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EL ESPACIO VACÍO EN LAS BANCAS

Por qué los católicos abandonan la iglesia, y algunas ideas para invitarlos a que regresen

By Michael J. Medley     11/4/2015

Ya sea que se les conozca por “católicos culturales”, o por el término más antiguo “católicos no practicantes”, se trata de aquellos individuos que fueron criados como católicos, pero han dejado de participar activamente en la fe. Para algunos, esto significa no ir a misa o hacerlo sólo en raras ocasiones. Paro otros, significa abandonar la iglesia por completo.

El Centro de Investigación Aplicada en el Apostolado de la Universidad de Georgetown estima que hay más de 30 millones de católicos adultos culturales en los Estados Unidos. Una encuesta reciente realizada por la Universidad Benedictina de la Diócesis de Springfield (Illinois), encontró cuatro razones principales por las que estos individuos abandonaron la iglesia —insatisfacción con la doctrina de la iglesia (como la prohibición del control de la natalidad, la ordenación de las mujeres y el matrimonio civil después de un divorcio); pérdida de interés en la fe; los escándalos recientes de la iglesia; o sentirse no bienvenido o juzgado por la iglesia.

La última razón puede aplicarse a Christy Brink de Stanton, católica desde la cuna que dejó de asistir a misa hace varios años. Embarazada al momento de su matrimonio —un matrimonio civil con el padre de su hijo en 1981— estaba comprometida, con el apoyo de su marido luterano, a la crianza de sus hijos en la fe católica y procurar que recibieran los sacramentos. Cuando intentó organizar el bautizo de su primer hijo, sin embargo, sólo resultó en lo que ella sintió fue una bofetada.

Brink recuerda que el párroco con quien habló se negó a bautizar al niño, por considerar que el niño no sería educado adecuadamente en la fe ya que su madre había concebido antes del matrimonio, y se casó fuera de la iglesia. Con la intercesión de su tía, el hijo de Brink fue bautizado en otra parroquia del condado de Orange. Él, junto a su hermana y hermano menor, recibieron los sacramentos, asisten a educación religiosa, y acompañaron a su madre a misa todas las semanas durante su infancia.

Cuando sus hijos crecieron hasta el punto que la práctica de la fe se convirtió en su propia responsabilidad, el interés de Brink en participar en la Iglesia Católica se desvaneció al punto donde ella simplemente dejó de asistir a misa. El recuerdo doloroso de ese reproche sobre el bautismo de su hijo estaba tan fresco como el día que ocurrió.

Una historia como la de Brink y los números que reporta Georgetown plantean la pregunta de qué es lo que la Iglesia Católica está haciendo para abordar y resolver la situación de los católicos culturales.

La hermana Jeanne Fallos, directora asociada del Instituto Loyola de Espiritualidad en Orange, y consejera espiritual allí, dice que cuando la gente llega con ella, su objetivo principal no es el de “encontrar una manera para que regresen, ni para evangelizarlos, sino para intentar encontrarlos dondequiera que se encuentren en su relación con Dios”. Aunque considera que para algunos puede parecer “un poco sorprendente”, se pregunta si es “posible pedir disculpas por nuestros fracasos como comunidad católica. ¿Podríamos entablar una conversación honesta sin criticar?”. La hermana Jeanne recientemente llevó a cabo un retiro en Palos Verdes y observó una iglesia católica cercana, St. John Fisher, con un letrero que describía la iglesia como “una comunidad para todos”. “Me sentí muy contenta”, dijo.

La hermana Jeanne cree que la iglesia tiene la necesidad de optar por una actitud acogedora en lugar de criticar o condenar. La iglesia tiene que ofrecer una mano amiga. “Sentí mucha alegría que cualquier persona podía entrar por esas puertas y sentirse bienvenido”, dijo de St. John Fisher, “cualquiera que sea su situación, gay o lesbiana, divorciados o con segundas nupcias, porque somos hijos de Dios. Temo que algunas personas no nos consideren una iglesia acogedora”.

A principios de este mes, el papa Francisco estuvo en las noticias dando declaraciones relacionadas a la relación de la iglesia con los católicos divorciados que vuelven a casarse, instando a los sacerdotes a evitar tratar a esas parejas como si estuvieran excomulgados. También se informó que el papa expresó preocupación por los hijos de estos católicos, “si los mantenemos alejados de la vida de la comunidad como si estuvieran excomulgados”. Esas declaraciones fueron música para los oídos de la hermana Jeanne, en especial la preocupación por el daño potencial a los niños. “Estoy muy contenta con eso”, dijo. “Estoy muy complacida con lo que escuché”.

Entonces, en dónde queda alguien como Christy Brink con las conversaciones de pedir disculpas, la inclusión sin prejuicios en la comunidad católica, y el interés del papa por las preocupaciones de los católicos divorciados. ¿Se está empezando a cerrar la breca entre la Iglesia Católica y los católicos no practicantes? ¿Existe un interés común donde ambas partes puedan reunirse y construir el tipo de comunidad donde se aborden las necesidades de todos?

Cuando se le preguntó qué, si hay algo, que podría hacerla regresar a la Iglesia Católica, Brink contó la historia de asistir a la iglesia de una vieja amistad. “Su iglesia se llamaba Nueva Apostólica y puedo contar que al entrar se sentía una calidez sin igual”, dijo Christy. “Reconozco que era una iglesia pequeña, y esa era la razón, pero aun así, fue una buena sensación”.