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EJEMPLO DE COMPASIÓN Y MISERICORDIA

LA TILMA DEL SANTO INDÍGENA, SÍMBOLO DEL MILAGROSO ENCUENTRO EN EL TEPEYAC

By MICHAEL MEDLEY     1/4/2016

San Juan Diego, el indígena a quien el santo Papa Juan Pablo II llamó “el confidente de la dulce Señora del Tepeyac” representa un símbolo de unidad en la fe del pueblo mexicano y de las Americas.

A 484 años de que en su tilma se plasmara milagrosamente la imagen de Santa María de Guadalupe, el Santo es motivo de veneración cada 9 de diciembre.

“San Juan Diego fue una persona pobre, sencilla y humilde”, afirmó el Padre Juan Bernardo Navarro, Vicario Parroquial en la Catedral de Cristo en Garden Grove, CA. “Dios se fija en los humildes y por eso la Virgen le llama ‘hijito mío, el más pequeño de todos’ y la tilma es reflejo de la sencillez y humildad de Dios con quien la porta”.

Personaje clave en la evangelización, Juan Diego Cuauhtlatoatzin (1474-1548), el primer Santo indígena de la Iglesia Católica en las Américas, -cuyo nombre significa “Águila que habla”- viene a la mente como una persona comprometida con el amor que enriquece la misericordia de Dios.

“De no haber sido por él, la evangelización en América quizás hubiera sido más lenta”, manifestó Olivia Cornejo, directora del Instituto para la Pastoral de Ministerios en la Diócesis de Orange. “Él fue un modelo de cristiano que puso toda su compasión por su tío enfermo, en la misericordia de Dios y en la Madre de Dios”. Tras el milagro guadalupano, 9 millones de mexicanos se convirtieron al Catolicismo.

Mientras se dirigía a pie a Tlatelolco, -buscando ayuda para su tío Juan Bernardino-, Juan Diego tuvo una aparición de María Santísima, quien se le presentó como “la perfecta siempre Virgen Santa María, Madre del verdadero Dios”.

La Virgen le encargó que en su nombre pidiese al Obispo Juan de Zumárraga, la construcción de una iglesia.

Como el Obispo no le creyó, la Virgen le pidió que insistiera. Al día siguiente, volvió a encontrar al Prelado, quien le pidió pruebas.

El 12 de diciembre, Juan Diego se dirigía de nuevo a la ciudad; la Virgen se volvió a presentar, le consoló y lo invitó a subir hasta la cima del Cerro del Tepeyac para recoger flores y traérselas.

A pesar de la aridez del lugar, encontró unas hermosas rosas de castilla. Cuando abrió el manto y dejó caer las flores frente al Obispo, en el tejido apareció inexplicablemente plasmada, la imagen de la Virgen de Guadalupe.

“Otro elemento en la personalidad de San Juan Diego es su docilidad y el deseo de hacer la voluntad de Dios y su Madre”, dijo Tony López, director de la obra teatral del milagro Guadalupano, que se celebró el 11 de diciembre en la Catedral de Cristo. “Él nunca titubeó en hacer lo que la Virgen le pidió”.

El 6 de mayo de 1990, Su Santidad, Juan Pablo II, durante la beatificación del indígena “macehualli”, exaltó su confianza en Dios y en la Virgen, además de su caridad, coherencia moral, desprendimiento y su proeza evangélica.

“Llevando una vida de ermitaño cerca del Tepeyac, fue ejemplo de humildad”, dijo Juan Pablo II, quien proclamó la santidad de Juan Diego en la Basílica de Guadalupe, en México, el 31 de julio, 2002.

Milagro de la tilma

Investigadores, científicos y expertos en pintura han considerado como un verdadero fenómeno inexplicable que la tilma o ayate de Juan Diego se conserve intacta, luego de casi cinco siglos de las apariciones guadalupanas. La fibra de maguey que constituye la tela no puede perdurar en condiciones normales más que 20 o 30 años.

En febrero de 1979, el científico Peruano José Aste Tönsmann, experto en procesamiento digital de imágenes, hizo grandes hallazgos. Agrandó la imagen de la pupila del ojo derecho e izquierdo en forma digitalizada, y descubrió a doce personas que están siendo observadas por los ojos de la imagen de la Virgen de Guadalupe.

Luego, al agrandar la pupila del Obispo Juan de Zumárraga, allí aparece nuevamente la imagen del indígena Juan Diego mostrando la tilma con la imagen de la Virgen, impresa en los ojos del Obispo.

En 1979, los Estadounidenses Philip Callahan y Jody Smith estudiaron la imagen con rayos infrarrojos y descubrieron que no había huella de pintura y que el tejido no había sido tratado con ningún tipo de técnica conocida.

Por ello, el científico Peruano se preguntó, “¿Cómo es posible explicar esta imagen y su consistencia en el tiempo, sin colores y con un tejido que no ha sido tratado? Es más, ¿cómo es posible que, a pesar de que no haya pintura, los colores mantengan su luminosidad y brillantez?”.