Alexander fueron escuchados.
“La vi con su pelo negro…eran tan bonita”, dice él. “La encontré a ella y me dio cariño y amor”.
Ella añade: “Yo lo vi con su pelo negro, ‘chinito’ y bien alto; pero yo no andaba buscando novio, y aunque lo vi, nunca pensé nada malo; había muchas muchachas que lo perseguían; él se acercaba a una de mis amigas y pensé que querían salir juntos, pero descubrí que lo hacía para sacarme plática”.
El noviazgo de Maricela y Adrián fue de total respeto. Tres años pasaron hasta que decidieron dar el paso de contraer matrimonio civil.
Al mismo tiempo, Adrián pidió ayuda a la Iglesia para efectuar el proceso de nulidad de su anterior matrimonio.
Desde 2015, a instancias del Papa Francisco, se permitieron resoluciones más rápidas y se eliminó la apelación automática, en un intento por acelerar y simplificar el procedimiento de anulación.
La carta de anulación le llego a Adrián en febrero pasado. Era el momento que estuvo esperando para poder casarse por la Iglesia con Maricela.
Su barca se había tambaleado varias veces pero nunca de hundió.
Ella rezaba por su relación y Dios la sostenía en sus brazos, hasta que cumplieron con el Sacramento del Matrimonio, el sábado 5 de mayo.
“Cada vez que iba a misa y no podía comulgar, lloraba y esta vez lloré de alegría”, dice ella. “Siempre le pedía a Dios que me ayudara y me hiciera el milagro de poder estar bien con él… ahora que ya puedo recibir el sacramento podré morir en paz, porque siempre quise dar un buen ejemplo a mis hijos, y a pesar de todo, Dios siempre estuvo conmigo”.
Mientras, Adrián reconoció: “La Eucaristía es todo; sentía que me hacía falta algo en la vida para estar pleno”.
Ambos necesitaban la bendición de Dios, y en el pasado queda su recuerdo de que cuando iban a misa sus hijos comulgaban y ellos siempre se quedaban sentados en la banca de la Iglesia.
Ahora, fueron sus mismos cinco hijos quienes fueron testigos de haber respondido: “Prometo serte fiel, en lo próspero y en lo adverso, en la salud y en la enfermedad. Amarte y respetarte todos los días de mi vida”.
Ya tienen la bendición de Dios en su matrimonio.