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EL ÉXITO EN UN MATRIMONIO DE DISTINTAS CREENCIAS

EL TRABAJO DURO, LOS VALORES COMPARTIDOS Y EL COMPROMISO PROFUNDO MANTIENEN UNIDA A ESTA PAREJA DE FE MIXTA

By CATHI DOUGLAS     5/31/2019

Siempre recordaré un consejo que me dio mi padre: “El matrimonio será uno de los trabajos más arduos de tu vida”.

Era inusual que mi padre expresara su exasperación con mi mamá. Él la amó profundamente desde el momento en que se casaron hasta el día en que él murió en marzo de 2014. Sin embargo, con ese consejo que me dio hace tanto tiempo, me demostró que incluso los mejores y más fuertes matrimonios se construyen sobre la base de un trabajo extremadamente duro.

Mamá y papá se casaron en una iglesia católica en Baltimore, Maryland, la noche del 29 de junio de 1957. Papá era católico de nacimiento y mamá metodista. En ese momento, estar casado con una persona no católica en una ceremonia católica era algo inusual. Estoy segura de que mis padres recibieron advertencias estrictas del sacerdote que los casó, de lo contrario se encontrarían con serias dificultades al provenir de diferentes tradiciones de fe. Contra todo pronóstico, mis padres disfrutaron de un matrimonio largo, feliz y exitoso. 

Como mi padre, me crie como católica. Asistí a la Escuela de la Sagrada Familia durante ocho años, seguidos de cuatro años en la ya desaparecida Escuela Secundaria Marywood para niñas. 

También, como papá, me casé con un no católico el 29 de junio de 1985. Tengo la suerte de celebrar el 34.º aniversario de un matrimonio feliz con mi marido. Hemos criado a tres hijos felices, sanos y exitosos: Ben, de 28 años, escritor; Sean, de 24, vendedor de alta tecnología; y Emma Rose, de 21, estudiante universitaria, todos ellos bautizados en la Iglesia Católica.

Estoy de acuerdo con papá en que el matrimonio requiere compromiso, paciencia, mucho amor y mucho trabajo. También requiere la fuerza y la resistencia de dos personas que comparten la creencia en el matrimonio como un sacramento santo y un don precioso de Dios.

Él y mamá me mostraron todos los días con su ejemplo cómo dos personas profundamente comprometidas entre sí pueden superar sus diferencias para hacer que un matrimonio prospere y crear un hogar amoroso y lleno de Cristo. A menudo pienso en su unión, en sus tiempos felices y en los difíciles, y en cómo navegaron exitosamente las 24 horas del día, los 7 días de la semana, las exigencias del matrimonio. 

Sé que tanto papá como yo nos casamos con nuestros mejores amigos y nuestras almas gemelas. Les, mi esposo, es mi persona favorita en el mundo y lo ha sido desde que nos conocimos en 1978. Me encanta hablar con él, ver películas con él, viajar con él, sentarme tranquilamente con él, cuidar de sus necesidades y criar a nuestros hijos con él. 

Tengo que confesar que sí hemos pasado tiempos difíciles. Hay días en los que no es mi persona favorita, y sé que él siente lo mismo por mí. Hubo años de vacas flacas en los que apenas teníamos dinero para pagar el alquiler, y ahora, afortunadamente, hay tiempos más afortunados. A través de todo esto, felices, tristes, afligidos o alegres, hemos mantenido nuestro compromiso entre nosotros.

Espero disfrutar de muchos más años de felicidad con mi marido. Rezo para que Les y yo sigamos dando a nuestros hijos el mejor ejemplo de cómo un matrimonio comprometido —entre parejas amorosas, católicas o no católicas— puede prosperar para toda la vida.  Y espero ansiosamente el momento en que podamos compartir todas estas cosas, juntos, con nuestros futuros nietos.