CIUDAD DE MÉXICO (CNS) – Para la fiesta de San Juan Diego, que cae el 9 de diciembre, grupos de danzantes tradicionales conocidos como “concheros” y “chinelos” danzan fuera de la Capilla Antigua de los Indios sita en terrenos de la basílica de Nuestra Señora de Guadalupe.
El cardenal de la Ciudad de México, Norberto Rivera Carrera, celebró Misa en ese lugar. Algunos de los presentes portaban pequeñas estatuas de San Juan Diego. Algunos hablaban de la importancia de San Juan Diego en el proceso de evangelización de la población indígena, después de que la Virgen María se le apareció en la colina del Tepeyac, a cuyas faldas se encuentra la antigua basílica de Nuestra Señora de Guadalupe, substituida por una nueva posteriormente, santuario mariano el más visitado del mundo.
“La Virgen de Guadalupe lo escogió a él”, dijo Rosario Ledesma, profesor jubilado de física y conchero él mismo, que llevaba un plumaje sobre la cabeza, huaraches y cascabeles atados a los tobillos. “Santo Juan Diego es importante como siervo de la Virgen y es el intercesor para todos los mexicanos”.
Ledesma demostraba entusiasmo contagioso por San Juan Diego, aunque este entusiasmo no abunda. Incluso en el día de su celebración, se veían imágenes de Nuestra Señora de Guadalupe y los peregrinos entraban por millares a la basílica casi ignorando la celebración en honor de San Juan Diego.
En los 13 años que han pasado desde que fue declarado santo, no se ha desarrollado todavía una notable devoción por San Juan Diego.
Antes de su canonización, Juan Diego era venerado por el papel invaluable que tuvo en el gran acto de evangelización, por el cual se convirtieron a la religión católica muchos indígenas mexicanos. Pero su más reciente papel como santo ha sido recibido con tibio entusiasmo pues los mexicanos luchan por ver las razones de santidad de una figura secundaria en la historia de Nuestra Señora de Guadalupe, patrona del país y figura cuya relevancia sobrepasa lo espiritual para muchos mexicanos y forma parte importante de la identidad nacional.
Algunos indígenas mexicanos, entre tanto, encuentran que las imágenes oficiales de San Juan Diego son un tanto problemáticas pues aparentan ser más europeas que indígenas y ven en su papel de servicio algo de sumisión.
“Juan Diego no sería nada sin Nuestra Señora de Guadalupe”, dijo el padre Hugo Valdemar Romero, vocero de la Arquidiócesis de la Ciudad de México, aceptando los problemas a superar con gran percepción. “Uno no puede destruir la asociación con la Virgen de Guadalupe de San Juan Diego. Él es servidor, mediador, clarividente de la Virgen.
“El pueblo entiende su devoción por medio de Nuestra Señora de Guadalupe, y no al revés”.
El padre Valdemar nos pone en guardia en contra de buscar una lectura profunda relacionada con el tibio entusiasmo, haciendo referencia a la historia de Santa Bernardita y los tres niños de Fátima, pues ninguno de ellos ha gozado especialmente de una gran devoción, a pesar de que jugaron un papel importante en la historia reciente del catolicismo.
El padre Manuel Olimón Nolasco, historiador profesional, no está de acuerdo con las comparaciones, diciendo que la historia de San Juan Diego permanece incierta.
“San Juan Diego es algo menor pues los niños videntes de Fátima fueron figuras históricas comprobadas, como también Bernardita. Tienen acta de nacimiento, acta de bautizo, parentela”, dijo el padre Olimón, profesor fundador de la (Nueva) Universidad Pontificia de México, que en la actualidad trabaja en la diócesis de Tepic, al occidente de la ciudad de México. “Juan Diego es una narración. … Su historia no se ha comprobado”.
El padre Olimón escribió en 2001 un libro titulado “En busca de Juan Diego”, en el que cuestionaba la historia de la existencia de San Juan Diego, parte que fue de una controversia del tiempo en donde se incluyó al abad de la basílica de entonces, que expresó dudas similares.
“La canonización se llevó a cabo a pesar de resistencia a la que los encargados…nunca respondieron”, dijo el padre Olimón.
San Juan Diego fue beatificado por San Juan Pablo II en 1990 y canonizado en 2002, llegando a ser el primer santo indígena de las Américas.
“San Juan Diego facilitó el encuentro entre dos mundos y llegó a ser el catalizador de la nueva identidad mexicana, íntimamente unido a Nuestra Señora de Guadalupe, cuyo rostro mestizo expresa su maternidad espiritual que abarca a todos los mexicanos”, dijo el entonces papa en su homilía pronunciada en la basílica de Nuestra Señora de Guadalupe. “México necesita a su pueblo nativo y este pueblo nativo necesita a México”.
Algunos críticos de la iglesia dicen que las circunstancias y el momento de la canonización dieron como resultado expectativas poco reales.
México es todavía un país 83 por ciento católico, pero la población indígena del país y de Centroamérica ha disminuido en la iglesia más rápidamente que cualquier otro grupo étnico, dijo Andrew Chesnut, profesor de estudios religiosos de la Universidad de Virginia Commonwealth, que estudia el catolicismo en Latinoamérica.
La canonización podría ser vista como “estrategia para retención de indígenas católicos”, dijo Chesnut.
El levantamiento Zapatista de Chiapas de mediados de la década del 1990, incomodó a algunos grupos elitistas y puso de manifiesto el descontento y el magro desarrollo en la mayor parte del estado indígena.
“La iglesia quiso aprovechar el momento y exaltó la figura de Juan Diego… pero se hizo en forma incorrecta”, dijo Bernardo Barranco, editorialista mexicano y crítico de la iglesia. “Fue incorrecta bajo un punto de vista iconográfico, religioso e histórico. La iglesia manejó la figura de Juan Diego erróneamente”.
José Luis Robles, ingeniero jubilado y conchero él mismo, estuvo de acuerdo con los puntos revisados de la imagen, diciendo que en su grupo de danza nunca se incluye algo que se asemeje a la ropa con la que se representa a San Juan Diego.
“Nosotros mismos llevamos su imagen”, dijo, señalando su piel.
“A Juan Diego se le representa con una barba que parece ser muy española”, dijo Robles, haciendo referencia a las imágenes oficiales de San Juan Diego en las que parece tener barba cerrada que no es característica común de indígenas mexicanos.
Pero Ledesma dijo que había pocas dudas sobre San Juan Diego y su imagen.
“La imagen no es lo que importa tanto”, dijo; “lo que es importante es el ejemplo que nos ha dejado”.