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EL COMERCIAL DE DORITOS Y LA REACTIVACIÓN DEL VOLUNTARISMO

By EL OBISPO, ROBERT BARRON     2/18/2016

Estoy seguro que ya están enterados de la reacción absurda de la Liga Nacional de Acción Pro derecho del aborto (NARAL) al comercial inocente del Super Bowl para promocionar a Doritos. En el comercial de treinta segundos, una madre embarazada se somete a un ultrasonido, y está molesta porque su marido está distraído y comiendo Doritos, mientras que la imagen de su bebé aparece en la pantalla. Pero, cuando el padre mueve el pedazo de Doritos, el bebé se mueve dentro del útero a la misma dirección. Y cuando la madre lanza la bolsa de Doritos al otro lado de la sala, el bebé reacciona tan aguda y deliberadamente, que decide que ese es el momento de nacer.

Lindo, divertido e inofensivo, ¿verdad? Pero de acuerdo con el NARAL, no lo es. Se quejaron (y nos vemos obligados a sostener la risa) que el comercial “humanizaba” peligrosamente al feto. Entonces debemos preguntar: “¿Qué cree que se gestaba en el útero? ¿Un mono? ¿Un conejo?”

Y por supuesto, desde siempre se ha demostrado científicamente que incluso un embrión (un óvulo fecundado) ya tiene plena posesión de un ADN humano, distinto al de sus padres. Por otra parte, el embrión en gestación tiene un latido del corazón y su propio sistema circulatorio a los 22 días después de la concepción. A las 20 semanas, el bebé en el útero es capaz de escuchar la voz de su madre, y responder a la luz, la música y otros estímulos externos. Así que, aunque el comercial de Doritos es, por supuesto, un poco cómico, exagera algo que es real.

Sin embargo, según el NARAL, el niño en el vientre no debe ser “humanizado”, por temor a que se niegue el derecho absoluto de asesinar a ese niño en cualquier etapa del desarrollo prenatal. Y debemos recordar, que ese derecho, en nuestro país, se extiende hasta el momento en que el bebé está saliendo de la matriz (aborto por nacimiento parcial), de hecho, también después de su nacimiento, ya que muchos estados no establecen restricciones en la muerte de un recién nacido que sobrevive milagrosamente el procedimiento del aborto (legislación de los que nacen vivos). Para muchas personas, la conclusión es la siguiente: Todas las pruebas objetivas de lo contrario, los no nacidos no son humanos, porque los defensores del aborto no lo quieren así.

Y aquí, filosóficamente hablando, está el problema. Existe un pensamiento filosófico antiguo y duradero que se conoce con el nombre de voluntarismo, es decir, el favorecimiento sistemático de la voluntad sobre el intelecto. En la Edad Media, este pensamiento se representa en ciertos teólogos, que insistían en que la voluntad de Dios es el atributo principal, por lo tanto, la elección divina triunfa sobre todo, incluyendo las verdades evidentes a la razón. William de Occam, por ejemplo, es reconocido por distinguir entre el poder absoluto de Dios (potentia absoluta) y su poder ordenado (potentia ordinata). El primero, en el sentido puro del término, es lo que Dios podía hacer en su poder total y amplio; mientras que el segundo, designa lo que Dios hizo en realidad. Así, por ejemplo, Dios, de hecho, sí nos mandó a no cometer adulterio y también creó, de hecho, un mundo donde los círculos no pueden ser cuadrados y viceversa. Pero en su poder absoluto, presumiblemente, podría haber determinado que el adulterio fuese una virtud y que los círculos cuadrados fueran posibles. Esta teoría de la Edad Media fue adoptada por el fundador de la filosofía moderna René © Descartes, quien especuló que 2 + 2, en realidad es igual a 4, pero que Dios podía determinar, si acaso lo deseara, que sea igual a 5.

Un filósofo que no sentía ninguna simpatía por esto tan absurdo era Santo Tomás de Aquino, quien sostuvo que la libertad de Dios se basa en la verdad de su ser. Es verdad que Dios puede hacer cualquier cosa, pero no puede hacer lo imposible, precisamente porque lo imposible es una modalidad de la no existencia. Decir que Dios no puede hacer que 2 + 2 sea igual a 5, o que convierta el adulterio en una virtud, no significa la limitación de Dios; es decir que lo que Él ordene es consistente con la integridad de su propio ser. En una palabra, Aquino insistió en que la voluntad y el intelecto van juntos, y que la libertad, por lo tanto, siempre deberá ser coherente con la verdad de las cosas.

En el 2006, el papa Benedicto XVI, que como académico estaba muy familiarizado con la controversia que acabo de explicar, ofreció un discurso en la Universidad de Regensburg en el que apoyaba la posición de Santo Tomás de Aquino. El tema central de su presentación fue el papel esencial que la razón debe desempeñar en relación con la religión. En el centro de su argumento se encontraba la preocupación de que el voluntarismo se estaba imponiendo en el ámbito religioso (el poder absoluto de Dios), y que esto estaba conduciendo a la violencia, ya que, sin un consenso común en relación con la verdad, todos lo que los grupos rivales pueden hacer es recurrir a la fuerza, la afirmación de la voluntad.

Espero que quede claro por qué creo que ésta discusión académica, un poco arcana, tiene una relevancia fundamental en nuestro tiempo. Tan sin sentido como decir que 2 + 2 podría ser igual a 5, es igual de tonto decir que un niño en el vientre es cualquier cosa menos humano. Lo que hace posible las dos afirmaciones es el argumento que la voluntad (ya sea la de Dios o la nuestra) supuestamente triunfa sobre el intelecto, que el simple deseo que algo sea verdad lo puede convertir en verdadero. Y lo que hace todo esto algo más que simplemente una tontería es, como lo observó el papa Benedicto, el divorcio entre la voluntad y la mente da rienda suelta a la violencia, de hecho, el poder absoluto.

La reactivación del voluntarismo se observa en un despliegue más que masivo en nuestra sociedad y el principio de la primacía de la voluntad está detrás de gran parte de nuestra discusión sobre los temas morales. Como siempre ha sido el caso, esto ha dado lugar a una distorsión de la expresión y al desencadenamiento de algunas fuerzas muy oscuras.